Objetivo alcanzado. La diputada de Podemos Carolina Bescansa ha conseguido que todo el mundo hable de ella: de cómo ha llevado a su hijo al escaño, de cómo ha votado con él en brazos, de cómo le ha dado de mamar, de cómo un diputado anónimo ha escrito "el hijo de Bescansa" en la papeleta para escoger al presidente de la Cámara... Pero sobre todo ha conseguido abrir el debate. El debate sobre una madre que ha llevado a su hijo de seis meses a un puesto de trabajo que, al ser el Congreso de los Diputados, ha provocado una gran respuesta mediática.
¿Posturismo o reivindicación? ¿Espectáculo o concienciación? ¿Denuncia o normalidad? El debate es muy interesante porque tiene que ver con una situación nada resuelta en las sociedades modernas como es la conciliación de la vida laboral y familiar de las mujeres que deciden ser madres.
Se supone que sobre todos los temas hay que tener una opinión. Yo, si me perdona, sobre éste tengo dos. Resumidas serían: tengo tantos argumentos a favor del gesto de Bescansa como en contra, pero ganan los de estar a favor a pesar de tener uno muy grande en contra. Sí, porque encontraría todavía más interesante para el debate que el gesto lo hubiera hecho un hombre. Haciéndolo una mujer vamos a parar a aquello de que si una pareja está trabajando y un hijo se pone enfermo, quien se marcha normalmente del trabajo acostumbra a ser la mujer. O sea, que al final es ella siempre la que carga con la responsabilidad, como ha acabado haciendo hoy Bescansa. Incluso reivindicando, al final la imagen ha sido la de una "ella" y no la de un "él". Seguro que hay más de un diputado hombre con niños de la edad del hijo de Bescansa, pero a ninguno se le ha ocurrido hacer la reivindicación. Sí, ya sé que ninguno de ellos puede dar de mamar a la criatura pero, ¿estamos hablando de un gesto reivindicativo o de una necesidad real?
En el Congreso hay un servicio de guardería para diputados y funcionarios, pero las inscripciones se tienen que hacer en abril, cuando Bescansa ni siquiera tenía previsto ir en una lista electoral. Lo hemos sabido gracias al gesto y, de confirmarse, es una norma marciana.
¿Es bueno llevar los niños a la guardería (o con los abuelos) cuando son tan pequeños? ¿La madre y el padre tienen que escoger entre renunciar a poder estar con su hijo o trabajar? ¿No hay un término medio?
Bescansa, sin embargo, es una privilegiada. Ella puede llevar a la criatura al trabajo y no pasa nada. Sin embargo, ¿se imagina la misma situación con una abogada en un juicio, una conductora de autobús, una concertista de piano, una cajera de supermercado, una ejecutiva en un reunión de dirección o una presentadora de TV?
Y sobre este último ejemplo, una vivencia personal. Un servidor ha tenido en brazos a Diego, que es el nombre del niño en cuestión. Coincidí con los dos en un programa de TV. Mientras ella estaba en plató, una persona se hacía cargo... bueno, y el resto de los que pasaban por allí, que eran unos cuantos y unas cuantas, porque todos le decían cosas. Y allí también le dio de mamar, aprovechando un descanso publicitario y con un movimiento de gente que ni le explico. Y el niño ni se inmutaba. O sea, ella aquel día fue a la TV con su hijo como una cosa normal, pero no lo sacó por pantalla, cosa que sí ha podido hacer hoy en el Congreso. Por lo tanto, hoy su cotidianidad se ha convertido en reivindicación posible porque ha podido hacer lo que muchas mujeres no pueden hacer: hacer visible la realidad. Por eso lo ha hecho. Y, cerrando el círculo, por eso hablamos. Y por eso, al final, estoy a favor.
(FOTO: Iglesias con el bebé de Bescansa, junto a Errejón, en el Congreso / EFE)