La imputación penal contra Donald Trump es la primera que se produce contra un exjefe de estado norteamericano, y además, también, es la primera vez que algo así sucede en plena campaña hacia unas presidenciales. Unos hechos que tuvieron lugar en 2016 aparecen ahora, precisamente, cuando está en marcha el camino a unas elecciones que prometen ser intensas, puesto que bien supondrían un giro absoluto en la política norteamericana —de ganar Trump— y también, claro está, tendría consecuencias a nivel mundial.
Un jurado de Nueva York acaba de resolver la acusación formal de Donald Trump por un presunto soborno a una mujer, Stephanie Gregory, a la que supuestamente se le dieron 130.000 dólares a cambio de guardar silencio respecto a las relaciones sexuales mantenidas hace años. La mujer es más conocida como Stormy Daniels, su nombre "artístico" en la esfera del cine porno.
El pago se habría realizado por parte del abogado de Trump, Michael Cohen, durante la primera campaña a la presidencia en 2016. Según la acusación, Trump habría ingresado la cantidad señalada a Cohen cuando ya era presidente, y supuestamente se habrían señalado como "pagos por servicios legales", lo que podría considerarse una falsificación. Este es el hecho por el que se considera que se ha cometido un delito de falsedad documental, por no haber señalado expresamente el concepto "real" de esos pagos.
En principio, se trataría de un delito menor. Pero el asunto adquiere mayor gravedad si se quiere considerar que todo esto, en realidad, lo que pretendía era ocultar un escándalo que pudiera afectar de manera directa a la opinión de los votantes, por lo que de esta manera, se podría llegar a considerar que se habría vulnerado la legislación sobre financiación de campaña electoral, por haberse tratado de una "donación secreta e ilegal que tenía como objetivo beneficiar su imagen en campaña".
Precisamente por estos hechos, el abogado de Trump, Cohen, fue acusado en 2018. Concretamente, por violar las leyes de financiación de campaña electoral, considerando los fiscales federales de Nueva York que se estaban realizando pagos que equivaldrían a una ayuda "inadmisible para la campaña presidencial de Trump". Cohen se declaró culpable de esos cargos y por evasión de impuestos, cumpliendo condena en una prisión federal.
Cabe señalar que este no es el único asunto judicial abierto contra Trump. El Departamento de Justicia lo investiga por el intento de subversión electoral y su supuesta incitación al supuesto asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 (ese donde ahora se ha visto que los agentes de seguridad abrían pasillos y acompañaban como si estuvieran haciendo una visita turística a los "asaltantes"). También hay una investigación abierta sobre la retención de documentos clasificados en la mansión de Mar-a-Lago, en Florida, donde los fiscales federales evalúan si Trump tenía estos documentos de manera consciente y con intención de obstruir a la justicia (a Biden se le investiga por algo similar). Además, otra investigación abierta en el Estado de Georgia, investiga un supuesto intento de interferencia electoral y perjurio sobre las elecciones presidenciales pasadas.
Tampoco está de más recordar cómo se eliminó de un plumazo la cuenta que Trump tenía abierta en Twitter, censurando de manera escandalosa la voz del que entonces era presidente de los Estados Unidos. Una decisión absolutamente arbitraria, que ha dejado en evidencia los oscuros hilos que las compañías como Twitter o Meta tienen con poderes que les permiten saltarse la Constitución, los procesos legales establecidos e influir directamente en la opinión pública sin ningún tipo de rubor. Se ha conocido, gracias a la adquisición de la compañía por parte de Elon Musk, el entramado que existía durante la pandemia de Covid-19, mediante el cual, desde Twitter se procedía a silenciar, eliminar y participar en campañas de desprestigio de expertos en medicina, virología, periodistas e investigadores que no comulgasen con el "discurso oficial" proveniente de la administración Biden.
