Ni el cambio de nombre por el de valle de Cuelgamuros ni la exhumación de Francisco Franco. Su significado sigue siendo el mismo. Los gestos han sido hasta ahora superfluos y el Valle de los Caídos sigue siendo visto como un lugar de culto falangista y como una humillación a los perdedores de la guerra civil española, el bando republicano. Nada hace pensar que una de las noticias que marcó la semana pasada, la exhumación de José Antonio Primo de Rivera, modifique la visión que tienen los ciudadanos del Estado del monumento franquista. España tiene más de 12.000 deberes pendientes en este mausoleo: el número de víctimas de la guerra no identificadas que están enterradas.
Los datos son los siguientes: en el Valle de los Caídos están los restos de 33.800 víctimas de la guerra civil española. De estas, 21.400 han sido identificadas, pero todavía hay 12.400 sin nombre. Hay otra cifra sobre la mesa. Las familias de 121 víctimas enterradas en el monumento han pedido su exhumación. Se calcula que el Gobierno inicie en las próximas semanas los trabajos para retirar sus restos.
"De los deberes pendientes en el Valle de los Caídos, el primero que se tiene que hacer es exhumar a los republicanos que han sido reclamados por sus familias", declara a ElNacional.cat Alejandro Quiroga, profesor de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, en referencia a estas 121 víctimas. Para él, también hay que respetar las solicitudes de exhumaciones de víctimas del bando franquista, pero las republicanas son prioritarias. De hecho, hace unos días la Asociación de Familiares para la Exhumación de Republicanos del Valle de los Caídos denunció falta de voluntad del Gobierno por sacar adelante esta retirada de restos del monumento franquista.
La presidenta de la entidad, Silvia Navarro, lamentaba, cuando menos, que retirar los restos del dictador Francisco Franco o del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, se ha hecho en un abrir y cerrar de ojos; mientras que las exhumaciones de víctimas republicanas se hacen rogar demasiado. No obstante, el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, afirmaba la semana pasada en declaraciones en la cadena SER, que las criptas ya están abiertas y que se está procediendo a ventilar la zona para que los trabajadores puedan operar con las mejores condiciones posibles.
El interior del Valle de los Caídos, una chapuza
Sea como sea, si se quisieran exhumar todos los restos que hay dentro del Valle de los Caídos, la tarea sería de una complejidad extrema, casi imposible de ejecutar a la perfección. En 1959 empezaron a trasladarse restos de víctimas hacia el monumento franquista. Estas se introdujeron en ocho criptas. Y, desde entonces, contadas personas han tenido acceso a su interior. Hace 13 años, un equipo de forenses entró y encontraron un caos: muchas maderas que contenían los huesos se habían empezado a descomponer, provocando que los restos de varias personas se mezclaran; incluso las que provenían de diferentes regiones del Estado.
La amalgama de huesos se mezcla con aguas freáticas y un importante estrés térmico. De hecho, durante todos estos años los benedictinos han vaciado fosas que se habían inundado y han recolocado los restos en otros lugares, sin ningún control ni aval de especialistas o forenses. Hay que decir, también, que el Ministerio de Justicia calcula que de los millares de cuerpos que hay dentro de estas criptas, 28.000 son del bando franquista.
Casi imposible de resignificar
¿Pero, a pesar de la lista inacabable de obstáculos, es imposible resignificar el monumento franquista? "Es muy difícil y hay demasiados problemas", admite Quiroga. El profesor de la Complutense explica que hay una larga lista de motivos que dificultan enormemente conseguir que el valle de Cuelgamuros deje de ser un lugar de culto franquista. "En primer lugar, por su propia naturaleza," asegura.
Es decir, hay una diferencia muy grande entre el Valle de los Caídos y Auschwitz que hace que un lugar sea más sencillo de resignificar que el otro. Es, sencillamente, el objetivo por el cual ambas cosas fueron concebidas: uno de ellos fue un campo de concentración, mientras que el otro ha sido, desde el primer momento, un lugar de conmemoración de los vencedores de una guerra, de humillación a los perdedores y de celebración de la dictadura. "Se construyó para todo el contrario" de lo que tendría que ser hoy día, indica el historiador.
Y hay otra cosa: la Transición. "Resignificar ahora, en 2023, también complica las cosas", asegura Quiroga. Para él, todo habría estado más fácil si el franquismo hubiera sido derrotado militarmente, como el fascismo italiano o el nazismo alemán. "En el caso de Portugal, como mínimo, hubo una revolución", añade. Pero "España es diferente" y se traga una dictadura de 40 años y después una Transición "pactada entre las élites franquista y democrática".
Ante tantos obstáculos, surge una pregunta: ¿la destrucción del Valle de los Caídos es inevitable? Quiroga apuesta por intentarlo hasta el último momento, y apostar por una resignificación del monumento franquista. Ahora bien, admite que las dificultades son enormes, y que "las alternativas que quedan no son muchas". "No hay una salida sencilla y es un monumento que se puede destruir desde el momento que se concibió como una celebración del franquismo", sentencia.