Puigdemont se ha tirado en brazos de Xavier Trias en Barcelona. Y no exactamente a la desesperada. No es tener estómago, es sentido común. Por necesidad, sobre todo, sin duda. Los candidatos acalorados llevaban a Junts por mal camino. La anterior candidatura Upper nosurrender ya se estrelló. Y perfiles como Cuevillas habrían sido una bendición para Maragall, que es el adversario a batir para Waterloo. Trias no cuenta con el abogado laurista ni para cerrar la lista. Lo quiere muy lejos. Trias lo justifica con una mentira piadosa. "Cuevillas querría algún día liderar" dice el exalcalde, que perdió ante Colau. La verdad es que no lo quiere cerca porque le tiene tomada la medida y porque sabe que no aporta nada, ni un voto despistado.
Y, en segundo lugar, por convicción. "Es uno de los nuestros" se dicen. Es decir, de inequívoca trayectoria convergente desde que llevaba pañales. Como Puigdemont, vaya. Solo que Trias reivindica la camiseta convergente sin complejos y Puigdemont hace la comedia absurda de esconderla. No es el caso de Cuevillas. Venía de bastante más a la derecha por decirlo sutilmente.
Nada de lo que dice Trias conecta ni remotamente con el discurso oficial de los suyos. Y precisamente por eso le irá mejor que a su predecesora. No ganará. Pero pactará la Alcaldía con Collboni con la bendición de Waterloo, que tiene como prioridad que Maragall no sea alcalde. Claro que también es verdad que Trias es un tipo con personalidad y no un títere. Así que no se puede descartar que desafiara a Waterloo si se impusiera Maragall.
El caso de Trias podría tener una réplica con Jaume Giró, un hombre que también tiene criterio propio, como demostró en la consulta que forzó un airado Puigdemont para hacer salir a Junts del Govern.
Giró también es un perfil netamente convergente. Aunque nunca tuvo carné. Y con capacidad para atraer votantes más allá de la retórica acalorada (tándem Puigdemont-Borràs) que se estrelló contra Aragonès en febrero de 2021. Justo es decir, un joven Aragonès que iba desnudo, sin escolta de ningún tipo.
Giró proyecta una imagen solvente. Y, como Trias, podría pellizcar el electorado republicano. A Puigdemont —factótum incontestable en Junts— no le hizo nada de gracia que Giró liderara la campaña para seguir en el Govern, que era exactamente la posición defendida por Trias. Pero no se puede en absoluto descartar que lo indulte, sabedor como es que los candidatos de gesticulación mayestática tienen un techo electoral limitado.
Si bien es el adversario (de los hipotéticos) que más pupa podría hacer a los republicanos fuera del Govern, lo tiene complicado. Tampoco los Cuevillas y compañía lo pueden ver. Pero aquello que en último término pesará en el ánimo de Waterloo es un candidato electoral que mejore las expectativas. Y si este fuera Giró —o quien sea— será el escogido.
Al final, se dirán, también es uno de los nuestros. Tan convergente como Trias o (Puigdemont). La peor decisión de Convergència fue mutar de siglas para huir de la sombra de la corrupción. Un error y un síntoma de debilidad. Lo han demostrado PP y PSOE que han pasado por procesos peores y han sabido pasar página y aguantar la tormenta. Y por descontado, sin renunciar al legado de un líder como Jordi Pujol.