El efecto más directo que la victoria de Trump tendrá sobre Catalunya es la obliteración final de los restos del mundo de CiU. Es todo un indicador que la misma semana que Trump pasaba como un tanque por encima del viejo sistema mediático norteamericano, Jordi Pujol apareciera en La Vanguardia con Artur Mas y Xavier Trias para insistir que nunca fue independentista. El mundo de hoy no tiene nada que ver con el mundo de 1980. Con la inmigración desbordada, y la revolución tecnológica a punto de dar otro salto adelante, el catalanismo defensivo de Prat de la Riba no tiene ningún futuro. 

Para hacer el trabajo de Convergència, hoy ya está el PSC. Si yo fuera Mas o Pujol me afiliaría al PSC, que tiene la fuerza del Estado y que siempre será más eficaz a la hora de intentar parar el tiempo, en Catalunya y en España. De momento, la única alternativa catalana a Pedro Sánchez es Sílvia Orriols, que lidera un partido de pueblo, igual que el de Isabel Ayuso en Madrid. Sánchez es el político español con una conciencia más refinada del rumbo malthusiano que ha tomado el mundo. Entiende las limitaciones que el nuevo escenario mundial impone a los castellanos y a los catalanes y las utiliza a favor propio y de su idea de España. 

La manera como ha gestionado la situación en València, dejando que los partidarios de liquidar las autonomías y, por lo tanto, la plurinacionalidad, se hundieran en sus propios prejuicios, tiene la dosis de crueldad propia de los tiempos que vienen. Siempre que Occidente impulsa una revolución de tipo industrial y tecnológico, emerge aquella idea que la vida es un banquete en el que no cabe todo el mundo. El mundo de VOX y del PP está convencido que en la fiesta sobra Catalunya y todo lo que significa. En cambio, Sánchez y sus aliados catalanes creen que Madrid ya no se puede pagar la España centralista, y buscan crear un estado multipolar que sea un campo de pruebas para la integración de Europa.

Catalunya solo tiene dos opciones: o bien romper con el Estado o bien coger el toro español por los cuernos, e intentar dominarlo apoyándose en la herencia medieval y renacentista

Los catalanes viviremos el endurecimiento del mundo, y esta polarización interna del Estado, cada vez más cerca de los valencianos y los mallorquines. Esto el PSOE de Sánchez también lo sabe, y no es casualidad que la caída de Íñigo Errejón se haya producido justamente ahora que es suficiente para cargarse el prestigio de Sumar y del mundo feminista. Después de haber sacado toda la sangre posible a la izquierda victimista, los socialistas se verán cada vez más abocados a explotar una cierta plurinacionalidad. Mientras Catalunya no dé una alternativa al PSC, la derecha de Madrid se comerá los mocos y Europa tendrá un problema menos. 

La América trumpista, además, siempre conectará mejor con la España regional y regionalizada que propone el PSC que no con VOX, que tiene aspiraciones en América Latina y en el área de influencia de Marruecos. El mundo de Pujol tiene pocas opciones, en el escenario que viene, porque no ha dado individualidades fuertes, capaces de romper moldes o de enfrentarse a los medios de comunicación, como ha hecho Trump o como hizo Pedro Sánchez en su momento. Más allá de Sílvia Orriols, que viene de la tradición política más masacrada por el pujolismo —que es la del independentismo de antes de la guerra—, el nacionalismo catalán solo ha dado equilibristas y buenos chicos.

En un mundo de superestados y grandes imperios económicos, Catalunya solo tiene dos opciones: o bien romper con el Estado o bien coger el toro español por los cuernos, e intentar dominarlo apoyándose en la herencia medieval y renacentista. La partida se juega en Europa, pero en Europa solo podremos consolidar las posiciones que hayamos consolidado antes en España, si no hacemos la independencia —cosa que parece improbable—. Trump ya no es la figura reaccionaria y destructiva de 2016. Después de cargarse el partido republicano, ha dejado en evidencia al partido demócrata más por su capacidad de conectar con el futuro, o con las figuras líderes de su país, que no por su lengua viperina.

Si analizo el escenario político y mediático catalán, no logro ver las condiciones para que pueda salir alguien capaz de desenmascarar al PSC cuando el mundo de Convergència sea historia.