Como era de prever, la estrella de las elecciones catalanas del 12 de mayo es Carles Puigdemont. Lo es por el impacto que tiene en Catalunya que el 130º president de la Generalitat se vuelva a presentar y, sobre todo, por el anuncio, esta vez parece que definitivo, que volverá siempre y cuando, eso sí, le salgan los números para ser investido de nuevo para el cargo. Y lo es también por el eco que el hecho tiene en España, donde su figura no para de levantar pasiones, todas en contra, y donde tiene tantos detractores que, si continúan así mucho tiempo, acabarán haciéndole la campaña de la reelección gratis. Suerte que Pere Aragonès, el actual president de la Generalitat y coordinador nacional de ERC, adelantó los comicios con la intención de que el líder de JxCat no pudiera concurrir, contando con que la ley de amnistía no habría entrado en vigor y que, por tanto, no podría beneficiarse de ella. Error de cálculo, a expensas de lo que hagan los jueces con la ley, claro está.
Para hacer ver, además, que la candidatura es transversal, JxCat se ha aliado con siete formaciones más —Demòcrates de Catalunya, Moviment d’Esquerres, Reagrupament, Joventut Republicana, Acció per la República, Estat Català y Alternativa Verda—, algunas de carácter unipersonal e, imitando la fórmula que Xavier Trias utilizó en las elecciones municipales del 28 de mayo del año pasado en Barcelona —Trias per Barcelona—, le ha puesto de nombre Puigdemont per Catalunya. Esta vez, sin embargo, sin esconder el nombre del partido —la lista del exconseller de Jordi Pujol tenía, además del apoyo de JxCat, el del PDeCAT, y esto la convertía en más difícil de gestionar—, quizá porque piensa que desde los comicios españoles del 23 de julio, también del año pasado, el prestigio de la marca se ha revalorizado, del mismo modo que hay quien cree absolutamente lo contrario, que se ha hundido del todo.
El caso es que las próximas elecciones catalanas van camino de batir todos los récords de candidaturas supuestamente independentistas presentadas. Aunque la mayor parte en realidad no lo sean, a las tradicionales de JxCat, ERC y la CUP esta vez se añadirán, como mínimo, las de Aliança Catalana de Sílvia Orriols y Alhora de Clara Ponsatí y Jordi Graupera, y las de Solidaritat Catalana per la Independència (SI), el partido que había sido de Joan Laporta y Alfons López Tena, y el Front Nacional de Catalunya, que no tiene nada que ver con las históricas siglas del FNC. Y suerte que la militancia de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) rechazó el intento de la dirección de promover una llamada lista cívica. En total, de momento, siete candidaturas —catorce partidos si se cuenta el conglomerado que es Puigdemont per Catalunya—, que demuestran la fragmentación que existe, como si de reinos de taifas se tratara, en el espacio independentista.
Todas las ofertas que se presenten el 12 de mayo con la intención de recoger a los desengañados de ERC, JxCat y la CUP lo que harán es legitimar el sistema, darle vida y colaborar a perpetuarlo. Se convertirán en la herramienta de los partidos que en teoría quieren sustituir para detener la abstención
A pesar de estos números, sin embargo, el problema es que precisamente este espacio independentista hace tiempo que se encuentra completamente desatendido, sin partidos ni líderes que lo representen, una vez después del fiasco de octubre del 2017 ERC y JxCat decidieron que volvían al autonomismo de toda la vida y la CUP perdía la carta de navegación que a estas alturas todavía no ha encontrado. Cansada de que todos juntos le tomaran el pelo, una parte sustancial de los independentistas optó por abstenerse en los comicios municipales y en los españoles que se llevaron a cabo el 2023, en señal de disconformidad con su actuación. Y la iniciativa surtió efecto, porque en ambas contiendas perdieron buena parte de la representación que tenían antes, solo compensado porque la aritmética electoral quiso que tanto los de Carles Puigdemont como los de Oriol Junqueras, pero sobre todo los primeros, se convirtieran en decisivos en el escenario político español. Aun así, la abstención les hizo daño y es lo que más temen. Y es lo que JxCat quiere revertir a su favor, convencida de que los abstencionistas quizá no votarán al 130º presidente de la Generalitat, pero quizá sí lo harán por Jordi Graupera y Clara Ponsatí, y eso solo ya contribuirá a frenarla.
