"Existe un juez implacable, que es la realidad" sentenciaba Mariano Rajoy el martes durante la sesión de control ante el Senado. El Partido Popular hacía días amortiguaba la protesta de pensionistas con el aval de su gestión económica, mientras una nueva atormenta se gestaba en las calles con la marea de mujeres alzadas por la igualdad real. Eso allanaba el camino a PSOE y Podemos para hacerse con la atención -y la tensión- de la agenda social, pese a que el Gobierno ultimaba la respuesta legislativa, no basada en el temor a perder el poder, debido a la anemia de la oposición.
Y es que en un momento en que la izquierda española pugna por capitalizar el éxito de las manifestaciones en las calles, la reacción de Moncloa se percibe orientada sólo a gestos imprescindibles para no perder votantes clave en los comicios generales de 2020. Por eso, Rajoy comparecerá a petición propia este miércoles ante el Congreso en un pleno monográfico sobre pensiones, target por excelencia del PP, donde intentará triturar los argumentos de la oposición sobre equipararlas al IPC. El plan del ejecutivo -si bien, todavía sin concretar- supondrá una estrategia para ilustrar la debilidad de unos rivales ante quienes no piensa ceder.
El hecho es que ni socialistas, ni podemitas, tienen la capacidad de hacer frente común para tumbar la actual legislatura al PP. Eso, a pesar de que el PSOE exige elecciones si no se aprueban los presupuestos generales, o que incluso, se haya descolgado del pacto por la Educación a que se había comprometido durante el encuentro de presidente autonómicos de 2017, augurando también que ello conlleve el fracaso de la nueva financiación autonómica.
Primero, pasa porque el secretario general Pedro Sánchez no está dispuesto a aceptar los votos de ERC y el PDeCAT para una moción de censura, tal como los independentistas le propusieron a Ferraz el verano anterior -a cambio de nada. En segundo lugar, la lucha entre PSOE y Podemos es total: las dos formaciones fueron incapaces de presentar juntas la propuesta sobre pensiones –que según fuentes parlamentarias, estaba prevista así para exhibir unidad. Es más, fuentes de la formación morada ironizaban entre pasillos que en adelante harían "dos copias" de las medidas que presentan -una para el PSOE, la otra para registrar-, en paralelo a que la portavoz socialista Adriana Lastra daba la "bienvenida" a los de Pablo Iglesias al debate de las pensiones.
La cuestión es que por primera vez desde la emergencia de los nuevos partidos, las calles se vuelven a llenar bajo el grito de la protesta, vaticinando una nueva crisis de representación como la vivida en el 2011 y el 15-M, en medio de la debilidad de la oposición y la falta de acción de Rajoy -además, de la escasa capacidad de respuesta exhibida por el gabinete ministerial -frente a los temas sociales.
La constatación fue su díscolo relato -y rectificación gradual- ante huelga de mujeres el 8M. La presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes y la ministra de Agricultura Isabel Garcia Tejerina pasaron de promocionar que harían "huelga a la japonesa" -trabajar más-, a ser desautorizadas por un Rajoy que no se "reconocía" en esas palabras, en paralelo a que a la ministra de Igualdad Dolor Montserrat dijera que "feminismo" era una etiqueta, mientras la presidenta del Congreso Ana Pastor salvaba los muebles al PP organizando un acto con mujeres profesionales, hasta la culminación de que el propio presidente español luciera el lazo lila.
Así las cosas, el éxito rotundo de la movilización -y la transversalidad que finalmente alcanzó, con Ciudadanos sumándose incluso a actos concretos- frenó que la izquierda se pueda apropiar de los réditos del movimiento. Sin embargo, en la Moncloa repitieron el patinazo viernes, cuando Montserrat no compareció después del Consejo de Ministros, sino que lo hicieron el ministro portavoz y el de Fomento. Todo ello, pese a que circulan informaciones sobre que el PP ya ultimaría un plan de choque en materia de Igualdad.
Pero si hay un elemento que puede destensar a Rajoy, es que mientras el debate se centra entre la batalla con Cs, la oposición queda arrinconada ante la incapacidad de combatir la realidad: que los populares tienen casi garantizado el Gobierno para el 2020, gracias a la pujanza de Albert Rivera, mientras PSOE y Podemos ocupan titulares por sus cuitas internas, albergando la esperanza de derogar las leyes clave del PP, pero sin abanderar la acción política de facto.