Como igualmente no conviene olvidar el escándalo sobre el ordenador portátil de Hunter Biden, hijo del actual presidente, que Trump denunció en campaña, y al que se acusó de difundir "fake news", etiquetando esa noticia como un bulo. El contenido del ordenador portátil de Hunter Biden mostraba, presuntamente, relaciones oscuras con oligarcas ucranianos; intereses directos en compañías en Ucrania (gas, biolaboratorios), así como otro tipo de material como fotografías y vídeos muy cuestionables sobre la vida privada del hijo del presidente. Lo que en un principio se señaló como "fake", resultó tiempo después tener muchos indicios de ser cierto, dejando en evidencia a diarios con reconocido prestigio que taparon la "bomba" de Hunter para no perjudicar a su padre en el proceso electoral.
Cabría preguntarse si el hecho de haber tapado las relaciones de la familia Biden con Ucrania, entre otras cuestiones que aparecían en ese ordenador portátil, pudiera considerarse también una forma de intervenir en la opinión pública en un proceso electoral. Sería lógico pensarlo, ya que está siendo el argumento que se emplea, de fondo, para el caso de Trump y la actriz porno. Trump exigió unas nuevas elecciones en diciembre de 2022 al destaparse la información sobre Hunter Biden a través de Twitter.
¿Por qué no ha estallado hasta ahora, justo en el momento en que Trump da el paso para las presidenciales todo este asunto? ¿Alguien con sentido común puede creerse que el hecho de llegar a un acuerdo con una actriz porno para que no ventile cuestiones íntimas de alguien público puede suponer un delito electoral? La actriz intentó vender la exclusiva de este "romance" al National Enquirer y el editor del medio fue quien avisó al entorno de Trump. Ahora, la actriz ha "roto su silencio", señalando que ella considera que Trump no debería ir a prisión por estos hechos.
Este asunto no tiene nada que ver con la política entendida entre simpatías o rechazos a los demócratas o republicanos. La política, en general, genera ya tanto asco para mí, que más allá de los bandos, debe estar la capacidad de poder evaluar los hechos y el juego sucio que se produce. Precisamente, López Obrador, actual presidente de México, señalaba que esto que le está sucediendo a Trump le recuerda mucho a lo que él mismo vivió. "Reitero y mantengo mi postura de que no debe utilizarse lo jurídico, los asuntos supuestamente legales, con propósitos políticos electorales. Por eso no estoy de acuerdo con lo que le están haciendo", ha señalado el líder mexicano después de conocerse la imputación de Trump.
Trump dio un discurso de 25 minutos tras conocerse la noticia de su imputación. Lo hizo el pasado miércoles y en su mensaje, una "bomba" detrás de otra. Se dirigió al público en tonos absolutamente apocalípticos, afirmando que "nuestro país se está yendo al infierno", describiendo Estados Unidos como un lugar asolado por la corrupción, el crimen y asfixiado por promover una absurda guerra en Ucrania, innecesaria, que precipita a los EE. UU. hacia su autodestrucción. Trump calificó a los Estados Unidos de "nación fallida", de "nación en declive".
Evidentemente, Trump ahora se presenta como el único salvador posible de esta catástrofe. Porque, obviamente, esto es el terreno de la campaña electoral y todo este asunto, a pesar de sonar realmente desafinado, está siendo aprovechado por el expresidente para sacar el mayor beneficio posible de cara a las elecciones
Evidentemente, Trump ahora se presenta como el único salvador posible de esta catástrofe. Porque, obviamente, esto es el terreno de la campaña electoral y todo este asunto, a pesar de sonar realmente desafinado, está siendo aprovechado por el expresidente para sacar el mayor beneficio posible de cara a las elecciones. De esta manera, no ha dudado un segundo en señalar a las élites responsables del actual estado de declive de EEUU: los demócratas, el FBI, el Departamento de Justicia, George Soros, Facebook, Twitter. Todos ellos habrían conspirado, según Trump, para utilizar un sistema legal corrupto con el objetivo de frustrar su reelección a la Casa Blanca. "No pueden vencernos en las urnas, así que intentan vencernos a través de la ley".