La temen ellos, como perjudicados directos, y también los partidos españoles, porque, aunque salgan beneficiados, saben que en el fondo la abstención es una enmienda a la totalidad del sistema. Por eso el interés de todos en combatirla, tratando de desmovilizar como sea a estos independentistas abstencionistas que les molestan. Y si para conseguirlo es necesario que la oferta se amplíe, pues se hace. Aquí es donde entran en juego las candidaturas nuevas, en la medida en que tienen por objetivo captar a los descontentos de las marcas tradicionales, que es más que probable que en las últimas citas con las urnas se hayan abstenido. Los primeros interesados en que haya cuantas más listas mejor compitiendo por un mismo espacio son, pues, los llamados partidos tradicionales, porque si la participación se mantiene alta los nuevos difícilmente podrán entrar al Parlament y ellos saldrán ganando. Y es que cuanto más alta sea la participación, más votos serán necesarios para obtener representación y más complicado lo tendrán las formaciones nuevas para lograrlos.
Las candidaturas nuevas son, por tanto, el instrumento ideal para desmovilizar la abstención de los independentistas y para garantizar que los partidos de siempre no pierdan fuerza. Cuanto más alta sea la abstención, en cambio, más fácil lo tendrán, porque necesitarán menos votos para ser escogidas. Pero esto es justamente lo que no quieren las fuerzas políticas de toda la vida, que se convierten así en los máximos valedores de las nuevas. Seguramente bastaría con mirar quién está detrás de la financiación de Aliança Catalana y de Alhora, quién les paga las campañas, para constatar que la sombra de los entornos de JxCat y ERC, aunque sea indirectamente, es muy alargada. No sería la primera vez que ocurriría: CDC, en su mejor época, era especialista en promover inventos que aparentemente incomodaban, pero que de hecho le servían para tener controlada incluso a la disidencia. De hecho, y a la vista de los primeros movimientos, talmente parece, por ejemplo, que Jordi Graupera sea el ariete de JxCat, a quien hace el trabajo y así esta no se ensucia las manos, contra Sílvia Orriols.
A los partidos de siempre solo les preocupa la abstención, porque se ha demostrado que realmente es lo único que les hace daño y porque temen que si aumenta los pueda desestabilizar aún más. Tanto les da que gane el PSC mientras ellos puedan conservar intacto su dominio
Todas las ofertas que se presenten el 12 de mayo con la intención de recoger a los desengañados de ERC, JxCat y la CUP lo que harán, en consecuencia, es legitimar el sistema, darle vida y colaborar a perpetuarlo. Se convertirán en la herramienta, los útiles, de los partidos que en teoría quieren sustituir para detener la abstención, y una vez culminado el trabajo, lo más probable será que quienes los hayan utilizado prescindan de ellas. En todo caso, Sílvia Orriols, Clara Ponsatí, Jordi Graupera y compañía están en su derecho de hacer lo que crean más conveniente para las formaciones que encabezan, pero el votante también tiene el derecho de saber a qué juego juegan todos juntos y de no seguir siendo engañado. A los partidos de siempre solo les preocupa la abstención, porque se ha demostrado que realmente es lo único que les hace daño y porque temen que si aumenta los pueda desestabilizar aún más. Tanto les da que gane el PSC —ojo que no acaben pactando—, mientras ellos puedan conservar intacto su dominio. Y es que de la participación en las elecciones dependen directamente sus ingresos y los cargos que tienen colocados. Por eso harán todo lo necesario para tratar de evitar que los independentistas que se abstienen se vuelvan a salir con la suya. El objetivo no es solo impedir que crezcan, es hacerlos retroceder.
En los anteriores comicios catalanes, los del 14 de febrero del 2021, la abstención subió hasta el 48,71%, casi la mitad del censo electoral, y eso que el movimiento a favor de la abstención, surgido espontáneamente entre el sector de electores partidarios de la independencia desencantados y hartos de todos, todavía no se había puesto en marcha. Ir más allá de este porcentaje sería un revés de consecuencias imprevisibles. De ahí el temor de quienes se juegan el pan y la sal, y la necesidad de encontrar todos los instrumentos que hagan falta para que no suceda. Y de ahí el invento de JxCat con el Puigdemont per Catalunya que, entre el apoyo de la parroquia catalana y la colaboración inestimable de los españoles, lo que busca en realidad es un Tots por Puigdemont.