Mi padre es de los pocos tenderos que quedan que nacieron en la misma tienda. Un hecho que mis abuelos no calcularon muy bien, ya que su nacimiento fue en plena campaña de Navidad, en la vivienda del mismo negocio. Este miércoles, Toni Falgueras ha cumplido 76 años y sigue haciendo lo que más le gusta: recomendar los vinos de km 0 que le gustan de todo corazón.
Antes de que yo naciera, apostó por el vino de calidad y dejó de vender vino a granel para diferenciarse del resto del barrio. Como antes en la campaña de Navidad se hacía exactamente un 80% de la facturación del año en un solo mes, a mí también tocaba trabajar desde bien pequeña. Ahora ya está más repartido y no hay tantos lotes a hacer, pero prepararlos fue uno de mis primeros trabajos. Yo ya estaba acostumbrada a hacer los deberes entre cajas de vino mientras mis padres y abuelos trabajaban en la tienda, y no se cenaba hasta que cerrábamos la persiana. Así, no es de extrañar que cuando me pedían la descripción en clase de qué había hecho el fin de semana (solo cerramos los domingos), acabara describiendo las puestas de sol con los aromas de un vino rosado. O que cuando alguien dijera mágnum, lo primero que se me pasaba por la cabeza era la botella de litro y medio antes del helado.
Un día que la tienda estaba muy llena, mi padre me pidió que vigilara porque alguien nos estaba robando las botellas más preciadas. Me compró una muñeca y allí me quedé sentadita, fingiendo que jugaba mientras vigilaba al supuesto ladrón. Y hacer de vigilante de seguridad podría decir que fue mi primer y exitoso trabajo: aquel diciembre, con menos de siete años, pillé al ladrón que se escondía las botellas bajo el abrigo.
El vino es una bebida totémica, pero la vida se tiene que aprender a disfrutar con otras bases
Recuerdo, como si fuera ayer, la Navidad de cuando tenía diez años. Era la primera en la que faltaba mi abuelo Vicens, el León de Sants, un hombre fundamental para entender la idiosincrasia familiar. Y de aquella triste Navidad, recuerdo la botella de cava que abrieron de mala gana mis familiares para seguir haciendo fiesta para los más pequeños. Al ir a brindar, a alguien le cayó una copa sobre la mesa. Mi madre lo tuvo claro. Mojó los dedos y nos manchó el frente. "¡Alegría, alegría!", exclamó, "esto es el yayo que nos habla", añadió.
Recuerdos hay muchos. Como aquel Sant Esteve casado con un xarel·lo envejecido pensando que yo haría aquel programa de televisión que finalmente no salió. O cuando Edu me vino a ver a Florencia con una botella bajo el brazo y le dije que me quería quedar a vivir en Italia... y cómo después de aquella garnacha y cariñena que me transportó mentalmente a casa, cambié de idea. O como aquella comida de Fin de Año en la que el predictor dio positivo y no pude probar aquel rosado de Trepat. El 25 de agosto nacería Leonardo con 37 semanas de gestación. O como el mágnum que abrí con mis amigos el día que, después de dos años entre embarazo y lactancia, ya podía beber mi vino preferido. O como cuando se rompió aquella copa llena de merlot y entendí que él nunca me sabría querer como yo necesitaba. Miro la foto de aquel Fin de Año antes de separarme, seguramente uno de los más difíciles y pienso que fingir que todavía éramos a una familia cuando ya se había roto fue un suplicio. Bebí más rápidamente aquella copa que las centenares que había bebido antes, un maridaje de ansiedad y tristeza, y decidí que si volvía a tener alguien con quien brindar sería porque mirábamos los dos en la misma dirección.
Este año también estarán los mejores en la mesa. Yo degustaré la exquisitez de una syrah decantado con notas de endrinas y de sotobosque. Mi pareja me mirará a los ojos y me sonreirá. "¿Está bueno?" Me pregunta siempre. "No te pierdes tanto", le digo, sabiendo que es una mentira piadosa. El vino es una bebida totémica, pero la vida se tiene que aprender a disfrutar con otras bases. Y así entre brindis, como quien no quiere la cosa, este 2025 la Bodega de Gelida cumple 130 años vendiendo vinos en Sants. ¿Hay otra mejor carta de amor al vino catalán que seguir poniéndolo en el centro de nuestras mesas y que sea parte de nuestra familia? ¡Pues sí, y es la fidelidad de hacerlo todas las Navidades! ¡Felices fiestas y mejores vinos!