En la calle Génova 13 de Madrid, a mediados de febrero del 2022, la sangre sí que llegó al río. Un terremoto movió todas las placas tectónicas del partido hegemónico de la derecha, como pocas veces se había visto. Los cuchillos volaron a la vista de todo el mundo y los reproches se emitieron por tierra, mar y aire. Los planetas se alinearon para que el PP saltara por los aires en un punto concreto del tiempo, en una guerra fratricida que implicó acusaciones de corrupción, una supuesta trama de espionaje y una implosión política que decapitó la cúpula directiva del Partido Popular (PP) y defenestró al líder Pablo Casado.
El nudo de aquella guerra abierta tuvo lugar durante la segunda quincena de febrero del 2022. El desenlace se constató a principios de abril con el congreso nacional que proclamó el nuevo ninguna de filas. La trama, que tuvo aires de drama, intriga y thriller, tuvo tres protagonistas principales y dos secundarios. Algunos pusieron la cara, otros movieron los hilos entre bambalinas. A la vista de los hechos, de aquel choque salieron dos derrotados: el que era presidente del PP, Pablo Casado; y su número 2, Teodoro García Egea. Y hubo dos personajes que trascendieron como los mejor parados: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. En medio, el anterior portavoz nacional y todavía alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Un año más tarde, reconstruimos los hechos y repasamos qué ha sido de los responsables de aquella reyerta pública que, en pocas semanas, convulsionó el Partido Popular.
Pablo Casado, el desaparecido
El líder del partido entre julio de 2018 y febrero de 2022 se ha convertido en un fantasma de la vida pública. Su última intervención en público fue en abril del año, en el Congreso de Sevilla, que sirvió por entronizar la presidencia de Alberto Núñez Feijóo y certificó la defunción política de Casado. Entonces anunció que dejaba el escaño y cualquier responsabilidad orgánica, y añadió que volvería "para ayudar a este gran proyecto" y "para lo que necesitéis". Desde entonces, Casado se ha autoimpuesto la ley del silencio. Ni dice mú para no interferir en los planes de la junta directiva de Feijóo. Pero es que ni habla ni parece que le dejen muchas oportunidades.
En el congreso intermunicipal de Valencia de este febrero, el partido consiguió una fotografía potente, de "unidad" decían en Génova, reuniendo por primera vez desde 2015 a José María Aznar y a Mariano Rajoy. En aquel cónclave nadie lo mencionó. La etapa de Casado es una especie de vacío temporal en la memoria colectiva del PP. Una zona oscura en la línea del tiempo. Las heridas personales todavía cuecen y a los nuevos portavoces les cuesta salir del raíl del discurso oficial. Incluso aquellos que, mientras lo aplaudían en la intervención de despido en el Congreso de los Diputados, le hicieron la cama firmando un comunicado conjunto en que le reclamaban que cesara García Egea y convocara un congreso extraordinario. Como por ejemplo, la ahora secretaria general del PP, Cuca Gamarra. "Hicimos lo que teníamos que hacer y ahora el partido está centrado" ha respondido en una entrevista a Radio Nacional de España este lunes cuando le han preguntado por los supuestos mensajes que ella y varios dirigentes lanzaron en apoyo a Casado después de la célebre entrevista en la Cadena COPE. Aquella conversación con el periodista Carlos Herrera fue el gran desafío a Isabel Díaz Ayuso - la situó como sospechosa de un caso de corrupción - y, al fin y al cabo, fue el epitafio de su carrera política. Un líder escogido por la militancia y expulsado por los barones.
Sin responsabilidades orgánicas y alejado de los focos, la justicia tiene problemas para localizarlo. Un juez de Barcelona suspendió su declaración como imputado en una querella de la Generalitat por injurias, calumnias e incitación al odio. No lo encontraron en la sede del partido y nadie supo guiar a la justicia. Pero Casado no se ha esfumado ni se ha hecho invisible porque se ha repuesto en la actividad privada. Tiene 42 años y, según han publicado varios medios de comunicación en los últimos días, se ha implicado en la puesta en marcha de una empresa que se dedica a la venta de material de defensa y que tiene la sede en un edificio del majestuoso Paseo de la Castellana de Madrid. El objetivo fundacional de la compañía es "atraer dinero, generar negocios en torno a la tecnología de la seguridad. El contexto internacional lo favorece. Muchos gobiernos han aumentado los presupuestos en Defensa". Según explicaron El Mundo i El Confidencial, la sociedad se llama Archery Capital y su trabajo es hacer de intermediario entre financieros, fabricantes y compradores. Pasado por la traductora, hace de comisionista en una empresa que hace negocios con armamento.
