A la una de la tarde el sol cae a plomo en la porticada plaza de la Vila de Amer, el pueblo donde nació Carles Puigdemont. En este municipio gerundense, situado al norte de la comarca de la Selva, que limita con las de la Garrotxa y el Gironès, el retorno del president en el exilio que se espera para las próximas horas, después de siete años de obligado éxodo político, se vive de manera muy desigual. Entre los vecinos convive desde la más absoluta indiferencia, e incluso ignorancia, por la situación que vive su hijo más mediático, a la preocupación y la desazón de aquellos que conocen a "Carles" desde que era niño, y que también tienen vínculos estrechos con la familia de Can Crous —como se conoce el negocio familiar, la Pastisseria Puigdemont—, o que han compartido estos últimos años la lucha por la independencia.
Este lunes, la pastelería familiar Puigdemont, que fundó en 1927 el abuelo Francisco originariamente como una tienda de ultramarinos, que durante tantos años regentaron Xavier y Núria, los padres de Carles, y que ahora llevan Anna y Francesc, dos de sus siete hermanos (Enric, Joaquim, Josep, Dolors y Montse), cerraba por descanso semanal. Una mala noticia porque no podremos comprar los deliciosos Capricis d'Amer, las delicatessen estrella —un dulce seco parecido a los carquiñoles— del establecimiento del número 6 de la calle Sant Miquel, junto a la plaza de la Vila, que preparan con una receta secreta familiar. Informativamente, sin embargo, seguramente poco se podría sacar de la visita a la pastelería, porque los Puigdemont son discretos, se cuidan mucho de decir nada que pueda comprometer a Carles, y también están curados de espantos con el acoso al que han sido sometidos a menudo.
En la calle no se habla del tema
Hay vecinos que se resisten a hablar, otros dicen no saber nada del tema, que no prestan atención a la actualidad política, que prefieren los true crimes. Severino Mera, que hace 30 años que vive en Amer, advierte que sus ideas políticas "no las explico", pero sí reconoce que hay cosas "que me gustan y otras no" del gobierno municipal que lidera la alcaldesa de Junts, Maria Rosa Vila, formado por siete concejales del partido de Puigdemont y cuatro de Amerencs pel canvi, por el acuerdo municipal al que llegaron en las últimas elecciones. Severino es de los que piensa que el president no tendría que volver de su exilio, "porque tendrá un problema". También Joan, el alguacil del pueblo, que hace un "poco de todo y más", sorprende al decir que "en la calle no se habla del retorno de Puigdemont", al menos abiertamente.
La pancarta de los CDR y 'Seguim 1714'
A estas horas, los abuelos del pueblo comen —a la una puntualmente— antes de bajar a tomar el café, el carajillo y jugar la partida de butifarra en el bar de la plaza que da a la fachada del edificio donde está desplegada una gran pancarta donde se puede leer 'Puta España' en 27 idiomas, todos los de la Unión Europea, que sustituyó a la icónica con la imagen del president y el lema No surrender (sin rendición) que fue repetidamente vandalizada. La última vez, con alquitrán, y ya no fue posible restaurarla. Así que entre los miembros de los CDR y del grupo 'Seguim 1714' decidieron ir más lejos. "Nos la vandalizaron diez veces y decidimos hacer algo más bestia". A la pancarta, que no gusta a todo el mundo en el pueblo, le pusieron un motor "y la recogemos cada noche y la volvemos a desplegar cada mañana" para evitar que la vuelvan a estropear, explica Jordi Araus, que no tiene ningún problema en hablar de sus ideas y convicciones. Dice con orgullo que es miembro fundador del grupo 'Seguim 1714', muy activos, a pesar de que se consideran "apolíticos", pero sí que defienden a Puigdemont "porque es el único que nos queda, los demás nos han traicionado". Este lunes publicaron una carta en las redes sociales en la que conminan a sus 2.900 seguidores de Instagram a "defender al president Puigdemont. Ahora tenemos que salir a la calle, no nos quedemos en casa", dicen. Y Jordi añade que "lo defenderemos lo máximo que podamos. Iremos donde nos digan. Desde el 17 es nuestro referente, aunque en nuestro grupo hay un poco de todo, tenemos que defender la independencia".
