Cuando pienso en Anna Gabriel recuerdo mis amigas del colegio de élite del Eixample donde estudié el bachillerato. Ahora esta escuela es un centro concertado pero en mi época era una de las escuelas más caras, más prestigiosas y más patrióticas de Barcelona. Mis amigas iban peinadas como Gabriel, un poco abertzales. Llevaban camisetas de manga larga puestas debajo de camisetas de manga corta con dibujitos y lemas estampados y escuchaban bandas que cantaban cosas como "era un hombre, ahora es poli". A veces, estas amigas debatían conmigo con los mofletes colorados de pasión y me trataban de carca porque no veía claras sus ideas comunistas. A veces me invitaban a su casa y me hacían lavar los platos para demostrar que estaban liberadas. No sé si han votado a la CUP. Algunos amigos y amigas que en aquella época querían la revolución se decepcionaron y se alejaron de la política.
Gabriel, que estudió en la escuela pública y siempre la ha reivindicado, empezó su militancia con 16 años en la Plataforma Antifeixista y en el Agrupament Roques Albes. Desde entonces, no ha rebajado los ideales ni un milímetro. Su abuelo paterno emigró de Huelva para trabajar en la mina de Sallent y su madre nació en una familia del pueblo que vivió con especial intensidad el gran momento del comunismo libertario. En 1934, durante las revueltas mineras de Súria y de Sallent, un bisabuelo de Gabriel salió a la plaza y quemó todo el dinero que tenía, convencido de que el sistema capitalista estaba a punto de desaparecer. Si leen La fascinació del periodisme verán los reportajes que Irene Polo dedicó a aquella revuelta. Dan una idea de la miseria, la explotación y el idealismo que ha marcado la vida de algunas poblaciones de Catalunya en el último siglo. Sin ir más lejos, cuando Gabriel era pequeña y la cuidaba la abuela murciana –porque su madre trabajaba–, la heroína hacía estragos entre los jóvenes de Sallent.
El abuelo paterno emigró de Huelva para trabajar en la mina de Sallent y la madre nació en una familia del pueblo que vivió el momento álgido del comunismo libertario
Gabriel es profesora de Derecho en la UAB y licenciada en Educación Social, pero en su familia ha habido bastante pobreza y algunos casos de analfabetismo, además de pasión política. La diputada de la CUP es hija de una tradición que fue enterrada después de la Guerra Civil, y que ha vuelto a emerger a medida que las costras del franquismo han saltado con el descrédito de las instituciones surgidas de la Transición. A diferencia de otros compañeros de su partido, o de algunos amigos míos de adolescencia, el espíritu revolucionario de Gabriel es una cosa aprendida en casa. Ni las camisetas ni las ideas, ni el flequillo de sierra eléctrica que le endurece la cara, son una manera de matar a los padres, ni de huir de ningún complejo; son un viejo mandato familiar. Eso le da una consistencia que no se aprende ni se compra, y que va más allá del hecho de que su vocación política se haya ido forjando desde la base, esfuerzo que siempre da un crecimiento robusto.
En 2002, Gabriel formó parte del núcleo fundador de la CUP de Sallent. Entre 2003 y 2007, fue concejal del gobierno municipal del pueblo, como ya lo había sido su madre en la época del PSUC. En la oposición se enemistó con socialistas y convergentes por la gestión de la escombrera salina de la mina, que tiene mucha presencia en la vida del pueblo. También aprendió hasta qué punto el miedo a perder el trabajo influye en las decisiones políticas y técnicas. En 2009 Gabriel dimitió del secretariado nacional de la CUP, siendo la candidata más votada, para "abrir un debate sobre la democracia interna". También en aquella época renunció a una plaza de funcionaria para no tener que sacar horas de dedicación al partido y al municipio.
En 2013, cuando llevaba una década de política local, pasó a coordinar el grupo de la CUP en el Parlament. Allí se familiarizó con el funcionamiento de la Cámara y pudo ver como el juego de la política es capaz de ablandar los carácteres más duros y más comprometidos, con sus focos, teatrillos y lisonjas. Para llevar a cabo este trabajo tuvo que aparcar la carrera académica y su tesis doctoral. En las elecciones plebiscitarias del 27S, Gabriel ocupó el segundo lugar de la lista de la CUP detrás de Antonio Baños. La nueva cara amable de la CUP es más expansiva y más bromista que David Fernàndez. Pero al lado de Gabriel, Baños adquiere una imagen gaseosa y falstaffiana que cae lejos de la cultura franciscana de la camiseta que tan bien representa su compañera.
En los debates electorales, Gabriel dio buena impresión, y no sólo por la oratoria. Aunque quiere cambiar a la sociedad de arriba abajo, es respetuosa en las discusiones y mantiene más elevados que otros colegas suyos de profesión los estándares de buenas maneras hegemónicos en las sociedades capitalistas y civilizadas. Esta habilidad es importante en un partido como la CUP que presume de tener una gran cultura deliberativa pero que sólo cede por convicción, nunca por intereses puntuales o transacciones al por menor como los partidos convencionales.
Si me miro fotografías de Gabriel yo veo una mujer clásica del país, con esta belleza maternal de las catalanas sufridas y perfeccionistas
Últimamente se ve como, en el circo político, las mujeres son utilizadas para defender posiciones intransigentes y doctrinarias en los contextos más difíciles. Si no fuera porque la CUP repartirá el protagonismo entre sus diez diputados, Gabriel podría encontrarse haciendo el papel de policía malo al lado de Antonio Baños. Si encuentra su espacio es posible que acabe combinando el dogmatismo gélido de Quim Arrufat con la empatía salpimentada de David Fernàndez.
A mí Gabriel me parece la figura más prometedora de la CUP, pero como el mundo de este partido todavía es un misterio, me cuesta mucho imaginar cómo evolucionará. Me dicen que no tiene ambiciones personales y que no se le caen los anillos por barrer el Ateneo de Sallent. Si miro fotografías suyas veo una mujer clásica del país, con esa belleza maternal de las catalanas sufridas y perfeccionistas, que se han acostumbrado a vivir sin complementos. Si embargo también veo una política con una gran voluntad de poder y mucha determinación. Si tienes cualidades de liderazgo y cualidades de militante de base, sería lógico que unas virtudes se impusieran a las otras. Aunque nunca se sabe, claro, porque en la CUP son muy suyos. Pero así ha funcionado la humanidad hasta ahora.