Me equivoqué. A los comentaristas nos sucede como a los conductores cuando se equivocan de ruta. Necesitan que el GPS de su coche recalcule el trayecto si no quiere perderse en un laberinto de asfalto. Antes de las elecciones, no una vez, sino dos o tres veces, escribí que Xavier Trias no sería alcalde porque no ganaría las elecciones. Reconozco que me equivoqué al hacer el pronóstico. Lo admito sin rechistar. Por lo tanto, enhorabuena a quien podría ser el nuevo alcalde de Barcelona, ahora sí, en nombre de Junts per Catalunya. La decisión de Pedro Sánchez de convocar elecciones generales y el descalabro de Esquerra le han facilitado el camino. La mayoría alternativa que Ada Colau ha reclamado desde el día siguiente de las elecciones y festeja Collboni con el entusiasmo de Joan Tardà, reproduciendo el esquema españolizador de cuando era militante del PSUC, hoy parece que no será posible, pero sí que podría serlo más adelante. Por lo tanto, es importante tenerlo en cuenta, porque nadie sabe qué ocurrirá después del 23 de julio. La política es el arte de las grandes rectificaciones, aunque los políticos no tengan el valor de reconocerlo. Si Pedro Sánchez ha demostrado algo, es que sabe moverse en el barro y que ha toreado a las izquierdas periféricas con mucho arte. Collboni dijo una cosa antes de las elecciones y ahora dice otra.

Una vez llevado a cabo este acto de contrición, permítanme explicar por qué pienso que Trias ha logrado superar, con cierta comodidad, a Ada Colau, si todas las encuestas, excepto las que ofreció nuestro diario, El Nacional, anticipaban que sería ella quien permaneciera en primera posición. Opinaba que la irrupción de Trias con un discurso primariamente anti-Colau tendría como efecto movilizar el electorado de Barcelona en Comú. Esto no ha sido así. Colau ha perdido la primacía en los distritos de Nou Barris, Horta-Guinardó y Sant Andreu en beneficio del socialista Collboni, que ha conseguido 24.161 de los comunes; mientras que también ha perdido en el Eixample y Gràcia, donde se ha impuesto Trias. En otras palabras, Colau solo ha podido mantener los distritos de Ciutat Vella y Sants-Montjuïc. Trias, por otro lado, ha compensado la pérdida de voto independentista, que si lo hubiera conservado le habría ayudado a ganar con más claridad, con la atracción de votantes que querían echar a Colau fuera como fuera, incluyendo 36.297 antiguos votantes de ERC. Trias se ha impuesto de forma clara en Sarrià-Sant Gervasi —donde ostenta la mayoría absoluta con 10 de los 19 consejeros—, y de forma menos drástica en las Corts, Gràcia y el Eixample. Los distritos con rentas medianas y altas que en las anteriores elecciones se ofrecieron a Valls-Ciudadanos y donde la participación ha caído menos que en los distritos populares.

Conozco dos casos de personas que en las elecciones pasadas votaron a Valls, convencidos de que era el representante de la Ilustración, y en estas elecciones han votado a Trias. Votaron por quien encumbró a Colau hasta la alcaldía y ahora han votado a favor de quien prometía echarla. En realidad, 27.584 electores han hecho lo mismo, pero la mayoría de los electores que votaron por el francés ahora han votado a PP o a Vox. Asimismo, conozco a varios casos de electores independentistas que fueron a votar con la intención de hacerlo en blanco, ya que no creían en Trias y en su decantación derechista, que finalmente lo votaron. Los imponderables, los giros imprevisibles de guion, también computan en política. Los electores pueden ser tan contradictorios como los líderes políticos. Por eso es absurdo regañar a los votantes, como ha hecho Oriol Junqueras, quien, sea dicho de paso, en cualquier otro país, con una cultura democrática muy superior a la nuestra, ya habría dimitido después del gran fracaso de Esquerra el 28-M. ERC no le ha hecho cosquillas a Junts. Por el contrario, los de Puigdemont han perdido solo 7.000 votos en comparación con 2019.

