Su activismo la alzó como referente de la lucha social. Este sábado, Ada Colau ha parado el desahucio más importante de su vida: el suyo de la alcaldía de Barcelona. Y lo ha hecho asumiendo el coste político que implica haber aceptado los votos de Manuel Valls para conservar el cargo. El pleno de investidura de este sábado no ha tenido nada que ver con el de hace cuatro años, donde la ilusión de los comuns impregnaba las cuatro paredes del Ayuntamiento y la plaza Sant Jaume entera. Esta vez, a la propia alcaldesa se le notaba el aprieto de haber tenido que tragarse un sapo mayúsculo para retener la silla. "No es un día feliz, hay que ser honestos", ha sentenciado.
Por primera vez en la historia, el candidato más votado en las elecciones, Ernest Maragall, no es investido alcalde de Barcelona. Ada Colau ha preferido ahorrarse el abucheo que le esperaba al llegar si entraba por la puerta principal del Ayuntamiento, la de la plaza Sant Jaume, donde se concentraba un numeroso grupo de manifestantes contrarios a la operación para impedir que ERC se hiciera con la alcaldía. La líder de los comunes ha superado la primera votación por mayoría absoluta, 21 votos exactos, revalidando así la alcaldía tras cuatro años de mandato. Los 10 de Barcelona en Comú, los 8 del PSC y los tres independientes de la plataforma de Manuel Valls —él, Celestino Corbacho y Eva Parera— se han conjurado para evitar que un independentista se hiciera con la vara de alcalde de la ciudad.
Desde el comienzo de esta carrera electoral la apuesta de Barcelona en Comú ha sido trenzar un tripartito, uniendo el PSC y ERC en un mismo gobierno municipal. En este sentido, Colau ha señalado que "es posible en 11 ayuntamientos de Catalunya y es incomprensible que no hayamos sido capaces de hacerlo en la capital". Ha dejado claro que seguirá apostando por conseguirlo. También ha prometido "esforzarme por ser todavía más dialogante y accesible, para tender puentes". Y es en este punto que ha aprovechado para deshacerse de la etiqueta "de aquellos que insisten en llamarme equidistante, en absoluto nos sentimos neutrales". A la vez que ha advertido a ambos lados que "no seré ni alcaldesa independentista ni antiindependentista, me esforzaré por ser la alcaldesa de todos los barceloneses".
Dirigiéndose directamente a Joaquim Forn, la primera persona a quien ha ido a saludar cuando ha recibido la vara de alcaldesa, se ha comprometido a combatir la judicialización y a mantener un contacto regular con él para gestionar la ciudad, "porque te reconocemos como concejal de pleno derecho". Al mismo tiempo ha adelantado que "si hay mayoría volveremos a poner el lazo amarillo" en la fachada del Ayuntamiento.
Valls cumple su palabra
Tres días después de las elecciones, ya hace más de dos semanas, Manuel Valls sacudió el tablero municipal anunciando que regalaría sus votos a Ada Colau, a quien había descalificado continuamente a lo largo de la campaña, con el objetivo superior de cerrar el paso al independentismo. Desde entonces, el ex primer ministro francés no había vuelto a abrir la boca, intensificando con su silencio la intriga en torno a la operación Colau alcaldesa. Finalmente, Valls no se ha desdicho, ha cumplido con su palabra y tanto él como los otros dos concejales independientes de su plataforma, Celestino Corbacho y Eva Parera, han votado a favor de la líder de BeC. Los otros tres ediles de Cs han acabado votando en blanco, optando así por el camino del medio, después de que la dirección del partido les hubiera advertido que no avalaban el apoyo a Colau.
Durante su discurso, Valls ha ofrecido "mano tendida para pactos de ciudad" a Colau y le ha recalcado, por si acaso se le olvidara, que no sería alcaldesa sin su apoyo. Instantes después, ella ha tenido que interrumpir la intervención de Valls cuando los asistentes al plenario le han increpado después de que el ex primer ministro francés negara, en presencia de Quim Forn, que haya presos políticos. Colau ha pedido respeto para todas las opiniones.
Forn, contundente y conciliador
Con su presencia, primero, y con su discurso, después, Joaquim Forn ha hecho derramar más de una lágrima. Una vez finalizado el plenario de constitución del Ayuntamiento de Barcelona, un vehículo policial se lo ha vuelto a llevar camino de Soto del Real, privándolo de participar del habitual acto protocolario donde los concejales y la alcaldesa cruzan la plaza para ir a saludar al president de la Generalitat. Antes, sin embargo, ha tomado posesión de su cargo de concejal, que durante tantos años había ostentado, y se ha dirigido a los barceloneses.
Forn ha explicado porque los cinco concejales de Junts per Catalunya han votado a favor de Ernest Maragall, "ha sido la lista más votada y es una de las candidaturas con quien tenemos más puntos de acuerdo programático sobre el modelo de ciudad". Hecho el apunte, ha dedicado una serie de reproches a Ada Colau, recriminándole que "ha cometido un gran error al no respetar la lista más votada". Y ha añadido que "Usted sabe tan bien como yo que responde a una operación política, dirigida por aquellos a quienes Usted le gusta llamar los poderosos, Usted ha sido el instrumento útil de estos poderosos a quienes tanto le gustaba criticar cuándo estaba en campaña electoral".
Pero a pesar de las críticas, Forn ha acabado con "un mensaje en positivo para todos, también para mi grupo político: solo podremos afrontar los retos que tenemos como ciudad, y como país, si somos capaces de superar determinadas actitudes negativas, determinadas barreras mentales y partidistas que nos impiden llegar a grandes acuerdos".
Maragall avisa de que no será un juguete
El gran derrotado de la jornada ha mantenido el gesto serio durante toda la tarde. Al subir al atril, Ernest Maragall ha advertido que "estamos aquí para gobernar, que quede claro, lo haremos desde donde Valls y Collboni han decidido colocarnos, en la oposición, y lo haremos con la misma convicción que lo habríamos hecho si la extraña pareja fruto de una vieja manera de entender la política no nos lo hubiera impedido".
Ante los gestos seductores de Colau para atraer a Maragall después de haberlo apartado de la alcaldía, el cabeza de filas de ERC se reivindica. "Tomamos nota", le ha dicho, "que nadie pretenda explicarnos ni decidir cuál tiene que ser nuestro rol, no necesitamos caricias, no seremos juguetes dóciles de un supuesto progresismo indiscutible". Más claro, el agua. Si Colau lo quiere como aliado, tendrá que picar mucha piedra.