"Wow", silbaba Elon Musk en su tuit, respondiendo a la información que afirmaba que un 91,67% de la gente encarcelada por violación en Catalunya son extranjeros. A esto, el president Illa se limitó a decir que su gobierno "no permitirá" que se utilice el nombre de Catalunya para esparcir discursos de odio y que el momento actual "demuestra la fragilidad de las democracias: la democracia es de la ciudadanía y no podemos permitir que caigan en manos de multimillonarios de la tecnología, aliados de la ultraderecha". Illa perdió una ocasión de oro para desmentir las afirmaciones de Musk, para elogiar el sistema penitenciario catalán y sobre todo para sacar pecho del sistema de "convivencia, concordia, diversidad y democracia ejemplar" en Catalunya. No lo hace porque no puede hacerlo, y porque la situación sociopolítica en Catalunya requiere muchos más "Wows" por parte de Elon Musk o de cualquier observador internacional. Incluidos los de Suiza.

"Wow", todavía hay un presidente catalán en el exilio. Y está ahí después de la persecución judicial y policial a todo un gobierno entero por razones políticas (como el propio Consejo de Europa demostró en su asamblea). Esto nunca ha sucedido en la pérfida Rusia, por ejemplo, o en la Italia de Meloni, o en Estados Unidos cuando gobernaba Trump. No ha sucedido en ninguna otra parte del mundo, que una votación democrática acabe con más de 1.000 heridos por porras, con cientos de casos judiciales abiertos, con toda una maquinaria del Estado forzando la ley, saltándose el Código Penal, inventando violencias atmosféricas, haciendo informes policiales falsos, señalando terroristas y traiciones inexistentes, conchabándose con la prensa para esparcir cuentas corrientes falsas o pactos fantasiosos con la mafia rusa, promoviendo órdenes de extradición ilegales, embargando propiedades discrecionalmente con tribunales administrativos no independientes, suspendiendo la autonomía con el 155 para poder acentuar la persecución y castigar al territorio díscolo, espiando a políticos y periodistas y activistas con herramientas informáticas mucho más peligrosas y maléficas que cualquier tuit en la plataforma X. "Wow", Elon. "Wow", president Illa: ¿qué hizo usted durante estos años? ¿En qué lado estaba? ¿En el de la "concordia" y la "democracia"? ¿En qué manifestación estaba, y qué partidos participaron?

"Wow", president Illa: ¿qué hizo usted durante estos años? ¿En qué lado estaba? ¿En el de la "concordia" y la "democracia"?

Lo mismo para el flamante nuevo presidente de CIDOB, Josep Borrell. "Wow", el desinfectador. El ministro de Exteriores español que se levantaba de las entrevistas en las televisiones alemanas cuando le preguntaban sobre Catalunya, incapaz de encontrar respuestas de mínima calidad democrática. El que ahora viene a las radios catalanas a denunciar la deriva autoritaria a nivel mundial, pero que miró hacia otro lado frente a los abusos judiciales contra independentistas. Ahora nos dice que la democracia mundial está en peligro, después de haber sido alto representante de la UE para Asuntos Exteriores en una Europa en la que la extrema derecha crece imparable y que no puede dar lecciones de moderación a Estados Unidos ni a Rusia. De hecho, no es culpa solo de él: Europa se desentendió del caso catalán de una forma tan vergonzante que pareció casi un vaticinio del actual colapso de las democracias que la componen. Europa tenía la oportunidad de responder a la demanda de un pueblo y decidió responder con el silencio. No es raro que las mesas actuales de negociación, más o menos eficaces, se encuentren fuera del territorio de la UE.

"Wow", Trump quiere Groenlandia. Pero añadimos que en todo caso esto deberían decidirlo los groenlandeses, como también algunos aún nos preguntamos si una parte de Ucrania debería poder votar si quiere formar parte de Rusia o no, en lugar de ser objeto de disputa bélica entre dos potencias. Nos hablan de diálogo y concordia, pero el voto de los habitantes es lo que menos cuenta: cuenta el interés geoestratégico y militar. Si esto es así, quizás los catalanes deberemos hacer jugar nuestra posición y nuestro interés para poder hacernos valer ante Trump y Putin, aparte de hacerlo valer también para la propia Europa. El mundo ha entrado en subasta y es una nueva oportunidad para Europa de fijarse atentamente en las regiones que reclaman su autodeterminación: Escocia y Catalunya, principalmente, que no tienen un interés geoestratégico menor. La vía catalana proponía la decisión pacífica, popular, en votación. No se le hizo caso, se permitió la reconquista española por la fuerza y ​​ahora todo el mundo se alarma por las derivas autoritarias en Oriente y Occidente. Que no se extrañen, pues, si Catalunya acaba también abandonando la estrategia del buenismo del voto popular: nosotros también sabemos negociar con el mejor postor. Puede ser Oriente, puede ser Occidente o puede ser la propia Europa. Todo es posible. Porque quien seguro que no está apostando fuerte por ganarse nuestro respeto, desde hace muchos años, es España.