Teodoro García Egea se entrega a las criptomonedas
Aunque no lo parezca, el exsecretario general todavía es diputado en el Congreso. Cuesta verlo por los pasillos y tampoco tiene ganas de parar a charlar con periodistas. Lo han relegado a una comisión de seguridad vial. A Teodoro García Egea le arrebataron cualquier espacio de poder en cuestión de pocos días ahora hace un año. El murciano arrastraba una mala relación con los barones territoriales, que lo acusaban de ostentar un control demasiado duro y de imponer directrices contra las decisiones de las regiones. García Egea fue el primero en saltar. Él respondió al enfado de Isabel Díaz Ayuso en una comparecencia desde la sede de Génova 13. "Nunca pude imaginar que se atacara de forma tan cruel e injusta a una dirección del partido que le ha dado todo [a Ayuso]. Ha vertido acusaciones gravísimas, casi delictivas. Nunca me pude imaginar esta reacción, nunca se ha visto en la historia de nuestro partido" lanzó García Egea como réplica. Entonces, los barones, incluido el gallego Feijóo, forzaron Casado a cesarlo para detener la sangría que se había abierto y para calmar los ánimos en un ambiente de confrontación absoluta. Casado ofreció su cabeza, pero ya era demasiado tarde, y la convulsión se hizo irreversible. El que era el número 2 dimitió por la presión de los dirigentes territoriales y fue la primera pieza al caer. Al cabo de una semana lo siguió Pablo Casado. La pinza que había liderado el partido desde 2018 se deshizo como un terrón de azúcar.
Un año después de que lo desbancaran, García Egea mantiene viva su pasión por el mundo tecnológico. Se explica porque es ingeniero de Telecomunicaciones, doctor ingeniero para la Universidad Politécnica de Cartagena y se lo considera un experto en tecnología blockchain, criptomonedas y finanzas descentralizadas. Desde que lo defenestraron ha vuelto a impartir conferencias y seminarios. De hecho, está a punto de publicar Criptoeconomía. Más allá de bitcóin: oportunidades del nuevo sistema financiero (Editorial LID), del cual se puede hacer pre-reserva en el portal La Casa del Libro por 21,8 euros. "Con la criptoeconomia surgen nuevas profesiones, nuevas formas de gestionar los activos y nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento para las personas, las empresas y los países. La criptoeconomía generará una disrupción similar a la que generó la llegada de internet y transformará sectores enteros", reza la sinopsis del libro.
Isabel Díaz Ayuso, con la cabeza alta
En las elecciones autonómicas del 2019 fue la apuesta personal de Pablo Casado, con quien se conocieron en las juventudes del partido. A pesar de sacar los peores resultados de la historia en la Comunidad de Madrid, gobernó gracias a Ciudadanos y Vox. La gestión de la pandemia antagónica a Pedro Sánchez la llevaron a convocar elecciones anticipadas en mayo de 2021 para deshacerse de los naranjas. La jugada le salió bien y, después de arrasar, sumó más que toda la izquierda junta. Ella creyó que también le correspondía liderar el PP de Madrid y forzó la máquina hasta el punto de encontrar resistencias en Génova 13.
Su popularidad ascendente se interpretaba también como una amenaza, pero la relación saltó por los aires tan pronto como supo, en verano de 2021, que su partido lo investigaba a raíz de un contrato polémico por la venta de material sanitario que benefició a su hermano. Ella utilizó una supuesta trama de espionaje publicada por El Mundo i El Confidencial para hacer el desafío definitivo contra aquellos que creía que la querían decapitar y frenarle las aspiraciones. Asesorado al milímetro por su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, Ayuso salió a la arena con el cuchillo entre los dientes. "Nunca me he llegado a imaginar que la dirección nacional de mi partido actuaran de una forma tan cruel y tan injusta contra mí (...) Las declaraciones que están publicando los medios de comunicación, que provienen del entorno de Pablo Casado y que él no desmiente, son lo peor que se puede esperar de los políticos", dijo desde la sede del gobierno regional en la Puerta del Sol.
