"Somos perfectamente conscientes de cuáles son los números en el Congreso de los Diputados", señalaba esta semana la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. Se le preguntaba si temen que las elecciones en el Parlament de este domingo puedan sacudir las placas tectónicas del hemiciclo ubicado en la madrileña Carrera de San Jerónimo. Hay una cierta calma tensa en la Moncloa, porque Pedro Sánchez depende absolutamente de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana en la cámara baja. El rompecabezas catalán, con piezas tan complicadas de encajar entre ellas, puede poner en jaque la estabilidad del ejecutivo de PSOE y Sumar.
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La gran pregunta es qué incentivos pueden tener Junts y ERC para continuar ligados a la gobernabilidad española si uno de ellos (o los dos) quedan fuera de la gobernabilidad catalana a causa de la hipotética entrada del PSC en Palau. Sin embargo, el PP está convencido de que, si hace falta, Sánchez sacrificará el futuro de Salvador Illa para garantizar su continuidad en la Moncloa. Desde Génova, hace días que repiten que el futuro Govern de la Generalitat se decidirá "desde Madrid" y estará totalmente condicionado al tejido de pactos que tiene que permitir a los socialistas alargar la legislatura española.
Las quinielas de la Moncloa
En la sala de máquinas de Pedro Sánchez hay grandes estrategas, pero no hay ninguna bola de cristal. Todavía hay dudas sobre cuál puede ser el juego de alianzas posterior al 12-M. Se producen, incluso, discursos aparentemente contradictorios. El único punto de consenso en la órbita socialista es que es más factible un acuerdo PSC-ERC que no PSC-Junts. Porque en la Moncloa ven a estas alturas a Aragonès igual de dispuesto a investir a Puigdemont que a Illa como presidente de la Generalitat. Miembros de la cúpula del Gobierno admiten que "cuesta visualizar" un pacto PSC-Junts. En cambio, el entorno de José Luis Rodríguez Zapatero es más optimista, y declara a ElNacional.cat que, si el PSC "negocia con mucha cura", será capaz de generar la argamasa que permita acuerdos también entre el PSC y Junts.
Sea como sea, el PSOE señala en público y en privado que el PSC tendrá "autonomía" en las negociaciones con el resto de grupos parlamentarios una vez ya se haya constituido el nuevo Parlament. Lo que queda claro es que todo el mundo ve el tablero político catalán envenenadísimo. Por eso desde el Gobierno reiteran desde hace semanas que si los independentistas son incapaces de articular una mayoría, Salvador Illa tendrá que ir en busca de abstenciones de ERC y/o Junts para entrar en Palau. Descartan, ahora mismo, la reedición de un tripartito porque creen que no hay interés ni en el PSC ni en ERC.
El entorno de Pedro Sánchez opina que es imprescindible que el independentismo no sume mayoría absoluta con el fin de preservar su estabilidad en el Congreso. Este elemento, sumado al de una victoria del PSC, permitiría insistir en la idea de que Junts y ERC tienen que aceptar que Catalunya ha pasado página, que el mandato del pueblo catalán es otro, y que las dos formaciones pueden mantenerse ligadas a la gobernabilidad española a cambio de contrapartidas. Al fin y al cabo, en Madrid, en las conversaciones informales entre periodistas y políticos, también cala la idea de que Junts y ERC necesitan mantener al gobierno socialista en pie hasta que la amnistía no esté completamente aplicada. No porque el PP de Feijóo la derogaría (de nada serviría porque el reo siempre se beneficia de la ley que le es más beneficiosa), sino porque si los jueces driblan la amnistía, siempre convendrá un PSOE dispuesto a modificar la norma o aprobar nuevos indultos.
Hay dos voces, por ejemplo, que hace semanas que se expresaron en este sentido en dos entrevistas en Ràdio 4. El conseller de Drets Socials y también candidato de ERC el 12-M, Carles Campuzano, verbalizó que todo el mundo sabe que la Moncloa está "abierta a resolver por la vía de los indultos la situación de personas que finalmente no queden incluidas en la amnistía". Días más tarde, el líder del PSC, Salvador Illa, no cerró la puerta a ello y apuntó que habrá que ir viendo cómo van las cosas, recordando que el Gobierno ya concedió indultos a los presos políticos en 2021.
