Hoy sábado está convocada una manifestación en la villa de Perpinyà para reclamar que las administraciones norcatalanas se impliquen más y mejor en la financiación de las escuelas inmersivas de La Bressola. Constituyen una red de escuelas inmersivas asociativas con carácter de servicio público. Por tanto, las familias de los niños y niñas no asumen el coste total de la escolarización y gran parte de presupuesto depende de las subvenciones públicas y de las ayudas que aportan los socios de la entidad, tanto en la Catalunya Nord como en el resto del país. La discriminación institucional hacia las escuelas catalanas queda bien patente si echamos un vistazo a los datos concretos y a las subvenciones de funcionamiento. Por ejemplo, la región Occitania destina 800.000 euros para las escuelas occitanas de la Calandreta, que tienen 4.000 alumnos, mientras que solo aporta 117.000 euros a La Bressola, que escolariza a 1.100 niños. La diferencia es manifiesta y evidente. En relación con el departamento de los Pirineos Orientales (que cambiará de nombre en breve, por cierto), la aportación a La Bressola es de 50.000 euros, una cifra que apenas representa el uno por ciento del presupuesto total de las escuelas. Si miramos a otro departamento con un caso similar, veremos que el departamento de Finisterre destina 800.000 euros al sostenimiento de la red Diwan de enseñanza en bretón, que tiene unos 4.000 alumnos. En este contexto injusto e inapelable, La Bressola solo reclama que las subvenciones públicas de las administraciones lleguen al 5% de su presupuesto. ¿Es pedir mucho? Creo que no.
Es habitual que el viajero catalán que visita la Catalunya Nord acabe con la sensación auditiva de que casi nadie habla catalán, allí. En realidad, hay más catalán de lo que uno pueda percibir; basta con hablar catalán con la gente y enseguida surgen las sorpresas positivas. En paralelo, el propio viajero puede tener la percepción de que la catalanidad está muy extendida y arraigada. Las villas norcatalanas están llenas de banderas, barretinas, burros catalanes y todo tipo de símbolos identitarios catalanes; a menudo folklorizados, pero están ahí. El catalanismo suave, si se puede llamar así, es un sentimiento muy generalizado en las comarcas del norte del país. Salvando las distancias, la situación puede recordar un poco al País Vasco, en el sentido de que en la Catalunya Nord se puede ser catalanista con un conocimiento escaso o nulo de la lengua catalana, del mismo modo que se puede ser abertzale hablando siempre en castellano. En cambio, en el resto de los Països Catalans, el sentimiento de identidad va íntimamente ligado a la lengua. Los que se reclaman catalanistas y nunca hablan catalán, en realidad, no son catalanistas y seguramente nos quieren dar gato por liebre.
En la defensa de la lengua y de la escuela catalana todo el mundo tiene un papel que jugar. Seas de donde seas, porque los Països Catalans son una unidad
En este contexto social y cultural, la labor de La Bressola, con siete escuelas y dos colegios, y con más de mil alumnos matriculados, tiene una importancia que va mucho más allá de las cifras estrictas de niños y niñas escolarizados en estos centros. En la Catalunya Nord, la red de escuelas de La Bressola son un referente tangible y concreto de lo que mucha gente comparte; son un punto de referencia y una prueba evidente de que existe otro futuro posible y distinto, una forma de vivir la catalanidad. Estas escuelas y sus alumnos son un muro contra la resignación y la frustración. Por eso hay decenas de familias que no obtienen plaza para sus hijos y quedan en lista de espera. Y es precisamente por eso que hay que ayudar a La Bressola, porque no es un núcleo resistencialista, sino un sistema educativo que funciona, con buenos resultados a la vista de todos y con demanda constante.
Por todo ello, y por ser una causa justa y honorable, hoy la manifestación de Perpinyà será un éxito. Quizás tú también estés. O quizás no podrás estar, pero te gustaría haber estado. Pero tanto si se va como si no, se puede apoyar a La Bressola siempre. En la defensa de la lengua y de la escuela catalana todo el mundo tiene un papel que jugar. Seas de donde seas, porque los Països Catalans son una unidad. Un día hablaremos de cómo nos han dividido, de modo que nos llegue a parecer que los problemas de los valencianos son solo de los valencianos, o de los mallorquines o de los norcatalanes. Y no es así. La lengua es de todos y a todos nos vincula. Como decía Bobby Sands en un contexto muy distinto, pero con un planteamiento muy válido en este caso, “ningún actor es demasiado grande o demasiado pequeño, nadie es demasiado mayor o demasiado joven, como para no hacer algo”. Pues eso.