Tengo la impresión, ahora que ya llevamos unos días de campaña y varios meses de precampaña, que si los partidos independentistas, además de plantear un referéndum de independencia y la amnistía —que, por cierto, en esta campaña se oye menos que nunca— fueran capaces de aterrizar propuestas concretas de calado, accederían a una parte de sus votantes que van a votar a los socialistas o a los populares y, quizás, aunque es más difícil, a aquellos que les han dado la espalda y que esperan desde la lejanía, que con su gestión de estos últimos años se estrellen en las urnas el próximo 23 de julio.
No se trata de volver a la política autonomista de la que el espacio independentista pasó página con el procés y ha pagado un alto precio en cuanto a exilio y prisión, pero, sobre todo, con una represión policial y judicial que tiene a cientos de personas pendientes de diferentes tribunales. Si no de que en el mientras tanto, los votos en el Congreso sirvan para alguna cosa realmente de calado.
De eso también va la política. De plantear una lista realizable y concreta sin la cual no haya votos independentistas para la investidura de un presidente del gobierno. Obviamente, se tiene que dar esta oportunidad aritmética, pero después se tiene que ir a por todas. Si hay algún sitio donde este tipo de juego se entiende es en Madrid, ya que la presidencia del gobierno lo vale todo para un político, porque las oportunidades pasan cuando pasan y si no se aprovechan, vaya usted a saber.
Si no, que se lo pregunten a todos aquellos que se han quedado por el camino esperando a sacar un rédito político del no. La experiencia enseña que el beneficio se obtiene de un buen sí negociado y acordado al límite, si tu fuerza es imprescindible. Pongo un ejemplo: ¿traspaso de Rodalies inmediato, competencias exclusivas en educación para blindar la escuela catalana, cumplimiento obligatorio de la disposición transitoria del Estatut, permanentemente incumplida, que obliga a que el porcentaje de inversión en infraestructuras se corresponda con el porcentaje de población de Catalunya, una ley que obligue a traspasar a Catalunya todo lo que no se haya invertido de los presupuestos generales del Estado, ley de amnistía o similar que cierre todos los procedimientos judiciales abiertos con los independentistas y pacto fiscal entre el Estado y Catalunya valen una investidura?
Todo el paquete, claro está, no una selección de entre las más fáciles. Ese podría ser todo un reto para el independentismo y, a lo mejor, una manera de atraer los votantes que hoy no tienen. Los discursos necesitan algo más para hacerse un espacio en una campaña electoral tan españolizada.