Hace cincuenta años, el país unió sus esfuerzos para poner fin al franquismo. El 7 de noviembre de 1971 fue la fecha en la cual la iglesia de Sant Agustí del barrio del Raval de Barcelona se convirtió en el escenario del nacimiento de la Assemblea de Catalunya, una plataforma clandestina y unitaria sin ningún tipo de equiparación posible ni en el estado español ni en ningún país europeo que haya sufrido una dictadura. El organismo se constituyó para agrupar la oposición política y social al régimen fascista, con el objetivo de alcanzar la unidad de acción de organizaciones políticas, catalanistas, populares, obreristas, vecinales, intelectuales, cristianas, comarcales... entre 1971 y 1977. Una transversalidad que se extendía des de la derecha nacionalista católica hasta sectores indepdendentistas y de extrema izquiera: desde el círculo de Jordi Pujol y Unió Democràtica de Catalunya (UDC), pasando por los indepdendentistas del Partit Socialista d'Alliberament Nacional (PSAN) y del Front Nacional de Catalunya (FNC), los socialistas del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), los carlistas del Partit Carlí de Catalunya (PCC) y hasta el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Todo bajo cuatro puntos programáticos: la libertad, la amnistía, el Estatut d'autonomia y la coordinación con las organizaciones democráticas de los otros pueblos peninsulares.
En la Assemblea coincidieron muchas de las grandes voces anti-represivas del país, tanto del pasado como del presente. Una de ellas ha llegado a ser el actual síndic de greuges y ex secretario general del PSUC, Rafael Ribó (1945). Medio siglo después del nacimiento de la plataforma, su tarea sigue siendo importante, ya que si bien "el país tiene unas condiciones formales de desarrollo democrático, hay puntos establecidos por la Assemblea que no se han resuelto". Se refiere a cuestiones como la amnistía o la libertad de expresión: la primera, todavía sobre la mesa por todos los represaliados del procés; la segunda, en riesgo por culpa de normas como la ley mordaza.
De la clandestinidad en la calle
En esta organización unitaria también tuvo un gran peso la abogada Magda Oranich (1945), que se ha convertido en una referente en Catalunya para la lucha por los derechos de las mujeres. Para ella, "el país es muy diferente del tiempo de la Assemblea, ahora no es una dictadura". Pone de ejemplo el progreso de que ha habido en las prisiones, en especial las de las mujeres. "Estuve cerrada a una prisión gestionada por las Cruzadas Evangélicas de Cristo Rey", relata. La verdad es que un nombre así no inspiraba mucha confianza.
A pesar de eso, Oranich se suma a Ribó a la hora de establecer un paralelismo entre la reivindicación de la amnistía de hoy y la de hace cincuenta años. Pero está claro que el país ha cambiado mucho en este medio siglo. Quien fue uno de los hombres fuertes de Jordi Pujol a la Assemblea, Miquel Sellarès (1946), destaca que dentro de este organismo "solo se hablaba de libertades". "Ahora hablamos de independentismo. La evolución de la conciencia nacional es brutal", señala. Y añade: "Hemos evolucionado mucho. La Assemblea se organizaba en la clandestinidad, mientras que ahora salen un millón de personas a la calle pidiendo la independencia, algo sin precedentes en Europa. Ser independentista hoy es normal".
La unidad, el catalán y la autodeterminación
Más allá de las reivindicaciones de que hoy todavía son vigentes, la principal lección que la Asamblea deja como legado es la unidad. Esta unidad se ha roto, tal como resaltan los diferentes protagonistas de la plataforma. Es por eso que uno de los cronistas de la acción de la Assemblea, el periodista Antoni Batista (1952), nos recuerda cómo se forjó: "Con generosidad y poniendo el país por encima del partido. Por eso salen cuatro puntos programáticos y no cuarenta".
La falta de unidad no se tiene que confundir con la falta de estrategia unitaria del independentismo. En este caso hablamos de aquello que se podrían llamar los grandes consensos del país, como son la lengua y la autodeterminación, además de la ya mencionada amnistía. Con respecto al catalán, Ribó recuerda que "la Assemblea ya hizo un informe sobre el catalán con todo el apoyo del abanico político". "Ahora, la lengua es cosa de dos partidos, pero no puede ser una moneda de cambio", añade, haciendo una referencia al blindaje del catalán a la ley estatal del audiovisual. El partidismo ha reemplazado la acción conjunta.
