"Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cinco años!"
Groucho Marx
Créanme, estoy pasmada con lo de Rodalies.
Yo, que cada mañana en el desayuno leo dos periódicos catalanes, junto a los editados en Madrid, tengo la percepción absoluta de la catástrofe que se lleva viviendo estos meses y que se ha convertido en una absoluta pesadilla en las últimas semanas. No doy crédito. Tampoco a que este tema no se haya convertido en parte de la agenda nacional, porque es de una gravedad, de un tercermundismo, de una falta de gestión e inversión, de una dejadez, que espanta. Supongo que comenzarán a reparar en ello cuando cualquiera de los importantes madrileños que viajan constantemente entre Madrid y Barcelona se quede empantanado. En el incidente que obligó a desalojar a 400 personas de un AVE comenzaron a verse las quejas de usuarios en las redes sociales, de usuarios no catalanes, de la gente que no se ha dado por enterada hasta ahora.
Las noticias relativas a la caótica situación que se vive en Catalunya se ofrecen de forma dispersa y, por tanto, no reflejan totalmente la angustia que yo sí detecto en los medios catalanes, tan próximos al sufrimiento de la gente. Un diario madrileño te publica la muerte de una mujer al caer en las vías "por un apagón", otro te insiste en la huelga de trabajadores que no quieren depender de la Generalitat —esos héroes de la unidad—, y alguno te cuenta los robos acumulados de cobre como un déficit de seguridad. Visto en recortes no es para tanto. A mí lo que me ha impresionado es el conjunto, la acumulación, el amontonamiento de desastres, su reiteración, su aparente perpetuación y, sobre cualquier otra cosa, la intencionalidad del descargo al echarse las culpas unos a otros sin que nadie asuma que la situación es límite.
Esto es un callejón sin salida, una ratonera, una trampa, además peligrosa, porque ya ha costado vidas y porque no se puede descartar que cueste alguna más
La situación es límite. En Madrid nunca se ha vivido nada igual, y miren que lo escribo en el día en que se cumple el vigésimo primer aniversario de la gran tragedia de las Cercanías de Madrid, que provocaron criminales en un atentado que destrozó al pueblo madrileño y conmovió a todo el país y al mundo entero. Pero esto es otra cosa, no lo han perpetrado delincuentes, sino responsables políticos. Esto son gentes que tiene problemas laborales, porque no hay empresa que soporte el desgaste de que su personal nunca se sepa cuando va a llegar. Esto son familias que no se reencuentran por las noches porque los trayectos se convierten en largas diásporas sin final. Esto son nervios, estrés, desinformación y miedo. Esto es un callejón sin salida, una ratonera, una trampa, además peligrosa, porque ya ha costado vidas y porque no se puede descartar que cueste alguna más.
La debacle de Rodalies multiplica el efecto destructivo en la juventud de la falta de vivienda y su carestía. El transporte público y la vivienda son dos conceptos íntimamente relacionados, hasta el punto de que, de alguna forma, el déficit de uno podría ser más soportable con la abundancia del otro. Si falta vivienda asequible en la urbe, unos buenos trenes te permiten buscar un nido digno más lejos con la certeza de que podrás cumplir con tus compromisos y viajar a la ciudad de forma cómoda, eficiente y barata. Si faltan transportes y abunda la vivienda a buen precio, el drama se atempera porque más gente puede optar por no abandonar el casco urbano. El gran drama que estos días se traslucía en Catalunya es la conjunción de la carencia de ambos servicios y, por tanto, de una situación dolorosa e insalvable para muchas familias y trabajadores.
¿De quién es culpa? La respuesta es importante si sirve para aliviar la situación, si se va a quedar en un nuevo blitz político entre todos los bandos, no aliviará a los usuarios. El caos irá a más. La huelga, que no se han ocupado de solucionar. Los robos, que no sabemos si lograrán parar. Las obras que, según el ministro del ramo, van a perturbar aún más el servicio. Y es que Óscar Puente ha tenido a bien "pedir disculpas" en el Senado a los representantes catalanes. Disculpas, pero pocas, porque la culpa no es suya ni tampoco de la falta de inversión que se achaca desde Catalunya: "No podemos invertir más porque no se pueden hacer más obras al mismo tiempo". Así que ya saben. No se quejen, que el ministro ha echado un ratito en contestar. Un ministro siempre tan ocupado, en todo menos en lo suyo, y que ayer dedicaba otro rato a criticarme por los programas en los que trabajo, que no le gustan. Si es que es difícil arreglar tanta hecatombe de su negociado cuando además tienes que dedicar tiempo a arreglar la vida laboral de una modesta periodista. Si es que no para el tío.
Lo cierto es que el partido que gobierna la Generalitat lleva gobernando España casi ocho años y que la cosa no ha ido a mejor sino a peor y que el traspaso no se ha hecho por convicción de mejora sino por presión. Algo tendrán que decir, digo yo. Que los trenes eran viejos se sabía, no había más que verlos, que los raíles, la piedra y hasta la catenaria estaban obsoletas y decrépitas, también. Todo ha reventado ahora de una forma nunca vista. Algo tendrán que decir, digo yo, y, sobre todo, algo tendrán que hacer. La explicación del ministro en el Senado pone los pelos de punta, parece que hay para rato y que solo se puede pedir paciencia a quien ya ha tenido que perderla mil veces.
Ah, no. Van a informar más. No les solucionarán quedarse tirados o no llegar al trabajo o a su casa, pero al menos van a poder acordarse de sus muertos con conocimiento de causa. Es broma. La información está bien si permite tomar decisiones y se aportan otras opciones; en caso contrario, es solamente un paliativo para tener relato. Ahí tienen todo un campo de acción, orquestando transporte alternativo rápido.
Luego está lo de los robos, las piedras, las bombonas de oxígeno en las vías y el resto de actos vandálicos. Eso es cuestión de seguridad y aquí la cobertura de las vías y el descubrimiento y la detención de los responsables nos lleva a otro departamento. ¿Ha explicado Interior cómo va todo esto? ¿Por qué pasa tanto en Catalunya y menos en otros lugares? Catalunya concentra la mitad de los incidentes en infraestructuras ferroviarias de todo el Estado. Algo habrá que indagar también por este lado; alguien debería dar la cara.
El caso es que el caos me ha dejado pasmada. Es insoportable. Quiero enviarles mi comprensión, mi santa indignación y mi apoyo a las iniciativas civiles para protestar por esta situación. No les servirá de nada, lo sé. Al menos que sepan que alguien en Madrid se ha enterado de su calvario, no sé si ayuda, pero consuela.