La presidencia de Puigdemont enmendaría la estrategia de Sánchez en el conflicto Catalunya-Espanya
¿Y si el independentismo acabara sumando mayoría independentista? Otras fuentes de la sala de máquinas de la Moncloa admiten que, en caso de producirse este escenario, les queda una esperanza: que se produzca una situación de bloqueo en Catalunya para que la inclusión imprescindible de Alianza Catalana en la ecuación dinamite cualquier posibilidad de acuerdo en este bloque. Hay que recordar que este martes el PSC, ERC, Junts, la CUP y los Comuns firmaron un compromiso para no pactar ni con Vox ni con la formación capitaneada por Sílvia Orriols.
De todos modos, el entorno de máxima confianza de Pedro Sánchez admite que el escenario 'horribilis' del presidente español sería que Carles Puigdemont volviera a Palau. Consideran que sería la traducción de una enmienda a la totalidad por parte de los catalanes a la estrategia del PSOE de los últimos años hacia el conflicto entre Catalunya y España. A priori, irónicamente, es el escenario que altera menos el tablero político en el conjunto del Estado. Porque no tendrían que desvanecerse los incentivos de Junts y ERC de seguir presionando al PSOE en Madrid.
Justamente este viernes, en una entrevista en ElNacional.cat, Puigdemont se mostraba convencido de que, si los resultados del 12-M son los que él cree, el PSC "sabrá lo que tiene que hacer", porque Junts y el PSOE tienen un pacto y eso "ya está negociado con el acuerdo de Bruselas". Hace tres semanas, en otra conversación con este medio, el presidente en el exilio advirtió que "si Salvador Illa hace un Collboni, ya sabe cuáles son las consecuencias para Pedro Sánchez", pero también reconoció que "si el independentismo no es capaz de sumar una mayoría en el Parlament porque los números no dan", no habrá "nada que decir" porque habrá sido "la voluntad de los ciudadanos de Catalunya".
El retiro espiritual de Sánchez
Pedro Sánchez consiguió silenciar la campaña electoral catalana cuando anunció que se clausuraba en la Moncloa durante cinco días para "reflexionar" si continuaba al frente del Gobierno o no. Sin embargo, el asunto ha acabado pasando más desapercibido durante los últimos días de campaña, una vez el líder socialista confirmó que decidía continuar. Es por eso que, en la Moncloa, las fuentes consultadas descartan que el retiro espiritual de Pedro Sánchez influya en el 12-M. Ni siquiera consideran que tenga afectación de cara a las elecciones europeas del 9 de junio. Porque, argumentan, eso tendrá "un impacto largo" durante el resto de la legislatura española.
En el PP vieron el parón de Pedro Sánchez como un "espectáculo de adolescente" y una "obra de teatro" y no le dieron credibilidad en ningún momento. Todo "pura estrategia electoral", apuntaban desde Génova. El día siguiente de conocerse la decisión del presidente español, Alberto Núñez Feijóo le reprochaba que "buscaba aclamación" y, en cambio, "encontró una mayoría de desaprobación social" de gente que se había sentido "manipulada e insultada".
"El Gobierno se decidirá en Madrid"
Superado este episodio, en Génova repiten continuamente que Pedro Sánchez estará dispuesto a sacrificar la presidencia de la Generalitat para que no peligre la Moncloa. Él antes que Salvador Illa. Las consignas por parte de los dirigentes populares son que la política de alianzas posteriores al 12-M dependerá únicamente de los intereses de Sánchez. "Los catalanes votarán y creerán que son la comunidad con más autonomía, pero al final su gobierno se decidirá en Madrid, concretamente, en los alrededores del Congreso de los Diputados y de la Moncloa", proclamó Feijóo el miércoles en un acto en Alcalá de Henares. Allí mismo, aseveró que "eso no va de lo que diga Illa, sino de lo que necesite Sánchez". "Se trata de si sigue siendo presidente con los votos de Puigdemont o no, y esta respuesta la darán a Illa escrita: «Mire usted, no estorbe, déjenos gobernar en Madrid»", pronosticó el líder del PP.