Jordi reconoce que en el pueblo hay miedo, y que "mucha gente dice que no venga. Mucha gente, aparte de como político, conocemos a Carles como persona", y la gente actúa con recelo, porque "tal como ha actuado el tema político, la represión de España, con el tema de la amnistía, que han amnistiado más a policías que otra cosa, la gente muchas veces se ha sentido perseguida. No sabemos hasta qué punto llegan las garras españolas. Nos sentimos vigilados, y mucha gente tiene miedo. Nadie quiere ir a la cárcel".
El amigo incondicional de Puigdemont
También reconoce que la gente de Amer tiene miedo Mingo Berrio, una institución del independentismo en Amer. Es portavoz del Consell de la República en el consejo local de Amer y presidente de la mesa de la Asamblea Territorial de esta organización privada que preside Carles Puigdemont y que trabaja para promover la independencia de Catalunya desde 2017. Mingo se considera "un soldado" incondicional al servicio de su amigo de infancia. Se conocen de toda la vida y han compartido muchas vivencias desde que eran niños. "Carles tiene dos años menos que yo, pero con su hermano, el pastelero, íbamos juntos a clase y cuando éramos pequeños jugábamos todos con todos". Mingo conoce muy bien cómo es y cómo piensa el president en el exilio, y conoce a su familia. Ha vivido muy de cerca cómo ha sufrido su amigo Carles, los momentos más difíciles, con la muerte en 2018 de su padre, Xavier Puigdemont Oliveres, "un hombre sin estudios, pero muy culto, del que dicen que había leído todos los libros de la biblioteca del pueblo, un hombre que podía hablar de todo", y de la madre, Núria Casamajó, cuya muerte antes del verano, dejó "muy tocado al president. Él ya se veía que volvería y que podrían reencontrarse". También los problemas de adaptación de sus hijas, su soledad en Waterloo..., por eso, sabe que Carles Puigdemont volverá para asistir a la investidura, no tiene ninguna duda. "Cuando se le mete una cosa en la cabeza, es cabezón, testarudo y obsesivo con lo que quiere, no hay nadie que lo pare. Su padre explicaba que desde que su hijo era pequeño había abandonado cualquier intento de hacerle cambiar una decisión, porque cuando Carles decidía algo, lo hacía. Y es un tipo que tiene las cosas muy claras, muy reflexivo. Cuando nosotros íbamos a la riera a tirar piedras, él se iba a leer la historia de Catalunya, y después nos la explicaba". Y cuenta Mingo que él mismo le ha cuestionado la decisión de volver. "¿Seguro que tienes que venir a hacerte el mártir?, ¿a jugártela de esta forma?", le he dicho tres o cuatro veces que lo he visto en estos últimos dos meses. Y me dice, "'escúchame, los pasos son estos, y este es el que toca', y si él lo dice, tenemos que seguirlo".
La última oportunidad de reactivar el independentismo
Mingo no sabe ni quiere saber los detalles del retorno del president, "hay gente que se ocupa de estas cosas", pero está dispuesto a hacer lo que haga falta e ir donde haga falta. Cuando se le pregunta por el tema, desvía la conversación... "¿Quién dice que no está aquí ya? ¿Y quién dice que lo encarcelarán? Si podemos, no lo cogerán. El Parlament es soberano, no puede entrar la policía. Si lo protegemos 30.000 personas, ¿por qué no se puede quedar allí?" La gran preocupación de Mingo no es que detengan a Puigdemont, sino que "le puedan hacer daño y que la gente no se movilice lo suficiente. Ahora estoy entre ilusionado y preocupado. Preocupado por si le pasa algo, y por si le hacen daño, e ilusionado por ver si nos reactivamos, pero también preocupado porque si no nos reactivamos, mejor que lo dejemos ya. Esto tiene que ser una catarsis y tiene que servir para reactivarnos y continuar, o para mandarlo todo a la papelera". Con todo, reconoce que, tanto en Amer como en todas partes, "hay miedo, porque la represión de España ha hecho mucho daño".
Y si consiguen investir a Salvador Illa, ¿después qué? Mingo lo tiene muy claro. "Por lo que conozco a Carles, no lo veo haciendo de jefe de la oposición. Es una idea mía, que la política de partido ya está tardando en dejarla. Si él dijo que no haría de jefe de la oposición, estoy seguro de que cumplirá su palabra y buscará otra fórmula para seguir luchando por la independencia. No creo que abandone la lucha, porque es recio, seguirá luchando por la independencia, es el presidente del Consell de la República, y ahora mismo, el Consell de la República es la última trinchera que nos queda a los independentistas".