Díaz Ayuso se salió con la suya después de alinearse con los barones para borrar a Casado y ungir a Feijóo. Siempre muy crítica con la actitud de la anterior junta directiva, ahora hace equilibrios para mantener su perfil propio y, a la vez, no ser tan contestataria con la dirección del gallego. Aun así, desde la Asamblea de Madrid, demuestra que quiere seguir ejerciendo de verso libre haciendo oposición directa al gobierno de Pedro Sánchez. "Que te vote Txapote", dijó durante una sesión de control contra el PSOE y el presidente del Gobierno. Hacía referencia al etarra que asesinó a Miguel Ángel Blanco y que pretende recordar que uno de los grandes aliados de la coalición es Bildu. Conviene recordar que la referencia polémica a ETA es una afirmación que popularizó Vox. De hecho, con estas provocaciones y enviando mensajes identitarios, Díaz Ayuso cree que ha encontrado la fórmula para parar el ascenso del ultra derecha en su comunidad. Además, la lucha a la derecha se ha hecho feroz desde que Vox tumbó los presupuestos de Ayuso. Convertida casi en uno icono pop durante la pandemia, Ayuso es presidenta de la Comunidad de Madrid con un gobierno en solitario, lidera su formación regional sin oposición y tiene buenas perspectivas para las elecciones de mayo. Eso sí, en las últimas semanas la gestión que está haciendo del sistema sanitario público ha provocado que miles de personas salieran a las calles de Madrid. Una manifestación que ella interpreta como un acto político preelectoral.
Alberto Núñez Feijóo, bajo la espada de Damocles de Vox
Fue la solución. Los barones le traspasaron la responsabilidad de coger las riendas del partido en el momento más crudo de la pugna. Por su solvencia en Galicia y la imagen que ofrecía de moderación, Núñez Feijóo estaba predestinado a instalarse en Génova 13 tarde o temprano. Quizás llegó más de hora de lo que todo el mundo se imaginaba. Descabezado Casado, apostó por una pinza galaico andaluza para apuntalar la dirección y empezar una era de consenso. Un año más tarde ha conseguido la paz social que le reclamaban rejuntando en Valencia a José María Aznar y a Mariano Rajoy, que le juraron fidelidad ante el triple examen electoral del 2023. El entorno de Feijóo está confiado y dice que, después de los triunfos en Madrid, Andalucía y Castilla y León, el PP ha empezado a girar la tortilla, ha reiniciado un ciclo electoral que llevará el gallego a la Moncloa a finales de año. Antes tendrá que pasar por las municipales y autonómicas de mayo, que también se interpretarán como un termómetro de su gestión en contraposición a Pedro Sánchez.
En todo este año el líder del partido ha encontrado en el Senado un espacio para fiscalizar al presidente español, que lo ha replicado intentado desmontar la imagen de solvente y moderado con que llegó a Madrid. Pero el gran reto que tiene Feijóo por delante es la relación que tiene que mantener con Vox. La mayoría de encuestas privadas – las publicadas por medios de comunicación - lo sitúan justo por delante del PSOE y si tiene alguna posibilidad de gobernar es pactando con Santiago Abascal. La suma a la derecha se avista como el único camino para desbancar a los socialistas y la mayoría de la investidura. Sin embargo, lo que no aclara Núñez Feijóo es el nivel de relación institucional que tendrá con la extrema derecha. La madrileña Ayuso y el andaluz Moreno Bonilla libraron al PP de pactar con los ultras, sin embargo, al leonés Mañueco en la calculadora no le salían los números y Vox entró en un gobierno autonómico por primera vez. Abascal no se conforma y ya quiere formar parte de ejecutivos. Según publicó La Razón, Feijóo no quiere pactar con el ultra derecha antes de las generales temiendo que eso le perjudique. El gallego tendrá que resolver el intríngulis.
José Luis Martínez Almeida aguanta la sacudida
La guerra fratricida lo enganchó de portavoz nacional y alcalde de Madrid. Se le veía como un agente neutral aunque en algunos momentos su nombre sonó como una tercera vía para presidir el PP de Madrid ante la obstinación de Ayuso. A Almeida le tocó salir al paso para negar el intento de espionaje a la presidenta madrileña que, según las informaciones, se habría urdido desde el Ayuntamiento de Madrid a través de su hombre de confianza, Ángel Carromero. Carromero dimitió y Almeida dio un paso al lado en el enfrentamiento dejando también el papel de portavoz. "Es un momento en que los madrileños no pueden dudar de mi compromiso con el Ayuntamiento y con aclarar la verdad", sentenció Almeida aquel febrero fatídico. Pasado un año, Almeida ha recuperado la confianza de Ayuso, será el candidato del PP para repetir alcaldía de Madrid y se arrepiente de haberse enfrentado a la presidenta madrileña por el poder en el PP de Madrid. En una entrevista en Esradio, el alcalde de Madrid aseguró este diciembre que intentó defender "una tercera vía" aunque, a la vista de la crisis interna que abrió, admitió que "fue un error" y que se tendría que haber frenado.