Probablemente, la mayoría de gente no da mucha importancia al ruido ambiental, porque acaba acostumbrándose a él. Eso no significa que no afecte al bienestar emocional y psicológico de las personas. Un ruido específico —el que viene del tráfico— es, según la UE, el factor ambiental más negativo para la salud, después de la contaminación atmosférica. La del ruido acaba siendo una contaminación casi imperceptible en la vida normal, un rumor de fondo. Ahora bien, ruidos hay muchos otros, que resultan más molestos que el tráfico por el hecho de ser puntuales: las fiestas en la calle (por ejemplo, los botellones), las salidas de las discotecas, las terrazas, los camiones de recogida de basura a las 4 de la madrugada, los macrofestivales musicales o el jolgorio de los perros en las zonas de recreo de estos animales. El ruido, en palabras de la Associació Catalana contra la Contaminació Acústica, es una tortura silenciosa. Por cierto, propia de los entornos urbanos, que cuanto más grandes y más masificados, peor.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera perjudicial para la salud un ruido de 53 decibelios durante el día y de 45 decibelios durante la noche. En la ciudad de Barcelona, donde se realiza un cierto seguimiento del tema, el tráfico es la primera fuente de ruido; la segunda, el ocio nocturno. Según la Agència de Salut Pública del Ayuntamiento, el 57% de los barceloneses están expuestos a un ruido del tráfico igual o superior al de la OMS. El ocio nocturno, según la misma agencia, afecta al 3% de la población barcelonesa. La incidencia del ruido es mayor en unos barrios que en otros (los líderes, el Eixample y Ciutat Vella, este último fundamentalmente por el ocio nocturno). La agencia también ha estimado que cerca del 13% de la población (210.000 personas) sufren molestias intensas por el ruido y un 4% (60.000 personas) sufren trastorno grave del sueño.

Coincidiendo con el Día internacional sin ruido (celebrado el pasado 24 de abril), se presentaba en Barcelona la Xarxa veïnal contra el soroll (Xavecs), que denunciaba sus altos niveles en la ciudad. Y que el problema no se atenúa, sino que va a más. Sostiene que hay que respetar el derecho al descanso y propone tolerancia cero por parte de quien tiene la capacidad reguladora, de control y de sanción, que es el Ayuntamiento. Que el tema ocupa, lo demuestra el hecho de que el Ayuntamiento mide los niveles de ruido en cada calle, pero que el tema preocupe ya es más dudoso, vistos los resultados, sobre todo de los ruidos no relacionados con el tráfico, como los indicados más arriba...

En cualquier ciudad con vocación de calidad de vida, el silencio nocturno debería ser un objetivo irrenunciable

En cualquier ciudad con vocación de calidad de vida, el silencio nocturno debería ser un objetivo irrenunciable. Sería lógico que los ayuntamientos establecieran una hora límite para las actividades molestas (Xavesc propone las 10 de la noche, que parece muy razonable), ejercieran el control, sancionaran los excesos y, sobre todo, que hicieran suyo el relato del respeto al descanso de los vecinos.

Aparte de las molestias que provoca, el ruido también tiene incidencia en otros ámbitos menos estudiados, como, por ejemplo, los precios de la vivienda. En un reciente estudio, los economistas Magagnoli y Tassinari han evaluado su impacto en un ejercicio realizado a partir de los mapas de ruido que ofrece el Ayuntamiento de Barcelona, y datos de anuncios publicados en el portal Idealista.com referidos al Eixample. La conclusión es que el nivel de ruido tiene un impacto negativo, que cuantifican en una reducción del precio por metro cuadrado del 1,5% cuando aumenta el ruido en 5 dB. En el caso de los alquileres, los precios son un 0,8% más bajos.

Es cierto que el problema no es nuevo ni es fácil de resolver. En la Roma de Julio César (antes de Cristo), por la noche, la ciudad era un guirigay por el tráfico de carros. La razón era que el emperador, por motivos de seguridad de los peatones, prohibió su circulación durante el día, de modo que el transporte rodado circulaba durante la noche, con gran estruendo causado por las llantas de hierro y las calles empedradas... Para desesperación de los habitantes, que intentaban dormir entre el ruido de los carros y los gritos de los carreteros.

Hemos avanzado, pero todavía hay mucho camino por recorrer.