Es en un punto como este donde Oranich encuentra "a faltar la unidad, la transversalidad de la Assemblea". "Hay que persistir. La lengua ha persistido por la gente. Con el Decret de Nova Planta tenía que morir y la gente lo ha aguantado", señala.
La autodeterminación también es otro gran consenso que se ha roto. Los protagonistas de la Assemblea explican cómo la reivindicación del Estatut de Núria de 1932 era supuestamente un paso previo a la autodeterminación, que finalmente no se ha llevado a cabo. Batista recuerda que, a grandes rasgos, "todo el mundo a la Assemblea estaba a favor de la autodeterminación". Sin embargo, Sellarès no pierde la esperanza y dice que "hemos avanzado y hemos cumplido una etapa". "Nadie pensaba nunca que hubiera un referéndum como el del 1-O. Ahora hace falta un salto más cualitativo", destaca. "Hace falta unidad más allá del independentismo", añade Oranich.
La falta de liderazgo
Igualmente, Sellarès quiere dejar claro que "esta unidad tampoco era idílica, pero había líderes como Josep Benet, Jordi Carbonell o el comunista Antoni Gutiérrez Díaz". "El liderazgo era el que permitía la lucha unitaria. Ahora parece que no hay este liderazgo", lamenta.
En este sentido, el síndic de greuges asegura que "no se puede pretender abordar la cuestión territorial desde la perspectiva de un partido". "Eso implica un estudio a fondo del tema como en el caso británico, con las high comissions. Hay que dejar el enfrentamiento parlamentario", recomienda Ribó.
La unidad permitió a la Assemblea tener mucha fuerza. Tanta bastante hasta el punto que "la Assemblea dio a la Transición una perspectiva catalana con la reivindicación de las naciones históricas". Una fuerza que, curiosamente, se vio incrementada por la detención de 113 de sus miembros el 28 de octubre de 1973 en la iglesia de Santa Maria Mitjancera de la calle Entença de Barcelona.
La constitución de la plataforma había dejado en ridículo las fuerzas policiales, ya que no habían podido evitar la reunión clandestina de centenares de personas en un lugar público. Dos años más tarde, dispusieron todos los efectivos para intentar decapitar el movimiento con una detención masiva de sus miembros, justo el día que Johan Cruyff debutaba con el Barça. "Recuerdo que Cruyff denunció aquella detención", relata Oranich. Si bien la Asamblea "ya era legítima sin aquella detención", la intervención policial reforzó el movimiento. "Hubo una movilización masiva, ya que la detención afectaba a todo el tejido político y social del país. Despertó la fuerza anti-represiva", apunta Batista.
Presos políticos y diálogo
Resulta imposible no establecer un paralelismo entre este episodio y la represión que el estado español ha aplicado sobre el procés. En estos años, el movimiento independentista también se ha fortalecido. "Solo hay que ver el informe del Consejo de Europa", indica Ribó. "Los presos políticos y el exilio han ayudado a hacer que se hable en Europa", añade Oranich, que insiste en la victoria de Valtònyc en Bélgica que ha conseguido cambiar la Constitución belga.
La acción de la Assemblea culminó con las celebraciones de la Diada de 1976 en Sant Boi y de 1977 en Barcelona, marcadas por el lema Llibertat, amnistia i Estatut d’autonomia. Hoy hay a quien acusa al independentismo institucional de no haber progresado, ya que parece que las demandas del Govern siguen siendo las mismas de antaño. Pero eso "no es volver atrás". "Hay que ir alternando el peix al cove con la independencia. El día a día es muy importante para la gente. Así construyó un país Jordi Pujol", señala Sellarès, que defiende así la estrategia actual del president Pere Aragonès. "La falta de entendimiento es un error, lleva a la aniquilación", asegura Ribó. Y así concluye Oranich: "La unidad es urgente. Hace falta persistir y persistir".