Es necesario que el independentismo sepa elaborar una política municipal holística, que fomente la cohesión de la ciudad y reduzca la desigualdad entre barrios, como en las últimas décadas del gobierno municipal de Pasqual Maragall. Tener una profunda sensibilidad social no debería costar tanto a quien se declara socialdemócrata

Sea como fuere, ha quedado demostrado que incluso los votantes que en 2019 apoyaron a Colau, esta vez se han decantado por el PSC. O por Vox, que ha conseguido superar el umbral del 5 % en siete distritos de la ciudad. Tendrán un concejal en Sarrià-Sant Gervasi, Sants-Montjuïc, Sant Andreu, Les Corts, Horta-Guinardó, Sant Martí, con el añadido de que en Nou Barris tendrán dos. En Ciutat Vella, el Eixample y Gràcia, la extrema derecha ha quedado por debajo del 5 % y no contará con ningún concejal. La modificación del mapa político de Barcelona ha sido espectacular. Si Junts —o Trias— no quieren que esta victoria sea temporal, deberán diseñar una política de barrios que sea útil para la gente, por ejemplo, de Nou Barris que se siente desamparada ante el poder. Es necesario que el independentismo sepa elaborar una política municipal holística, que fomente la cohesión de la ciudad y reduzca la desigualdad entre barrios, como en las últimas décadas del gobierno municipal de Pasqual Maragall. Tener una profunda sensibilidad social no debería costar tanto a quien se declara socialdemócrata. No es la primera vez que lo escribo.

Aunque me parece una exageración, la percepción generalizada es que Colau provocó el declive de Barcelona, sobre todo si se compara con Madrid o València. En todo caso, lo que parece evidente es que los habitantes de Barcelona no se sienten satisfechos con el modelo de ciudad pijipi de los comunes. Con Colau, Barcelona ha perdido su carácter cosmopolita y se ha desfigurado internamente. Colau y sus aliados, el PSC, han supeditado Barcelona a la agenda española sin ninguna oposición visible. Esquerra admitió que se impusiera el marco mental español en el Ayuntamiento, por encima de una política nacional catalana, y esto hizo que Maragall se convirtiera en el aliado externo de los dos partidos que gobernaban en Madrid. Maragall votó a favor de todas las apuestas de Colau a las cuales se había opuesto en 2019, hasta el punto de aprobarle los presupuestos. Esta es la lógica que respalda el sector federalista de los republicanos, que todo el mundo identifica con Tardà y Rufián, pero que en realidad tiene como gran líder a Junqueras, a pesar de su retórica independentista. Las acciones nos definen mejor que las palabras. Si la propuesta de frente común fuese realmente sincera, los republicanos deberían votar a favor de Trias sin complejos. O simplemente absteniéndose, que es más fácil, sin formar parte de la “conspiración” unionista. En todo caso, que sea el PP quien haga el trabajo sucio para evitar que Barcelona tenga un alcalde independentista. La tentación está siempre presente, pues la contradicción principal, por resumirlo de un modo clásico, no es entre derechas e izquierdas. En 2019, Collboni acordó con Valls el voto favorable de tres de sus concejales para que Colau fuera alcaldesa y cerrara el paso a Maragall y, consiguientemente, a un tripartito de izquierdas.

Existen momentos únicos. Trias, a diferencia de lo que defendía un servidor, acertó con la fórmula, que es la misma que ha usado Xavier Albiol para lograr la mayoría absoluta en Badalona, pero para retener la alcaldía, desaparecida Colau, le hará falta algo más. Trias no es, por lo menos de momento, Antoni Farrés, el mítico alcalde sabadellense del PSUC que recibía el respaldo de todo tipo de electores. Trias no tiene la certeza de obtener la alcaldía, pero en el futuro, si lo logra, también necesitará un partido fuerte y poroso para recuperar al votante independentista que se ha quedado en casa. El único que podrá conseguirlo es Puigdemont. Si alguien se atreve a aprovechar la “remontada” electoral de Junts, que, por otro lado, ha sido relativa, para excluir, digámoslo con todas letras, a los lauristas, se equivocará. No es esta la hora de dividir. Al revés. Es probable que sea el momento de intentar reconstruir los puentes que se han ido agrietando con disputas irresponsables. La unidad comienza en casa, antes de reclamarla al exterior. Puede ser una buena oportunidad para que Junts lidere una candidatura de amplio espectro que incorpore personalidades independientes que fortalezcan la alternativa independentista a los partidos españoles que se aliaron para imponer el 155 en Cataluña. Junts debe demostrar que Cataluña es el principal bastión de los independentistas en España para enfrentarse a la victoria de unos o de los otros, del PSOE o de la coalición PP-VOX. El independentismo es la única alternativa para contener la oleada unionista que llegará con la derecha y la izquierda españolas, contaminadas por el anticatalanismo enfermizo que propagó Ciudadanos desde Cataluña. El instrumento ha muerto, pero el virus ha infectado la política española.