Muy poco después de que empezara el espectáculo de la incompetencia y las mentiras, se puso en marcha la previsible pelea política entre unos y otros para intentar sacarse las culpas de encima. La catástrofe de la DANA ha pillado especialmente en fuera de juego a Alberto Núñez Feijóo, que no ha dejado de protagonizar movimientos tentativos, en ocasiones, espasmódicos, en otras, para intentar salir lo menos manchado posible por el escándalo valenciano. La obsesión de Mazón, Feijóo y el PP para centrifugar las responsabilidades resultaría grotesca si todo el asunto no fuera tan triste. La desvergüenza está siendo absoluta. Colosal. La desesperación por eludir las culpas es tan evidente, es de un tacticismo tan burdo, que no hace otra cosa que agudizar el enfado de la ciudadanía, y hacer todavía más profunda y oscura la decepción con la política y los políticos.
El penoso espectáculo se ha trasladado ya a Europa. El martes, Teresa Ribera, candidata a ocupar el cargo de vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Transición Justa, se examinaba ante el Parlamento Europeo. Es un trámite, o eso parecía, anterior a la formación del nuevo ejecutivo europeo encabezado por Ursula von der Leyen. Pero, lanzados a aprovecharlo todo, el PP decidió convertir la UE —no es la primera vez, ni será la última— en el escenario de la salvaje refriega española. Primero, Feijóo telefoneó a su colega Manfred Weber para intentar arrastrar a los populares europeos en su ofensiva y anunció que el PP votará en contra de la candidatura de Ribera —a la que han identificado como eslabón débil del Gobierno— a la Comisión Europea. Una vez ya durante el 'hearing' de Ribera en la Eurocámara, Dolors Montserrat, del PP, y Jorge Buxadé, de Vox, fueron a por todas. Son dos personajes energuménicos, que encarnan algunos de los peores rasgos de la política. Intentaron sin ningún tipo de freno ni escrúpulos, es decir, con el estilo que les es propio, hacer responsable a Ribera de la tragedia valenciana y, por extensión, a Sánchez. El motivo utilizado para intentar impedir que la actual vicepresidenta española ocupe un importantísimo puesto en Bruselas son los errores supuestamente cometidos por la AEMET (la Agencia Estatal de Meteorología) y la Confederación Hidrográfica del Júcar en el desastre de la DANA. Los populares también le reprochan no haber participado en un primer comité de crisis del Gobierno y que no tuviera agenda pública los pasados días 29 y 30.
El PP decidió convertir la UE —no es la primera vez, ni será la última— en el escenario de la salvaje refriega española
Dolors Montserrat bramó sin manías a Ribera que "a usted le correspondía evitar la tragedia". No se quedó aquí y llegó a insinuar que Ribera acabaría ante la justicia, a la vez que le preguntaba si se comprometía "a dimitir del cargo de comisaria si se ve involucrada judicialmente, para no arrastrar al descrédito a Ursula von der Leyen y al resto de comisarios". Montserrat y Buxadé reclamaban la cabeza de Ribera mientras se sucedían las noticias preocupantes, muy alarmantes en algunos casos, sobre los planes y los nombramientos que prepara Donald Trump. El nuevo mandato del republicano tendrá un fuerte impacto sobre la Unión Europea y sus miembros, lo que acrecienta la inquietud no solo sobre el futuro de Ucrania o las exportaciones a EE.UU., sino en especial sobre cuál debe ser la reacción europea para intentar evitar volverse cada vez más irrelevante. El asombro en el Parlamento Europeo ante el espectáculo de Montserrat y Buxadé fue completo. Los eurodiputados extranjeros —del resto de estados— estuvieron un buen rato sin entender exactamente qué narices estaba pasando. Estupefactos. Contemplando cómo los españoles —Ribera señaló al president Carlos Mazón como el responsable de los errores ante la gota fría— se lanzaban los muertos por la cabeza. Cómo el PP y Vox bregaban con todas sus fuerzas para impedir que una española ascendiera a un cargo de gran relieve en la UE.
Viendo también, por supuesto, cómo España se boicoteaba a sí misma, puesto que si finalmente Ribera es descabalgada, la influencia de España a la UE se verá muy mermada. Como suelen hacer también cuando la pelea se produce dentro de las fronteras españolas, la derecha y la extrema derecha nacionalistas, PP y Vox, no tardaron ni un milisegundo en olvidarse de su supuesto patriotismo. En el caso del PP, esto es particularmente grave, ya que es un partido de gobierno. Un partido que ha gobernado y tarde o temprano volverá a hacerlo. Cuando de salvarse se trata, cuando de enfangar al otro se trata, cuando de esquivar las responsabilidades propias se trata; cuando, en definitiva, se trata del poder, no hay España que valga. La desvergüenza lo domina todo. Desaparece cualquier miramiento o rastro de aprensión. La miseria en su sentido más extenso se impone. De aquel atributo antiguo y tan útil que era el honor —"Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo", dice el diccionario— no queda nada. Ni las cenizas.
El martes, finalmente, y a la vista de la desagradable bronca organizada por los españoles, los populares, los socialistas y los liberales europeos acordaron aplazar las votaciones de los distintos aspirantes a vicepresidentes de la Comisión. A estas alturas, el nombramiento de la nueva Comisión se encuentra en entredicho.