Ayer se produjeron dos hechos relevantes: la reunión en Waterloo entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras y el aplazamiento de la decisión, por parte de la Mesa del Congreso de los Diputados, sobre si califica o no la cuestión de confianza a Sánchez. Existe un elemento que se desprende de ambos encuentros: la necesidad por parte de sus protagonistas de disponer de tiempo. Tiempo para rehacer unas relaciones muy dañadas, en el caso de los independentistas; tiempo para negociar, en el caso de los socialistas.

Uno de los mantras más repetidos por muchos sectores del independentismo es que, si queremos volver a hacerlo, habrá que aprender de los errores cometidos en 2017 para intentar no repetirlos, pero esto convive con la idea de renovación total de los liderazgos. Parecen dos ideas contradictorias si se aplican al cien por cien. En cambio, sería razonable aplicarlas conjuntamente en su justa medida, sin olvidar que la política la realizan los partidos, y los congresos de Junts y Esquerra han hablado. Nunca hablan al gusto de quien lo analiza con hostilidad al movimiento, ya que si se trata de una victoria muy amplia, como ha ocurrido en Junts, la idea es que es un partido personalista, pero si la victoria es ajustada, caso de ERC, es un partido dividido. Sea como sea, las bases han escogido el liderazgo de Junqueras y Puigdemont para el reto de rehacer la estrategia del independentismo después de que no se haya alcanzado la independencia, la fuerte represión, las peleas y la pérdida de la Generalitat.

Me parece bien que quien acometa la tarea de aprender de los errores cometidos sean dos de los principales responsables de aquel momento

Que la foto sea la de los mismos líderes de 2017 no significa que no haya renovación en los partidos. No la hay en la cúpula, pero supongo que quien más y quien menos ha ido incorporando nuevos perfiles —¡y nueva energía!— en las direcciones. Yo nunca he defendido la renovación por la renovación; la juventud como un valor absoluto; la novedad como garantía de éxito. Ya se ha visto cómo ha terminado la nueva política iniciada en 2010 o la renovación de cargos cada cuatro años de la CUP, por ejemplo. Estando de acuerdo como estoy en que hay que aprender de los errores cometidos en el año 2017, me parece bien que quien acometa esta tarea sean dos de los principales responsables de aquel momento. Son quienes mejor los conocen y me parece incluso generoso.

Que al primer líder que visite Oriol Junqueras tras ser elegido presidente de Esquerra sea el president Puigdemont está bien. Las peleas entre partidos, a menudo reflejo de la situación personal entre los líderes, fueron un error. Que del encuentro se nos explique que existen diferencias entre las organizaciones —sin descalificaciones— pero que también hay coincidencias de "interés por el presente y futuro del país" está bien. La unidad no deseada y el borrado ideológico fueron un error. Que el acuerdo que hacen público sea la necesidad de encontrar "espacios de coordinación" para iniciar "una nueva etapa" del independentismo, está bien. Puesto que el "tenemos prisa" como argumento político fue uno de los errores más graves del año 2017.

Veremos cómo avanzan. Y veremos si el conjunto del independentismo da a sus líderes políticos una nueva oportunidad. A principios de año, Òmnium ya pedía ponerse a trabajar para la construcción nacional y abandonar definitivamente la queja. Yo atribuyo mucho más el descenso electoral del independentismo a las peleas entre partidos y la falta de soluciones a los problemas complejos que tiene el país que a cómo fueron las cosas en 2017. Una parte de esto deberá resolverse en Madrid. Cómo se actúe allí será clave para ver si las cosas van en serio. Ayer el PSOE no se atrevió a tirar millas ante la amenaza de Junts, y la Mesa del Congreso ha intentado ganar tiempo para que se pueda negociar. Está bien, ya no tenemos prisa, queremos resultados.