Hubo palabras también para el fiscal general, Bragg, que investiga el caso de la actriz porno, a quien Trump llamó directamente "criminal". Y afirmó que no había caso, y que el fiscal lo sabe. Y también hubo palabras para el juez que investiga el asunto de la actriz porno: se refirió a él como "un juez que odia a Trump, con una esposa que odia a Trump, cuya hija trabaja para Kamala Harris."
También hubo mensaje para el FBI, al que señaló de actuar de manera ilegal en el caso de los documentos clasificados encontrados en su mansión de Mar-a-Lago.
Se dirigió a la fiscal general, Leticia James, que investiga las supuestas prácticas fraudulentas de Trump en Nueva York, y dijo de ella que actuaba "como una racista, pero al revés" y que era una herramienta de los demócratas.
Para el fiscal general de Atlanta, que lo investiga por supuesto fraude electoral, también hubo mensaje: Fiscal General demócrata y racista.
Hubo, en definitiva, mensaje para todos aquellos que están investigando de una o de otra forma a Trump. Y el expresidente considera que se trata de una campaña orquestada contra él, con el único objetivo de imposibilitar que vuelva a ser reelegido en las próximas presidenciales de 2024. A juzgar por los resultados de las encuestas, lo cierto es que Trump está recabando cada vez más apoyos, a medida que Biden los pierde. A la familia Biden la describió durante su discurso como una "familia de criminales y sinvergüenzas".
Y como ya había señalado en otras ocasiones, la guerra de Ucrania está sumiendo a Estados Unidos en el ridículo mundial. Un conflicto que Trump asegura nunca se habría producido de estar él al frente de la Casa Blanca, y que, de "recuperar" su presidencia, terminaría en 24 horas. Acusó a Biden de provocar una estrecha relación entre Rusia y China y poner al mundo ante una tercera guerra mundial, provocando el riesgo de una batalla nuclear.
Analizando el discurso de Trump y el panorama actual, no cabe duda de que la causa abierta contra él por el supuesto soborno a la actriz porno que pretendía cobrar por una exclusiva para dañar a Trump en las elecciones, le está viniendo de perlas al expresidente. Le está sirviendo para tener un altavoz mundial, desde el que aprovecha para lanzar todos los dardos habidos y por haber contra una administración demócrata que ha conseguido sumir a Estados Unidos en una auténtica ciénaga.
Las encuestas publicadas esta semana muestran que Trump tiene ahora mismo una ventaja dominante sobre Ron De Santis, el otro candidato republicano, y también contra otros como Mike Pence y Nikki Haley, que no han logrado obtener prácticamente apoyos. Las primarias republicanas enfrentarán a De Santis, un declarado opositor a las medidas durante la pandemia, que ha conseguido poner contra la pared a la industria farmacéutica por las vacunas contra el Covid-19, y que ha conseguido poner en el centro de su discurso la defensa de las libertades de la ciudadanía ante el abuso evidente de las corporaciones supranacionales. Como candidato desde los demócratas con un similar discurso, acaba de postularse Kennedy, veremos qué espacio se prepara en este discurso crítico con la pandemia tanto desde el plano demócrata como del republicano.
Los analistas prevén que Trump pueda seguir cosechando distancia frente a DeSantis, sobre todo a medida que avance el proceso abierto por Bragg, porque si finalmente la acusación por el caso de la actriz porno decae, podría suponer el lanzamiento de Trump de manera fulgurante.
Más allá de la imagen que se ha querido vender de Trump, no cabe duda de que las acusaciones contra la Administración Biden, sobre todo en lo que tiene que ver con su política exterior, tienen fundamento. Y en mi opinión, conviene analizar lo que sucede más allá de las siglas de los partidos. Porque la batalla de fondo tiene mucho que ver con el lawfare, con el uso del sistema de los jueces para inmiscuirse en la política, y con el de los políticos que utilizan las leyes para hacer campañas electorales.