Marta Rovira. Apenas cruzar la frontera por Cantallops se fundió en un sensacional abrazo con Oriol Junqueras. Una imagen que debería reconfortar a toda la militancia de ERC, o cuando menos a los que ruegan para que la crisis interna se resuelva pacíficamente. No fue un abrazo tímido. Ni de cortesía. Con todo lo que se ha dicho era verosímil imaginar un encuentro frío o una imagen huidiza del tándem que ha liderado la mejor ERC, cuando menos con respecto a resultados electorales.

Si existía la duda se desvaneció al instante. Un abrazo profundo, largo, intenso. Y también inmediato. Apenas hubo saludado efusivamente 'a las vicenses estupendas', Rovira buscó directamente a Junqueras. El reencuentro pareció tan sincero como balsámico después de semanas de ruido. Donde hubo llama... Nadie como Junqueras se ha desplazado tantas veces en coche a Ginebra desde que dejó Lledoners, a menudo conduciendo él mismo.

Queda la duda de saber qué se susurraron al oído. Y si se hicieron algún propósito para encauzar el futuro. Fuera como fuera, si atempera para la carrera desbocada por el Congreso de 30 de noviembre sería espléndido para un partido que antes tiene que tomar una decisión primordial y controvertida antes del 26 de agosto: pactar la presidencia de Illa o entregarse en cuerpo y alma a los deseos electorales de Junts-Puigdemont. Y es tan obvio que ambas tienen aristas como que los están esperando sin compasión.

Marta Molina. La también encausada por Tsunami fue una de las personas que no se quisieron perder la vuelta de la comitiva suiza que lideraba Rovira. La intempestiva resolución que archiva la causa por terrorismo de Tsunami Democràtic es resultado de la tozudez de Marta Molina, profesora de lengua y literatura catalana, vecina de Sant Joan Despí (como el también encausado Xavier Vendrell) y secretaria nacional de Movimientos Sociales de ERC.

La dejadez ha pasado factura al juez García-Castellón, empeñado en hacer pasar desórdenes públicos por terrorismo. El de la Audiencia Nacional se había saltado sus propios plazos y había continuado deliberadamente la causa. Un recurso de Molina advirtiendo sobre esta circunstancia ha sido suficiente. La discreta secretaria de Moviments Socials de ERC, la única que había declarado ante el juez, optó por disputar todas las pelotas, aunque pudieran parecer menores o insignificantes. ¡Bingo!

Al contrario que otros encausados por la causa de Tsunami, Molina decidió seguir haciendo vida en Catalunya, asumiendo el riesgo de prisión. Cuando tantas veces se ha pretendido confrontar el exilio con la prisión, cuando a menudo se ha pretendido que exiliarse era una heroicidad y quedarse asumiendo el riesgo de prisión era bajar los brazos (con un maniqueísmo digno de estudio), aparece la templanza de Marta Molina, que con su determinación ha provocado la archivación de una causa que tenía por objeto cortocircuitar los efectos de la ley de amnistía pactada.

Marta Ferrusola. Quien fue durante 23 años primera dama de Catalunya fallecía a principio de semana. La familia Pujol pierde a la matriarca a los 85 años después de una larga enfermedad y las lacras de la edad. Se va una mujer de carácter, católica y convergente hasta los tuétanos. La esposa del president de la Generalitat más longevo y artífice de la construcción de la Generalitat autonómica. La última década se ha escrito tan prolífica literatura contra ella y su familia que todo lo que se pueda imaginar, de maldad, ya se ha dicho. Incluso parece obligado tener que hablar con prevención, por el papel que se le ha atribuido como 'madre superiora' de un 'clan familiar' que presuntamente se habría enriquecido hasta las cejas con malas artes. Una fortuna que de existir nadie parece haber disfrutado, ni ningún juez localizado.

No debe haber sido cómoda la vida para la orgullosa Marta Ferrusola desde que el president Pujol confesaba la existencia de una manda en Andorra. Aquel día se abrió la veda y, como si se hubiera abierto la Caja de Pandora, a bote pronto se conjuraron todos los demonios. Para él, para ella, para todos los Pujol Ferrusola. Más allá de la pena pública, del descrédito, del oprobio, la chocante verdad es que Marta Ferrusola ni siquiera tendrá la oportunidad de defenderse en un juicio justo, sea para ser absuelta o condenada, esta vez judicialmente. Y por cómo vamos tampoco lo podrá hacer el president Pujol, y mira que todo lo que hemos sabido de Andorra —no por la manda ni por ninguna cuenta secreta— es un escándalo de tal magnitud que clama al cielo.

Lluís Llach. El flamante presidente fue el único miembro de la dirección de la ANC que se significó en Cantallops para recibir a los suizos. Tsunami Democràtic siempre fue una movilización ciudadana que en la ANC se vivió sin pasión. En honor a la verdad, Tsunami no solo fue una respuesta audaz y masiva (la última) a los cien años de condena a Junqueras y compañía, también destacó por su transversalidad.

Ya se dice que del amor al odio solo hay un paso. El abrazo fraternal de Llach a Rovira en el Empordà mutó a advertencia el día siguiente, apelando el presidente Llach a la misma Rovira para impedir el sacrilegio: un hipotético acuerdo de los republicanos con Illa. El presidente de la ANC se estrenaba en la calle con una convocatoria que tenía que ser, a priori, para exigir la aplicación plena de una ley de amnistía que la misma ANC había cuestionado cuando menos por su gestación. Porque primero, hay que recordarlo, requirió que fuera investido Pedro Sánchez, con el voto capital de los de Puigdemont... por aquello del pago por adelantado.

A ciencia cierta que lo que pueda exigir el presidente Llach a los jueces tiene, siendo generosos, una escasa influencia sobre los magistrados Llarena, Marchena o Aguirre. Quizás por eso al final de la intervención aparcó la poesía y se puso a ello, declarando anatema una posible investidura de Illa... porque con respecto a la militancia republicana es obvio que la ANC —y Llach en particular— sí que aspiran a condicionarla. Y, por lo que dicen, a ajustar las cuentas si no hacen lo que toca.

El resumen sería que se vayan calzando los republicanos si llegan a algún acuerdo "con el 155". Más que crítico con la investidura de Illa, el presidente de la ANC se reconoce "beligerante" y "destructor". Lo que lleva a preguntarse si la invocada unidad se construye sobre el consenso y el respeto o sobre la imposición y la sumisión. Ahorrémonos la respuesta por obvia. En este sentido, el presidente Llach se desahogaba con bastante detalle en ElNacional.cat en una entrevista que vale la pena leer y en la cual no solo apunta sus filias y fobias, sino también su adhesión incondicional al líder absoluto de Junts. O elecciones o elecciones.