Tres días de discreción absoluta, silencio autoimpuesto a ambos lados y hermetismo incluso con los propios cuadros de sus respectivos partidos. Ha sido la receta que ha acabado deshaciendo la envenenada negociación entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. Después de dos investiduras fallidas, semanas de bloqueo, ultimátums caducados y al límite del abismo de la repetición electoral, las dos grandes fuerzas del independentismo han salvado la legislatura con un acuerdo in extremis para investir a Pere Aragonès y repetir la coalición de gobierno. Él mismo ha desgranado los detalles del pacto, al lado del secretario general de Junts, Jordi Sànchez. Uno y otro han coincidido en definirlo como un "buen acuerdo", sin perdedores. Ambos dirigentes se han encerrado este fin de semana durante horas para desencallar la situación, conscientes de que "la repetición electoral pondría en riesgo la mayoría independentista". "No trabajaremos sólo para el 52%, pero no defraudaremos a este 52%", ha resaltado el jefe de filas de Junts. El futuro president ha destacado el compromiso de "lealtad mutua". 

Finalmente se ha desbloqueado el gran escollo, el de compaginar la hoja de ruta independentista. "Nos conjuramos en hacer una apuesta decidida por el diálogo y la negociación, siendo muy conscientes de que defendemos la necesidad de una confrontación cívica y pacífica para forzar el Estado", ha avanzado Aragonès. Y Sànchez lo ha rematado, garantizando que Junts se siente "reflejado", porque "acomoda las dos miradas mayoritarias del independentismo". Traducido: dos años de margen a la mesa de diálogo preparando en paralelo el nuevo referéndum unilateral si el Estado no responde a la amnistía y la autodeterminación.

Los republicanos han cedido en puntos primordiales de la estructura de gobierno para blindar lo que fuentes del partido han reconocido que era "la gran obsesión", eliminar todo indicio de subordinación del futuro 132.º president al Consell per la República, que trabajará "en coordinación y en paralelo" al nuevo estado mayor del procés. Este nuevo espacio de coordinación estratégica velará, en la medida de lo posible, por la unidad de acción de los grupos independentistas en Madrid, como pedía Junts. Eso sí, en caso de no llegar a un consenso, habrá libertad para adoptar posicionamientos distintos. 

El documento, que ocupa en torno a un centenar de páginas, recoge también el reparto de carteras en el nuevo gobierno. Entre los cambios destacados, que ERC comandará la Conselleria d'Interior y Junts la de Salut. Se han distribuido al 50% los 14 departamentos que tendrá la Generalitat —uno más del que tenía hasta ahora—. Se crean tres nuevos —Feminismes, Acció pel Clima y Universitats— y se fusionan otros —como Empresa y Treball y Territori y Polítiques Digitals—. En relación a las conselleries había un pulso sobre quién tenía que gestionar los fondos Next Generation. La solución ha sido crear una comisión interdepartamental.

Investidura esta semana

A la espera de la validación definitiva por parte de las bases de Junts —y del consejo nacional de ERC—, todo apunta a que el pleno de investidura se celebrará ya este jueves o como máximo el viernes, con la previsión de que Aragonès sea proclamado en primera votación, gracias a los 33 votos de ERC, los 32 de Junts y los 9 de la CUP. Sin embargo, los anticapitalistas tienen que confirmar todavía si consideran que tienen que volver a consultar a su militancia en asamblea. Fuentes de los republicanos se muestran confiados en que no hará falta, porque "respeta" aquello cerrado con los cupaires, en palabras del propio Aragonès. En este sentido ha puesto el acento en la voluntad de impulsar políticas progresistas y transformadoras.

Una vez sea investido, el líder de ERC tendrá cinco días para tomar posesión del cargo. Será entonces cuando pase a estar en plenas funciones, después más de medio año como presidente sustituto.

La tutela

Los tres meses de tira y afloja entre los futuros socios de gobierno han sido una auténtica montaña rusa. Todo empezó con mal pie a raíz de la decisión de los republicanos de empezar las conversaciones para buscar aliados con la CUP. En Junts se lo tomaron como un menosprecio.

En los primeros compases de la negociación, apareció el gran obstáculo que ha bloqueado y eternizado la interlocución, que es como unificar las respectivas estrategias para alcanzar la independencia. El Consell per la República acabó convertido como el foco de la discordia. ERC denunciaba públicamente que Junts se había empeñado en "tutelar" al futuro presidente a través del ente con sede en Waterloo, una voluntad que los de Puigdemont siempre han negado. Finalmente, el obstáculo se ha acabado resolviendo con el compromiso de crear los "órganos de decisión colegiada y estratégica" pero siempre "respetando el peso de la presidencia de la Generalitat".

El sábado pasado, Aragonès quiso imprimir un cambio de rasante. Los republicanos se habían tragado el ultimátum que impusieron a Junts, a quien emplazaban a cerrar un principio de acuerdo antes del 1 de mayo. Una cumbre en Lledoners les hizo creer que el pacto estaba a punto de caramelo, pero la situación volvió a complicarse. El candidato a la presidencia compareció para anunciar que abandonaba la opción de un gobierno en coalición y se cogía a la vía alternativa de un gobierno de ERC en solitario. Más adelante, y superada la investidura, ya se vería si los junteros, la CUP o los comunes se integraban en su ejecutivo. Aquello supuso un cambio de rasante. Y ha acabado precipitando las cosas.

Una cumbre a seis, entre ERC, Junts, la CUP, la ANC, Òmnium y el Consell per la República, y un posterior encuentro a tres entre los tres partidos independentistas empujaron hacia la salida. Un acuerdo de mínimos en el cual se comprometían a separar el escollo sobre la hoja de ruta de la negociación para formar gobierno. Un punto que, básicamente, era una cesión por parte de Junts. Con todo, los de Junqueras seguían cerrando la puerta al gobierno de coalición mientras que los junteros negaban la posibilidad de prestar los votos a Aragonès sin estar en el ejecutivo.

Cortafuegos para futuras crisis

Uno de los aspectos centrales del acuerdo entre ERC y Junts es el establecimiento de mecanismos para recuperar y preservar la estropeada confianza entre los dos. De hecho, la de la coordinación fue una de las primeras carpetas resuelta por los equipos negociadores, conscientes de que vista la experiencia del gobierno Torra, es imprescindible adelantarse a posibles incendios.

Con este objetivo se han creado varios espacios de coordinación a diferentes niveles que se irán reuniendo periódicamente para hacer seguimiento del día a día, tanto en el Parlament, como en el Govern, como entre los propios partidos.

 

En la imagen principal, Aragonès y Sànchez aparecen para anunciar el preacuerdo. / S. Alcàzar