El 19 de septiembre del 2023 ya forma parte de los libros de historia. Se celebró el primer pleno del Congreso de los Diputados con plena capacidad y libertad para hablar en catalán, vasco y gallego sin censura, sin interrupciones y sin retiradas de palabra. Durante décadas, las presidencias de la cámara baja habían impedido los discursos con cualquier lengua que no fuera el castellano y más uno, de dos y de tres parlamentarios habían estado sistemáticamente expulsados de la tribuna de oradores por utilizar el catalán. Pero aquel día la frase “no tiene la palabra” pasaba a formar parte del pasado y la llegada de Francina Armengol al frente del Congreso, fruto de los pactos del PSOE con Junts y con ERC, abría una nueva etapa. Un cambio de época. Inédita. Sea cual sea el rumbo de Pedro Sánchez en la Moncloa, la decimoquinta legislatura de la democracia española será siempre la primera que garantizó y respetó todos los derechos lingüísticos de los diputados.
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¿Qué pasó el 19 de septiembre? Aquel martes, el pleno del Congreso discutía la toma en consideración de la reforma del Reglamento. Era el primer debate y tenía que permitir que la iniciativa, que se había registrado quince días antes, se admitiera a trámite. Por lo tanto, el uso del catalán, el vasco y el gallego todavía no se había introducido en la norma de funcionamiento de la cámara baja. Sin embargo, Francina Armengol aprobó una resolución para permitir que se pudieran utilizar las tres lenguas también durante aquel debate, sin tener que esperar a la votación. “Esta Presidencia permitirá la utilización de todos estos idiomas en el Congreso desde esta sesión constitutiva”, había afirmado el 17 de agosto en su primer discurso como presidenta. La reforma del Reglamento superó el primer examen parlamentario el 19 de septiembre y dos días más tarde, el 21 de septiembre, se aprobó definitivamente. 178 votos a favor y 172 en contra: el catalán, el vasco y el gallego se convertían en lenguas de primera.
Aquella primera sesión de normalización lingüística, de la que se cumplen 365 días, fue un día de agradecimientos. Gabriel Rufián hizo un doble homenaje a los “miles de personas trabajadoras llegadas a Catalunya, al País Valencià, a Galiza o a Euskal Herria hace 50, 60 o 70 años” que “entendieron que sus hijos y nietos tenían que amar y respetar las tierras que pisaban a través de su cultura y de su lengua” y a Joan Tardà, el exportavoz de ERC en el Congreso, que “hizo una lucha, en una soledad muchas veces terrible, para que llegara este día”. Y Míriam Nogueras expresó un “profundo recuerdo” a la lingüista Carme Junyent, que había fallecido hacía poco, y un “agradecimiento inmenso” en la Plataforma per la Llengua y a “todos los que se han comprometido con el catalán”.
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Gabriel Rufián: “Después de más de 40 años, se están reconociendo los derechos de todos”
“Yo hoy aquí hablaré en catalán porque puedo gracias a la escuela catalana y porque es la lengua de mi país”, reivindicó Gabriel Rufián. Eran las primeras palabras en catalán sin miedo a represalias. El portavoz de ERC en el Congreso lamentó que tanto el PP como el PSOE habían provocado una “intransigencia” y un “cinismo histórico” que habían convertido “hablar en otras lenguas en un acto revolucionario”. “No se están violentando los derechos de algunos, aquí hoy, por fin, después de más de 40 años, se están reconociendo los derechos de todos”, subrayó. Rufián sostuvo que “ni el castellano está amenazado en Catalunya ni el catalán es patrimonio del independentismo” y defendió que una lengua “no solo sirve para comunicarse”, sino que también “sirve para representar lo que eres”. “A muchos de ustedes les molesta principalmente la identidad que representan”, remachó.
Míriam Nogueras: “Un minúsculo contrapunto a la persecución de nuestra lengua”
«Sed fieles a la tierra y a la lengua, no para cerraros, sino para tener voz propia». Míriam Nogueras empezó su discurso recordando una frase que pronunció hace décadas Pau Casals. “En esta cámara resuena por primera vez sin censura y sin limitaciones también la lengua catalana” en un “minúsculo contrapunto a la persecución de nuestra lengua”, celebró la portavoz de Junts en el Congreso. Para los juntaires, eso demostraba que el hecho de que el catalán tuviera “el estatus que se merece” era solo “cuestión de voluntad política” y era una evidencia del “camino imparable hacia la libertad”. “Tenemos el derecho a hablar catalán, un derecho que hemos tenido siempre, pero que no se había respetado, y querría agradecer el trabajo y la valentía de la presidenta Armengol, una valentía que no había tenido ninguno de sus predecesores”, concluyó.
