Yo creo que le ha pasado un poco a todo el mundo: a veces no hay forma de que una hoguera se encienda, es de noche y no puedes comprar más cerillas que las que hay. Se ha hecho tarde. Estás seguro de que entre las diez cerillas que te quedan y tu habilidad para configurar una pirámide de troncos y de papel de periódico bien oxigenada, podrás hacer que la llama no solo se encienda sino que, además, aguante. Pero van acabándose las cerillas, una tras otra, y cuando solo te queda una, la aprovechas a base de soplar: ya no queda otra opción que soplar, largamente, constantemente, hasta el punto de que ya no te queda ni el aliento ni la fe. Y justo en ese momento, cuando la fe está perdida, es cuando la brasa decide hacer combustión con la madera y transformar tu aliento desesperanzado en la última verdadera cerilla.

Pedro Sánchez ya no tiene cerillas. La única manera de que su legislatura se salve es por una decisión de última hora, un zarandeo radical en su dinámica que desmienta la infinidad de trapicheos que ha gastado para encender alguna lucecita en Junts. Lo único que puede hacer Pedro Sánchez es perder toda esperanza, dejar la legislatura por inútil y asumir que ya no tiene mayoría para nada. Solo entonces, y solo quizás, pueda haber algún giro de guion que pueda dar la vuelta a este destino más que cantado. Y este giro tiene que ser un giro, un movimiento radical, una metamorfosis de gran calibre que muestre que las palabras de Iván Redondo, constantemente referidas a “la mayoría plurinacional”, no son pura palabrería. No, no se trata de tomarse ninguna foto con Puigdemont. Ni con los embajadores. Ni de anunciar traspasos de la R1, ni de decir que se hace todo lo posible para cambiar el sistema de financiación. El PSOE (y el PSC) deben olvidarse de la letra pequeña del contrato y deben fijarse en su espíritu. En el preámbulo del acuerdo, en su justificación. Un texto que, aparte de señalar una metodología de verificación con mediación internacional, comenzaba con esta frase: "Una parte importante de la sociedad catalana ha protagonizado en los últimos años una gran movilización a favor de la independencia".

Es mentira que solo se pueda negociar con el PSOE; en la mesa de Suiza puede sentarse cualquiera que esté dispuesto a cumplir lo pactado

Únicamente el retorno al espíritu de estos antecedentes puede evitar que la posible hoguera acabe en pura humareda. “A pesar de las discrepancias estructurales que existen dada la distancia entre nuestros proyectos nacionales, estamos preparados para abrir una nueva etapa en la que, a partir del respeto y el reconocimiento del otro, se busque una solución política y negociada al conflicto. PSOE y Junts asumen que a partir del resultado de las elecciones generales del 23 de julio existe una oportunidad que tienen la voluntad y han de aprovechar de forma responsable”. El PSOE (y el PSC) deben decidir si ese espíritu se mantiene, o si prefieren simplemente ir arrastrando los pies hacia cláusulas que nunca se cumplen y acuerdos de compromiso. Tienen que decidir entre el espíritu de Zapatero y el espíritu de Marlaska, entre Suiza y Madrid, entre la plurinacionalidad y Pegasus. Ya no quedan cerillas y solo queda el aliento, es decir, el espíritu, es decir, la actitud con la que se afronta esta etapa. Para nostálgicos del 155, ya tenemos a PP y Vox. O lo que demasiadas veces es lo mismo, Salvador Illa.

Ni el PSOE debe alejarse de ese espíritu, ni sobre todo Junts debe alejarse de él: los de Puigdemont también corren el riesgo de quedar mareados con unos artículos que no tienen ningún sentido, ni siquiera con la más jugosa de las transferencias, si se olvida el espíritu del pacto. Y es que si se quiere solo ir a la concreción de cada punto del acuerdo, habría que recordar a ambos la disposición final con la que termina el texto, que sería la de la certificación de una brasa que no habrá acabado de encenderse nunca: "La estabilidad de la legislatura está sujeta a los avances y cumplimiento de los acuerdos que resulten de las negociaciones en los dos ámbitos permanentes señalados en el punto segundo". Se avecinan tiempos de inestabilidad, de frío y de turbulencias. Hay quien dice que fuera del PSOE no existe negociación que valga, porque todo es oscuridad y tiniebla. Pero es mentira: en la mesa de Suiza puede sentarse cualquiera que esté dispuesto a cumplir lo pactado. En el caso actual, la verdad es que no costaba tanto dar muestras de avances. Ha habido tiempo, ha habido muchas cerillas, muchas oportunidades. Ahora ya solo queda, como decimos en catalán, "llençar el barret al foc". Porque la oportunidad era "histórica", se nos dijo... y, por tanto, no haberla aprovechado, sin duda, también lo será.