Dijo Felipe González, en otra época líder, por lo visto, socialista, que al Estado es necesario defenderlo también en las cloacas. Por descontado, a algunos de sus más afines colaboradores (disculparán que no vaya más allá mientras no haya pruebas) les enseñaron bien la lección. Recuerden a los GAL.
Se institucionalizó entonces un sistema corrupto basado en la Ley de secretos oficiales y en los fondos reservados que podían, quizás, tener un sentido ante una amenaza exterior o del magmático terrorismo islamita. Para ser más precisos, cristalizó bajo una formal y nunca ejercida supervisión parlamentaria el sistema del primer ministro de facto franquista, Carrero Blanco.
Pasó la crisis de los GAL con penas muy cortas de prisión para los principales delincuentes confesos, Barrionuevo y Vera. Bastantes años después, un gobierno fundamentado también en otra mayoría absoluta de la otra rama del bipartidismo dinástico, el PP, generó un equipo policial con sus antenas mediáticas para desprestigiar a los principales líderes entonces del soberanismo catalán (2014 - 2015) coincidiendo con la convocatoria de la consulta ciudadana que el president Artur Mas convocó para el 9-N del 2014. Pretextaron en falso delitos de corrupción (nunca acusados formalmente) al entonces president y al alcalde de Barcelona Xavier Trias. Gran parte de la derrota electoral de éste en favor de la alcaldesa Ada Colau en mayo del 2015 se explica en esta reacción policial de los sumideros del Estado. ¿Recuerdan aquella conversación del entonces ministro del Interior con el comisionado anticorrupción del Parlamento conspirando contra la sanidad y el bienestar catalanes porque después "la fiscalía te lo afina"?
Espiar y desprestigiar a partidos legales rompe las reglas de juego democráticas y desprestigia al Estado
Pablo Iglesias descubrió cómo juegan los sumideros del Estado y parece que se arrepiente ahora de liquidar el potencial de transformación que tenía el movimiento 15-M, para consolidar un proyecto personalista, piramidal y españolista en lugar de hacer conectar el progresismo español con las fuerzas soberanistas y territoriales del Estado. La verdad es que cuando espiaron y desprestigiaron a otros, calló como una tumba.
En una democracia hay que luchar judicialmente y policialmente contra sus enemigos, que sólo son los que quieren acabar con las libertades violentamente. Pero espiar y desprestigiar a partidos legales (sea Podemos, sean los partidos soberanistas catalanes y, hoy o mañana, los gallegos o vascos) rompe las reglas de juego democráticas y desprestigia al Estado. No obstante, lo que más inquietud genera es la normalidad con la cual millones de españoles miran el hecho probado que decenas de millones de euros destinados a tareas de protección ciudadana (policía, información y contrainformación...) sean despilfarrados en perjuicio de opciones legítimas y democráticas para favorecer las fuerzas seguidoras del deep state. A las fuerzas seguidoras de la Corona que son cuestionadas por las fuerzas políticas espiadas.