En la localidad mallorquina de Llucmajor han inaugurado la calle del obispo Toni Vadell. Ya no es habitual dedicar calles a personajes religiosos, pero el obispo Toni era otra cosa. El primero que celebro es que no haya habido una campaña anticlerical por el hecho de que un consistorio decida dedicar una calle o plaza a una figura eclesiástica. El segundo aspecto a celebrar es que ha sido rápido, y eso permitirá que su memoria no se pierda y que quien pase por esta calle lo recuerde en concreto y no porque lo ha leído en un libro de historia. Tardamos demasiado en rendir honores a las personas.
Este joven obispo murió hace un año, con 49, a causa de un fulminante cáncer de páncreas. Unos meses antes de morir, en intercambios por mensajería instantánea, pude tener conversaciones con él sobre la vida y la muerte. Éramos muchos, los que debíamos aparecer en su pantalla de móvil. Y él era no solo reactivo, sino que escribía mensajes memorables, sobre el amor y el dolor. Era el obispo del amor. Durante la pandemia también habíamos compartido pantalla, y siempre era un placer oírlo. Parecía una persona muy sencilla. Pero no era simple.
Hay personas que son muros y personas que son vías.
Vadell era obispo auxiliar de Barcelona y tenía en sus competencias toda la pastoral juvenil. Vino un día de invitado a un Teotapes, una iniciativa que nos inventamos con los estudiantes y que consiste en llevar a un líder religioso a un bar a tomar algo, cenar, preguntar y compartir. Escogimos el bar del Espai Mallorca, y allí, entre sobrasadas, vino mallorquín, queso local y olivas, fuimos entrando en un espacio interior donde habitualmente no te paseas. El obispo Toni respondía sobre su pasado, sus amores, su vocación (ya de pequeño jugaba a decir misa) e iba dejando su entusiasmo en cada palabra. Realmente había una fuerza que no se puede explicar, en esta persona. No me extraña que le hagan ahora una calle, porque él mismo era una vía. Hay personas que son muros y personas que son vías. La muerte de una persona de menos de cincuenta años es lacerante, y la imagen de la madre del obispo Vadell, con los ojos cerrados, delante de su féretro, es un icono estremecedor. La vía Vadell es la vía de acompañar a las personas, de no dar sermones ni reñir, de acompañar e interesarse por ti, de ser sincero sin ser ácido. Es la vía amable que solo personas muy mayores de espíritu son capaces de encarnar.