Del show de Trump al de los ultras europeos, todo mensaje del cónclave de los autollamados patriotas ha ido del falso dilema, a la mentira o la contradicción. Santiago Abascal se ha escondido en “el gran arancel” de Bruselas para no responder a la guerra de aranceles real. Sabemos que en realidad los apoya, pero no se atreve a decirlo. Los del aluminio y el acero impactarán en la siderurgia española y cualquier otro arancel lo hará en el comercio exterior, en las cadenas de suministros, en los agricultores y ganaderos y es muy probable que afecte a la inflación. Ese “un poco de dolor” que ha anunciado Trump para los suyos será mucho dolor en las malogradas cuentas de la agricultura nacional.
La tediosa burocracia europea a la que alude VOX es la coartada para impulsar la desintegración de la UE como la conocemos. No tienen modelo alternativo al reparto de fondos, donde van los impuestos de los Estados miembros y de los que España recibe más de lo que aporta, en concreto, 2.000 millones de euros, sumado a los fondos de recuperación. El lobby de Von der Leyen, como lo llama Abascal, es la enmienda a la totalidad de la UE y el sí total a Trump. La política radical antimigratoria pasa por el mismo modelo, sí a los tecnobros —pakistaníes o indios como cantera de las grandes tecnológicas— y deportaciones a las cárceles de Bukele como desprecio a los tratados de derechos humanos y el orden global. No ha dado resultados en la Italia de Meloni, donde los centros de internamiento en Albania siguen vacíos con las deportaciones paralizadas por la Justicia, ni los dará en EE. UU.
La tan proclamada libertad se traduce en mordaza en el programa electoral y en la trayectoria de su principal socio europeo, Viktor Orbán. Los últimos informes del Parlamento Europeo señalan la vulneración de la separación de poderes, la desprotección de las minorías, la prohibición a la libertad sexual, o la presión a las universidades y el librepensamiento del primer ministro húngaro. En el cónclave ultra, Abascal asumió en primera persona la decisión de irse al grupo de los patriotas en Bruselas. Lo hizo el día que Orbán se fotografiaba en el Kremlin. Por eso es de una incoherencia insalvable que María Corina Machado se sumara a la cumbre ultra. No se puede apoyar a la ultraderecha en pro de la democracia y hacerlo junto a Viktor Orbán, el amigo europeo de Putin, precisamente el régimen que sostiene a Maduro.
Si Abascal sigue absorbiendo toda la atención, puede aspirar también la intención de voto del PP. Ojo a las transferencias, si ahora están paralizadas, pueden dar otro giro a la derecha ultra
Solo hay un hecho cierto en el discurso de VOX. Avanza en intención de voto y afiliaciones. Sin embargo, en su momento álgido, en pleno impulso trumpista, no sube del 14% en ninguna encuesta. Ese es su techo y también el dique del PP que, también según las encuestas, no termina de activar las transferencias de voto a izquierda o derecha. La ola conservadora está aquí —en la última encuesta de 40dB rozaba el 50%—. Feijóo todavía tiene una ligera oportunidad de aspirar a desarmar el bloque de VOX. De momento, lleva varias series bajando en apoyos mientras Abascal sube en escaños gracias a la abstención y al voto joven masculino.
Las elecciones de Alemania en 12 días pueden ser el fin del mito y la descomposición del cordón sanitario en Europa. Como en las últimas elecciones francesas, el resultado no está escrito. Pero la realidad es que VOX está crecido —aun con su techo— y la actitud de partido muleta del PP ha desaparecido. El PP ha decidido ponerse de perfil y no confrontar. Y en las encuestas, se estanca. Para su portavoz, Borja Sémper, la postura es “calma, calma”, como decía este lunes. Con la que hay liada, el portavoz popular asegura que no se posicionarán sobre Milei, Orbán o la ola ultra. Un partido de gobierno elige evitar marcar su posición de gobierno. Igual el estancamiento va por ahí. Y en su incapacidad para absorber parte de la atención que va a VOX, puede pasar como con Trump. Si Abascal sigue absorbiendo toda la atención, puede aspirar también la intención de voto del PP. Ojo a las transferencias, si ahora están paralizadas, pueden dar otro giro a la derecha ultra.