En Sant Pere de Torelló no han tenido un agosto normal. Cayó una gran granizada el día 2 y, desde entonces, que se dedican a arreglar los desperfectos. Dice el alcalde, Jordi Fàbrega, que han dado más de 600 licencias de obras exprés. Pero me ha llamado la atención que Fàbrega haya criticado que, más allá de lo que ha hecho el Ayuntamiento, no es de recibo que en agosto "se pare todo". Y todo significa la administración. Pese a reconocer una respuesta positiva tanto de la Conselleria de Territori como la de Educació, asegura Fàbrega que en la mayoría de administraciones "cuesta mucho encontrar a alguien". Ya era hora de que alguien lo dijera, aunque sea porque le toca sufrirlo. Tanto que dice que el país debe replanteárselo: “Entiendo los derechos laborales y la conciliación, pero no puede que en agosto paremos el país. Esto no ocurre en ningún otro lugar de Europa”.
Tiene toda la razón. Pero creo que lo tiene complicado, aunque el nuevo gobierno del PSC dice que quiere modernizar la administración. Será cuando regresen de vacaciones, eso sí, porque el gran símbolo de las vacaciones en agosto lo hemos tenido con el propio president de la Generalitat. El 133 Molt Honorable tomó posesión el 10 de agosto, dijo que ahora toca trabajar, trabajar y trabajar... y se fue de vacaciones, emplazando a su gobierno a una reunión el 31 de agosto en el tarradellista monasterio de Poblet. Yo no digo que Salvador Illa no merezca unas vacaciones, que seguro que las merece —e incluso está obligado, todos estamos obligados a ello—, pero el trabajo de president de la Generalitat debe ser el único que te permite firmar un contrato e irte de vacaciones. Generalmente, con una semana todavía no te las han ganado. Ironías al margen, lo cierto es que Illa se marchó un viernes a Lanzarote y ayer miércoles ya estaba en Rubí.
Es una imagen muy potente, e inédita, que el presidente del gobierno español y el president de la Generalitat de Catalunya compartan vacaciones de verano
El caso es que este inicio de presidencia ha sido un poco raro, sobre todo porque Illa no acudió al homenaje a las víctimas del 17-A. Pero me parece que la ausencia en la Rambla es tan evidente que no puede ser un error y debe estar perfectamente pensada. Y quizás, y sólo quizá, tenga que ver con considerar que el independentismo ha instrumentalizado, con razón o no, el atentado.
Pero, al margen del cuándo, lo interesante de estas vacaciones es el quién. Y el quién es el presidente del gobierno español, anfitrión en La Mareta del president Illa. Al margen de la amistad que tienen desde que vivieron codo con codo la crisis de la covid, es evidente que es una imagen muy potente, e inédita, que el presidente del gobierno español y el president de la Generalitat de Catalunya compartan vacaciones de verano.
Y aquí es donde deberíamos hacer un augurio, siempre mirando por el retrovisor, claro. ¿Serán tan amigos dentro de cuatro años Sánchez e Illa? Cuando José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall, primero, y José Montilla, después, coincidieron en la Moncloa y en la plaza Sant Jaume, aquello acabó como el rosario de la Aurora. Si el asunto de la financiación y otras demandas de autogobierno, que Illa seguro que exigirá, no salen bien —que es lo que suele ocurrir—, ¿seguirán pasando las vacaciones juntos? No lo creo. Pero, claro, depende del tiempo que aguante Sánchez en la Moncloa. Quizás un gobierno del PP acababa salvando la amistad, al menos la política, entre ambos.