Este jueves se cumple un año de uno de los capítulos que marcará la biografía política de Pedro Sánchez: el día en que publicó una carta amenazando con dimitir como presidente del Gobierno a causa de la apertura de diligencias contra su esposa, Begoña Gómez. La amenaza, que resultó ser un fake, se produjo a las puertas de la campaña de las elecciones catalanas que convirtieron a Salvador Illa en president de la Generalitat; no se podrá saber nunca en qué medida influyó. Después de cinco días de supuesta reflexión, hubo fumata blanca y el socialista confirmó que continuaba al frente de la Moncloa con el objetivo de agotar la legislatura; con el 'teatrillo' incluido de desplazarse antes hasta la Zarzuela para comunicar la decisión al rey Felipe VI. Doce meses más tarde, el resultado de aquel movimiento ha sido consolidar al PSOE en el CIS como la opción favorita de los españoles, reforzar su hiperliderazgo en el partido, impulsar un plan de regeneración democrática que pocos pasos ha hecho hasta ahora, y normalizar el cuestionamiento al poder judicial por parte del Gobierno ante una tormenta en los tribunales que cada vez se agrava más.
El año pasado, en las postrimerías de la diada de Sant Jordi, saltaban las alarmas en la sala de máquinas de la Moncloa: recibían el aviso de que al día siguiente se publicaría una información delicada para Pedro Sánchez. A primera hora del miércoles, circulaba por todos los medios la noticia de que el juez Juan Carlos Peinado había abierto diligencias contra la esposa del presidente por presunto tráfico de influencias. El jefe del ejecutivo español llegaba al Congreso de los Diputados con la cara desencajada; respondía a las preguntas que le formulaba la cámara baja durante la sesión de control y abandonaba la madrileña Carrera de San Jerónimo para clausurarse en la Moncloa y redactar una carta que sacudiría la legislatura. A las siete de la tarde de aquel miércoles publicaba la misiva en su cuenta de Twitter (X): "¿Merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé".
"Necesito detenerme; me urge responderme la pregunta de si merece la pena, a pesar del fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política; si hace falta que continúe al frente del Gobierno o renunciar a este gran honor; a pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han intentado hacer de mí, no me he sentido nunca aferrado al cargo; este ataque es tan grave que necesito parar y reflexionar con mi esposa", dejaba Sánchez por escrito en una carta en la que confesaba estar "profundamente enamorado" de Begoña Gómez. Y, de golpe, dejaba de dar señales de vida; solo intercambiaba algunos mensajes con personas de confianza, como es el caso de Salvador Illa, que justo se adentraba en la carrera electoral catalana.
El círculo de confianza de Sánchez conserva un mal recuerdo de aquellos días
Aquel sábado el PSOE celebraba en la sede de Ferraz un Comité Federal que más bien pareció un funeral: los socialistas cerraban filas con el presidente del Gobierno y líder del partido. Todos los ojos se situaban sobre María Jesús Montero, que por jerarquía tenía todos los números de convertirse en sucesora de Pedro Sánchez. El comité no llegó a terminar. Los socialistas, al ver que en las puertas del principal cuartel del partido había miles de simpatizantes, salieron a la calle para tener un baño de masas con ellos. Parece que Sánchez escondió de verdad a sus filas qué acabaría haciendo. Así lo han asegurado a este periódico fuentes de su círculo de máxima confianza durante todo este año. Ese día hubo llantos de políticos como Félix Bolaños, Francina Armengol y Óscar Puente, entre otros. Algunos de ellos aseguran que tienen un mal recuerdo de esos días.
Sánchez consolida su hiperliderazgo en el PSOE
En este último año, de hecho, Sánchez ha conseguido enterrar cualquier debate sobre su sucesión. Ni siquiera María Jesús Montero es ahora candidata a relevarlo, porque la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Hacienda será la candidata del PSOE en las próximas elecciones andaluzas. Con la falta de gancho electoral de Félix Bolaños, Óscar Puente sería ahora mismo el hombre más fuerte en la imaginaria línea de sucesión de Pedro Sánchez, un ministro que ya tiene experiencia como exalcalde de Valladolid. Pilar Alegría, que también había aparecido en las quinielas, será la candidata de los socialistas en Aragón, mientras que Óscar López lo será en la Comunidad de Madrid.
