Era una trampa. La visita del presidente ucraniano del viernes a la Casa Blanca en Washington era una emboscada, organizada por el presidente Trump y su equipo, con el vicepresidente Vance haciendo de ariete. La seguía una segunda emboscada, la entrevista a Zelenski que siguió en Fox News, el canal de cabecera del movimiento MAGA (Make America Great Again). Una entrevista que, a pesar de los recelos, el equipo de la presidencia ucraniana solo había aceptado ante la imperiosa necesidad de ganar simpatías en los seguidores del nuevo presidente norteamericano. Pero también era una trampa.
“This is going to be great television” (traducido “Esto quedará muy bien en la TV”). Esta es la terrible frase que soltó Trump al final de la fatídica reunión. Y la prueba definitiva, por si alguien todavía tenía dudas, de lo que acababa de pasar. Y es que uno de los peores desastres diplomáticos de la época contemporánea, la plasmación en directo del colapso del sistema que había regido la seguridad euroatlántica las últimas ocho décadas, era algo buscado por el equipo de la Casa Blanca. Y por si no era suficiente, con juego sucio, mintiendo de nuevo (la famosa cifra de Trump de los 350.000 millones de dólares de ayuda, que es el doble de la ayuda real que los EE. UU. han enviado a Ucrania desde el inicio de la guerra); aprovechándose de la falta de fluidez en inglés del líder ucraniano para intentar humillarlo todavía más.
Y el mundo, no solamente Europa, en shock. Rusia celebrándolo. Y los entornos más tradicionales de la seguridad de Washington —para nada progresistas— más que preocupados.
¿Cuál era el objetivo de todo? Esta es la gran duda. ¿Qué buscaba la Casa Blanca? ¿Humillar en directo al líder de un país que hace tres años que es víctima de una invasión feroz por parte de una potencia militar como Rusia? ¿Por qué? ¿Para obligarlo a firmar un acuerdo de carácter económico claramente inaceptable?
Porque pretender hacer firmar un acuerdo por valor de 500.000 millones de dólares cuando tú has aportado en torno a 175.000... no parece muy razonable, y menos si no iba acompañado de ninguna garantía de seguridad. ¿O quizás es que el Trump que tenía que “poner paz en Ucrania en 24 horas” se ha dado cuenta de que todo no es tan fácil, y quiere plegar velas creando una cortina de humo que culpabilice del fracaso de las negociaciones a la parte débil y agredida? ¿Y de paso crear un ambiente mediático que justifique, de cara al público norteamericano, un abandono de Ucrania por parte de su país, que quizás ya está decidido...?
Europa ya no puede contar con Washington, y su famosa "autonomía estratégica" pasa primero por Ucrania, pero más adelante por organizar su defensa nuclear sin el paraguas norteamericano. Veremos si los líderes europeos estarán a la altura
La hora de Europa
“El mundo libre necesita a otro líder”. Esta es la frase lapidaria de la responsable de la acción exterior de la UE, Kaja Kallas, en respuesta al desastre que se acababa de presenciar en el Despacho Oval. Y es que la ola de solidaridad hacia Zelenski —y Ucrania— que se ha despertado entre los líderes europeos a raíz de la discusión televisada del viernes no es puramente retórica. Es plenamente consciente de la gravedad de la situación, y de la necesidad de una respuesta contundente, ya que se trata del futuro de Ucrania, pero también de toda Europa.
Es más, los hechos del viernes hicieron caer el velo para muchos con respecto a lo que había pasado los días anteriores en la misma sala, con las visitas del presidente Macron de Francia primero, y la del primer ministro británico, Starmer, el jueves. Y más cuando los dos habían ido a hacer lo mismo, a intentar facilitar el terreno a Zelenski de cara a la reunión con Trump que se preveía compleja.
Y es que el contraste entre la tensión vivida con la reunión Trump-Macron y la aparente deferencia y cordialidad en la Trump-Starmer fue muy extraña, como impostada. Porque tratar mal a los franceses —cuando hasta ahora la relación personal Trump-Macron había sido moderadamente buena— y al mismo tiempo tratar con tanta cordialidad a los británicos —con un primer ministro de personalidad digamos que débil, y que ideológicamente está en las antípodas del trumpismo— no podía ser casual. Ni se podía deber exclusivamente al efecto que sobre Trump pueda tener una invitación del rey Carlos III a visitar el palacio de Buckingham.
Lo que escondía esta deferencia de Trump hacia Starmer es una estrategia sibilina para intentar separar el Reino Unido respecto de Europa. Ahora que el debate sobre los resultados desastrosos del Brexit empieza a hacer mella en la opinión británica, ahora que —a raíz de la situación en Ucrania— Starmer muestra interés en reforzar los lazos de seguridad con el continente; la Casa Blanca se mueve, saca a pasear la “relación especial” y pone una caramelito ante Downing Street para que este se lo repiense y frene.
Veremos si Starmer también cae en la trampa de Trump, o sabe evitarla. Hoy los principales líderes europeos se encuentran en Londres para hablar de defensa y para hablar de Ucrania. Europa ya no puede contar con Washington, y su famosa “autonomía estratégica” pasa primero por Ucrania, pero más adelante por organizar su defensa nuclear sin el paraguas norteamericano. Algo que solo puede hacer, hoy por hoy, con la plena implicación francesa y británica. Veremos si los líderes europeos estarán a la altura, y no se repite el fiasco de hace un par de semanas en París. Lo que está en juego es mucho, y las apuestas van fuertes.