Otra idea que reiteran con fuerza los populares es la simbiosis entre los socialistas e independentistas. Los acuerdos a los cuales ha llegado el PSOE con Junts y ERC, y sobre todo la posibilidad de ampliarlos, es lo que, a ojos de los populares, no pondrá en riesgo el Gobierno. Como mucho, obligará a Sánchez a hacer más cesiones. Hace unos días, antes de resolverse la continuidad de Sánchez, Feijóo sostenía que los partidos independentistas tienen en frente "el negocio que siempre han soñado" y "son conscientes de que nunca tendrán un aliado mejor". Para el PP, este escenario resta incentivos a juntaires y republicanos para hacer caer a Pedro Sánchez.
El PP mira de reojo a Vox en la recta final de la campaña
El liderazgo de Alberto Núñez Feijóo tampoco es ajeno a las elecciones del 12-M. El Partido Popular se la juega. Seguramente, más que en los recientes comicios en Euskadi. Los populares insisten en que, siendo actualmente la última fuerza en el Parlament de Catalunya, solo pueden mejorar, pero es igual de cierto que la magnitud de la mejora condicionará, y mucho, el balance que hagan del 12 de mayo. "Seremos la cuarta fuerza en Catalunya", proclamaba Feijóo hace unos días. "Queremos ser el referente de todos los catalanes que no quieren ser catalanes de segunda", había dicho Cuca Gamarra, secretaria general del PP, unas horas antes. El PP se marca el hito de superar a Vox. La ambición de Génova es agrupar el voto del unionismo, pescando de Ciudadanos y de la formación ultraderechista, así como abstencionistas, con el fin de frenar la tendencia al alza que exhibieron los de Abascal en las elecciones autonómicas de mayo del 2023: en las doce comunidades llamadas a las urnas, Vox amplió la representación en once y solo perdieron en una, la Comunidad de Madrid, a costa de la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso.
¿Y cómo están las cosas? Si bien el PP empezó la carrera electoral con mucha fuerza y por encima de la extrema derecha, esta realidad queda en duda con las últimas encuestas, en que han rebajado las expectativas iniciales. El último sondeo publicado por ElNacional.cat situaba al PP y a Vox en un empate: ambas formaciones con 11-12 escaños y separadas por solo tres décimas en favor de los populares. No es menor recordar que el Parlament de Catalunya es la única cámara autonómica donde Vox ha conseguido superar al PP, un escenario que los populares necesitan revertir sea como sea.
De hecho, en los últimos días se ha detectado un viraje en el discurso del PP relacionado con la inmigración, en lo que se interpreta como un intento de cazar apoyos más próximos a Vox. El melón lo abrió Feijóo en un acto en Cornellà de Llobregat, donde pidió el voto a los que "no admiten que la inmigración ilegal ocupe nuestros domicilios". Al día siguiente, el portavoz del PP, Borja Sémper, abogó por "no mirar hacia otro lado" en este tema: "Hay gente que viene a España de manera ilegal y acaba en la delincuencia", como "dicen todas las estadísticas y todos los datos oficiales". Más tarde, la secretaria general popular, Cuca Gamarra, se reafirmó reiterando que la ocupación de viviendas y la reincidencia "en muchos casos se produce por parte de personas que están en situación irregular". Tanto Sémper como Gamarra negaron que este discurso tuviera que ver con el pulso con Vox.
Viendo este roce cada vez más ajustado, se entiende cómo se han volcado los dirigentes de un partido y el otro en Catalunya los últimos días. En la última semana de campaña, Santiago Abascal, consciente de que Catalunya es, seguramente, el feudo más importante en su particular cuerpo a cuerpo con Feijóo, ha dado un mitin en Catalunya cada día excepto el lunes. En total, ocho mítines. Son los mismos que Feijóo durante toda la campaña. El líder del PP también convirtió Figueres y el Hospital de Sant Pau de Barcelona en el escenario para presentar la candidatura de las elecciones europeas de junio. Ahora bien, Alejandro Fernández no ha recibido solo el apoyo y el calor de Feijóo, sino que una de las otras grandes figuras del partido, Isabel Díaz Ayuso, se ha entregado al 12-M esta semana. Empezó el lunes en la Plaza Artós y el viernes, para culminar la campaña, se programó cuatro actos en ocho horas y media. El PP necesita ganar su particular batalla en una guerra de dos protagonistas: Carles Puigdemont y Salvador Illa.