Su decisión de continuar fue avalada por el CIS: el instituto demoscópico le dedicó una encuesta especial sobre su decisión. Y, desde entonces, se ha ido consolidando como la opción favorita de los españoles; ha frenado el crecimiento del PP de Alberto Núñez Feijóo, siempre según el laboratorio controlado por el socialista José Félix Tezanos. Su continuidad como presidente del Gobierno depende ahora más bien del reordenamiento del espacio que hay a su izquierda: necesita que Sumar y Podemos hagan las paces o uno acabe absorbiendo definitivamente al otro para que la ley D'Hondt no le castigue en unas próximas elecciones.
Fumata blanca, plan de regeneración democrática y cuestionamiento de los jueces
La decisión de continuar la comunicó el lunes. Llegó a teatralizar la escena haciendo antes una visita a Felipe VI en la Zarzuela. Aquel gesto hizo que durante unos minutos las quinielas apuntaran que Sánchez dimitiría. No fue así. A las once de la mañana anunciaba desde el palacio de la Moncloa que continuaba. En la retransmisión se colaron gritos de celebración de trabajadores de la residencia del presidente del Gobierno. En aquel discurso, el líder socialista anunciaba que impulsaría un plan de regeneración democrática.
Pero todavía no se ha aprobado ninguna norma en el Congreso de los Diputados. En el plan anual normativo de 2025 aprobado la pasada semana, el Gobierno se compromete a desplegar una nueva ley de secretos oficiales, regular el secreto profesional de periodistas, reformar las normas de publicidad institucional en los medios de comunicación, modificar la ley del derecho al honor y la rectificación, así como reformar la ley de financiación de los partidos. El PSOE, paralelamente, ha presentado en el Congreso de los Diputados la llamada 'ley Begoña', una norma que propone que las acusaciones populares dejen de formar parte de los procesos de instrucción, que los partidos políticos no puedan ser acusación popular, que no se puedan abrir causas judiciales a partir de recortes de prensa, que se suprima del Código Penal las ofensas a los sentimientos religiosos y que se aparte a los jueces que hagan declaraciones a favor o en contra de partidos políticos. De momento, la ley ha quedado guardada en un cajón porque no cuenta con suficientes apoyos para sacarla adelante.
Durante este último año, la tormenta judicial que atraviesa Sánchez se ha agravado todavía más: Juan Carlos Peinado ha incrementado su ofensiva contra Begoña Gómez; el hermano del presidente, David Sánchez, incluso ha dimitido del cargo que se investiga si obtuvo a dedo; José Luis Ábalos ya ha subido al cadalso del Tribunal Supremo, y la alta corte judicial también investiga si el fiscal general del Estado se encuentra tras la filtración de unos correos incriminatorios de la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Desde aquella carta, el Gobierno no ha tenido ningún problema en denunciar que la judicatura española practica lawfare, y que su nuevo blanco es Pedro Sánchez y su familia.
Baños de masas con Salvador Illa y retorno del PSC a Palau
Catalunya no solo se encontraba en precampaña, sino que quedaban dos días para que arrancara la carrera electoral. Los catalanes estaban llamados a las urnas al cabo de dieciocho días. Pedro Sánchez se volcó en aquella campaña, participó en baños de masas con Salvador Illa y recibió el gran calor de los simpatizantes socialistas. Su carta influyó en las elecciones catalanas; aunque sea imposible de calibrar en qué medida. La distancia entre PSC y Junts fue finalmente de siete diputados, pero Salvador Illa suma con ERC y comuns una mayoría en el Parlament que supera la absoluta por los pelos.