La última encuesta del GESOP que publica El Periódico de Catalunya es un aviso para los comunes. Los resultados han caído sobre ellos como una jarra de agua fría en un momento en que los de Ada Colau esperaban obtener mejores resultados. Siguiendo la tónica general, en unas elecciones catalanas este espacio político se muestra incapaz de penetrar mucho más allá del mundo de Sí Que Se Puede (CSQP). La falta de posicionamiento hacia el proceso los condena al ostracismo político. Ante este panorama, la Nueva Política de los comunes necesita dar un giro soberanista. Para demostrarlo, sirve el análisis de datos del CEO y otros sondeos.
El principal articulador de la política catalana es el factor edad. Esta variable es la principal vertebradora de los cambios políticos y, como no puede ser de otra manera, es la protagonista del voto dual. Antiguamente, este tipo de voto se repartía entre CiU (a las catalanas) y el PSC (en las generales). Con los cambios generacionales, este voto iba de JxSí (muy especialmente de ERC) y la CUP hacia En Comú Podem (ECP).
La tendencia general es pensar que la valoración media del candidato de ECP es más alta entre la juventud que entre los mayores. Los datos demuestran que no es así. Los resultados obtenidos indican que la volatilidad electoral no va ligada a una valoración exageradamente más alta del candidato porque, por encima de la valoración, están las expectativas.
La nota que los votantes duales ponen en Xavier Domènech tampoco cambia de manera impresionante. Se vislumbra un electorado volátil y poco polarizado, incluso entre los independentistas que no votan ECP.
La gráfica siguiente lo demuestra: las franjas más jóvenes tienden al voto dual. ECP tiene un problema: la gente más mayor los valora positivamente pero no los vota.
Seguir las directrices más españolistas, como propone una minoría dentro de esta formación, les supone perder uno de cada tres votos, además de alejarse del resto de votantes independentistas. Eso, teniendo nada en cuenta que por la banda|lado del PSC no pueden crecer casi, quiere decir hundirse y despedirse como partido catch ajo, que recoge votos por todas bandas|lados.
Este planteamiento puede parecer atrevido. Delante de eso, hay que preguntarse cuál es el efecto que tendría una Catalunya independiente en la convivencia. Los datos muestran que el porcentaje de votantes de ECP que cree que empeoraría es del 23,40%, mientras que un 61,13% cree que seguiría igual (muy parecido al 61,90% de la CUP y no muy alejado del 53,75% de JxSí) y un 15,47% de votantes de ECP piensa que sería mejor. Si los votos "miedosos" sólo son uno de cada cuatro, se da indispensable un giro soberanista para asegurar aquel 61,13% por lo que mejorará y otros votantes de perfil similar.
La valoración del nivel de autonomía refuerza la tesis del giro soberanista: seguir la línea más centralista o unionista es ponerse en contra al 74,14% de sus votantes, que están descontentos con el actual nivel de autonomía de Catalunya. Poner en riesgo tres cuartas partes de los votantes para mantener contentos a los españolistas de la coalición sería un despropósito estratégico.
Con un votante dual que valora positivamente Xavier Domènech y dependiendo de un electorado independentista joven, volátil y poco polarizado, los comunes tienen el giro soberanista como única opción válida para progresar electoralmente.
Evitar este posicionamiento sólo sirve para poner en riesgo una grandísima parte de su electorado y su consolidación como marca política. La entrada de los comunes al soberanismo se puede hacer defendiendo el posicionamiento libre, haciendo campaña por el "no" (esperando devenir una nueva versión del PSC de Pasqual Maragall los años 1999 y 2003) o bien defendiendo el "sí" para erigirse como una especie de PSUC ganador (cosa que permitiría enterrar las viejas glorias de ICV) y optar a la presidencia de un nuevo Estado. Evitar un posicionamiento claro y favorable a la autodeterminación no les servirá de nada. Si los comunes quieren ganar la Champions tienen que jugar a la liga de los grandes.
La versión original de este artículo se publicó en L'Endavant