En ciertos ambientes existe la falsa idea de que la ley de la oferta y la demanda es una imposición ideológica del liberalismo más ortodoxo. Me temo que les tendré que desilusionar. Querer atribuir la ley de la oferta y la demanda a Adam Smith como postulado ideológico es tan perverso como querer demostrar que Newton inventó la ley de la gravedad. Newton la descubrió, no la creó. De la misma manera, Adam Smith formuló con claridad que el precio de venta —o de transferencia en general— de las cosas no dependía de su valor, sino de lo que alguien estaba dispuesto a pagar. Ya sabéis de qué hablo porque, quien más quien menos, todo el mundo ha intentado alquilar o poner en alquiler una plaza de parking.
En Catalunya tenemos la oferta de pisos limitada desde hace años porque no se ha construido suficiente vivienda que absorbiera el crecimiento de la población y del turismo. Desde el 2006 hasta ahora, hemos pasado de 7 a 8 millones de habitantes, y los turistas han pasado de 15 a 18,5 millones, mientras que en los últimos doce años solo se han construido aproximadamente unas 130.000 viviendas nuevas. Si se dispara la demanda y se asfixia la oferta, no hay que darle muchas vueltas: los precios de alquiler y de venta suben.
Ha quedado ya lo bastante claro que el problema del precio del alquiler y de la venta de pisos en las grandes ciudades europeas no tiene solución, porque mientras haya movilidad sin restricciones, habrá un exceso de demanda
Pero entremos un poco más a fondo. Cuando hablamos del problema de la vivienda tendemos a pensar en el precio del alquiler de los pisos en Barcelona. Y es un problema especialmente grave para quienes tienen que vivir en las grandes ciudades. Ha quedado ya lo bastante claro que el problema del precio del alquiler y de la venta de pisos en las grandes ciudades europeas no tiene solución, porque mientras haya movilidad sin restricciones, es decir, mientras la gente de todo el mundo pueda elegir dónde vivir y trabajar, por ejemplo, en Barcelona, o en cualquier ciudad europea, o sencillamente venir a pasar unos días, habrá un exceso de demanda, porque en cuanto a oferta, o empezamos a construir en Collserola o no podemos generarla. Es un problema cuando quieres vivir en Barcelona a cualquier precio. Pero cuando eliminas esta variable y estás dispuesto a vivir en otro lugar, la cosa cambia. Alguien que trabaja en L'Hospitalet tarda casi el mismo tiempo para llegar a las 9 de la mañana desde L'Eixample que desde El Masnou o Vilanova i la Geltrú. Lo mejor es vivir donde se trabaja. Pero eso ya hace tiempo que no es siempre posible. La complejidad de vivir en el mundo civilizado occidental actual genera un conflicto de complejidades difícil de gestionar. Queremos combinar vivienda, escuela y trabajo como mínimo. Queremos trabajar de lo que nos gusta, vivir donde nos guste, que nuestros hijos vayan a la escuela que nos gusta, y que los sueldos nos permitan pagarlo todo. Tantas ofertas y demandas combinadas dan lugar a muchas frustraciones, porque nos tocará escoger. Si quieres alquilar pisos de 60 metros cuadrados por 500 euros y vives en la provincia de Tarragona, lo tienes bastante fácil. Por 600 euros ya puedes empezar a buscar por localidades a una distancia de 50 km de Barcelona. En Barcelona, en cambio, lo tienes mucho más complicado.
Las autoridades, muy acertadamente, han leído bien el problema: hay que aumentar la oferta de pisos. Ya es un primer paso que costará, porque se requiere mano de obra especializada y terrenos disponibles. Por desgracia, son dos cosas que se deben planificar, no se pueden improvisar. Otro problema es actuar sobre los precios limitando los alquileres especialmente en las "zonas tensionadas". De eso no se puede abusar, porque acabaremos con pisos fantasma en los que no se querrá invertir. Ya se ha hablado bastante de la evidencia de que quien hereda un piso solo tiene como opción buena venderlo. Sabemos, por lo tanto, cómo actuar a grandes rasgos sobre la oferta: construyendo más y moderando el precio del alquiler por decreto.
Ahora nos queda actuar sobre la demanda. Regular el flujo de inmigrantes es un tema espinoso y complejo, no entraré en ello. Pero sería una vía. Regular el flujo de turistas y expats, también. Y controlar la natalidad, también: en eso sobresalimos. Existe otro camino: podemos redirigir la demanda hacia poblaciones próximas incentivando el vivir en las poblaciones de segunda corona, las que están a menos de 50 minutos de las grandes ciudades. Podría ser una buena opción si funcionara Rodalies y tuviéramos un transporte público más eficiente. También está la opción del mundo rural. Es más comprometida, pero puede servir para gente decidida a vivir de otra manera.
Oferta y demanda son, en el tema de la vivienda, como veis, mucho más complejas de lo que parece. En definitiva, es demagógico, creo, hablar solo del problema de la vivienda sin hablar de toda la complejidad que lo rodea. Todo —construcción, regulación de alquileres, inmigración, turismo, transporte público, etc.— está interrelacionado. Hará falta que, más allá de las actuaciones a corto plazo, nos planteemos el problema de la vivienda desde una perspectiva más amplia y dediquemos esfuerzos a consensuar políticas más globales de largo plazo.