Ayer el presidente español Pedro Sánchez fue recibido como fue recibido por el "pueblo de Ceuta": entre insultos y abucheos, con un gran dispositivo de seguridad a su alrededor. Muy diferente ha sido el recibimiento que ha tenido hoy Santiago Abascal por parte del mismo "pueblo de Ceuta". Mientras todos los diputados estaban en el Congreso para la sesión de control al Gobierno, el líder de la extrema derecha cruzaba el Estrecho para llenar con todavía más gasolina el polvorín. Una guerra de gobiernos, los de España y Marruecos, donde pierden los miles de migrantes que buscan una vida mejor y, también, los tratados internacionales de derechos humanos. Y sólo gana la extrema derecha sacudiendo el espantajo xenófobo de la "invasión".
Abascal desembarcó anoche en la ciudad autónoma. Lo hizo entre gritos de "viva España" y selfies con militares, que se le cuadraron. Este miércoles por la mañana, y antes de decir nada, se ha querido mostrar paseando por las calles del enclave africano. Después del paseo, el líder de la extrema derecha ha atendido las cámaras de Ana Rosa y ha soltado su discurso racista, denunciando que no se ha hecho "absolutamente nada" para "proteger" las fronteras españolas. Lo único que se ha hecho, según el dirigente ultra, ha sido "llamar a los inmigrantes ilegales para que vengan para ser regularizados y recibir pagas mayores que las de muchos españoles". Ha reclamado un "muro infranqueable". Después de los VIP, ha atendido al resto de medios. Ha reclamado la "militarización" desde una playa del Tarajal donde casi no cabían más militares.
La extrema derecha parece llevar la batuta. Primero ha sido Santiago Abascal, que después de los carteles contra los menores migrantes en el metro de Madrid ha visto otra oportunidad en la crisis migratoria y humanitaria de Ceuta. Muy pronto empezó a alertar de la supuesta "invasión" de territorio español por parte de personas extranjeras. El relato lo creaban los ultras y La Moncloa ponía las políticas. En una intervención desde el palacio presidencial, Pedro Sánchez prometía ayer mano dura, garantizaba la "devolución" (expulsión) de todos los migrantes "irregulares" e incluso se erigía en el defensor de "la integridad territorial" de la nación española. Como si fueran catalanes votando en un referéndum de autodeterminación. La respuesta, más o menos, ha sido la misma: enviar policías e incluso al Ejército. En tan sólo 24 horas procedió a la expulsión de 4.000 personas, a las polémicas devoluciones en caliente prohibidas por la legislación internacional. Cuando te proclamas de izquierdas y te felicita el ex primer ministro italiano Matteo Salvini, probablemente es que algo no acaba de funcionar.
Ceuta, de rojo a verde
Como síntoma y quizás aviso a navegantes. La ciudad autónoma de Ceuta, por sus pequeñas dimensiones, sólo dispone de un escaño en el Congreso de los Diputados en Madrid. En las elecciones generales del 28 de abril del 2019 este escaño se tiñó de rojo socialista. Pero las negociaciones para la investidura fracasaron y España se vio abocada a una repetición electoral. El 10 de noviembre Vox irrumpió como primera fuerza. Aquel solitario escaño se tiñó entonces de verde, el verde de la extrema derecha. Uno de los pocos territorios, con Murcia, donde se impusieron los de Abascal. En las municipales de aquel año había sido tercera fuerza, por detrás de PP y Vox.
La extrema derecha ha acabado de rociar la gasolina en un polvorín, el de Ceuta, que vive una nueva crisis humanitaria, con miles de migrantes, gran parte de ellos menores, que sólo buscan una vida y se ven señalados por el discurso del odio.
¿'Déjà-vu'?
Esta semana en Ceuta parece cumplirse el mismo guion que se cumplía hace no tantos años en el otro lado de los Pirineos. Marine Le Pen era la que dirigía la agenda política y mediática en Francia con campañas contra la inmigración "irregular", los musulmanes y los gitanos rumanos. Y el gobierno de François Hollande, con Manuel Valls de ministro del Interior y después primer ministro, traicionaba su propio programa electoral y expulsaba a miles de extranjeros. Como el caso de la joven Leonarda Dibrani, detenida y deportada a Kosovo mientras estaba de excursión escolar con sus compañeros de clase y profesores de instituto.