El numerito de Vox y el portavoz del PP hablando en vasco
Aquel estreno no estuvo exento de polémica. Dos imágenes y siete nombres. La primera estampa del pleno fue la de los diputados de Vox abandonando el hemiciclo y dejando las orejerasencima el escaño de Pedro Sánchez. Al ver que el primer orador intervenía en gallego y que Armengol les impedía boicotear el pleno, se marcharon del debate. La segunda fue Borja Sémper usando el vasco para defender la posición del PP, muy crítico con la reforma. “No haremos el canelo ni cosas extrañas, queremos hablar a los españoles, queremos que nos entiendan y, por lo tanto, hablaremos en castellano”, había dicho él mismo 24 horas antes en una rueda de prensa en Génova.
Los siete nombres son para los diputados que abanderaron la riqueza lingüística del hemiciclo. El socialista José Ramón Besteiro, que abrió el debate utilizando el gallego, fue el primero a hablar en una lengua que no fuera el castellano. El representante del BNG, Néstor Rego, y el entonces portavoz de Sumar, Marta Lois, también utilizaron la lengua de Rosalía de Castro. Mertxe Aizpurua (de Bildu) y Joseba Agirretxea (del PNV) se expresaron en vasco y Jorge Pueyo (de la Chunta Aragonesista, dentro Sumar) lo hizo brevemente en aragonés. Cinco meses más tarde, el diputado del PSC Amador Marcara, nacido en Vielha, utilizó al aranés.
Un uso desigual y dos ministros que han hablado en catalán en sesiones de control
A lo largo de los últimos doce meses, sobre todo desde que la legislatura puso los motores a pleno rendimiento, el uso de las lenguas oficiales y la imagen de Pedro Sánchez, de los ministros o de los diputados con el auricular para seguir la traducción simultánea se ha convertido en la nueva normalidad parlamentaria. Un sistema plenamente integrado en el día a día, a pesar de que los diputados del PP continúan siendo reticentes a usarlo. De momento, por ejemplo, ha habido dos ministros que han respondido preguntas en sesiones de control en catalán: Jordi Hereu a Junts en diciembre y Ernest Urtasun a ERC la semana pasada. Además, los dos se expresaron parcialmente en catalán cuando comparecieron en comisión al inicio de la legislatura.
Por cierto, la facultad de hablar en catalán no siempre se ejerce de la misma forma. Es cierto que en un año la gran mayoría de los discursos de los parlamentarios de Junts y de ERC han sido en catalán, pero Gabriel Rufián, por ejemplo, ha mantenido el castellano en los cara a cara de los miércoles con Pedro Sánchez, en buena parte de sus intervenciones en las comparecencias del presidente español o cuando se dirige a la bancada del PP.
Una implementación compleja y no exenta de dificultades
Todo eso es lo que pasó y lo que ha ido pasando en el pleno. Pero no todo quedaba dentro del hemiciclo: a finales de diciembre, la convocatoria de las primeras comisiones parlamentarias abrió un nuevo conflicto e hizo revivir a los fantasmas del pasado. En diciembre hubo dos incidentes con diputados de Junts: Josep Maria Cervera pudo hablar en catalán, autorizado por el presidente de la Comisión de Justicia, del PSOE, a cambio de entregar una copia en castellano de su intervención, pero el presidente de la Comisión Mixta para la UE, del PP, impidió a Marta Madrenas hablar en catalán. La solución que puso el Congreso sobre la mesa fue habilitar tres salas para utilizar las petacas y los auriculares que se utilizaban en el hemiciclo. Sin embargo, el día del estreno hubo un imprevisto y la cámara baja se quedó sin traductores. Fue un resbalón. Desde entonces, todo se ha podido desarrollar sin problemas.
A la espera de poder presentar escritos en catalán
Ahora solo falta un último paso. El mes de abril, la cámara baja sacó a concurso un contrato de 12,5 millones de euros hasta 2027 para los “servicios de traducción, interpretación y transcripción” de las lenguas cooficiales y el “subtitulado en directo” de las intervenciones de los diputados. Uno de los objetivos, aparte de conseguir una contratación definitiva y estable para abandonar el régimen transitorio y de contrataciones extras que ha habido hasta ahora, tiene que ver con una de las previsiones que contenía la reforma del Reglamento del Congreso y que todavía no se ha atendido: poder presentar documentos en las lenguas cooficiales (de momento, los diputados tienen que presentar los escritos en las dos lenguas). Fuentes de la Mesa del Congreso explican a ElNacional.cat que la voluntad es que, si todo va bien, el contrato se pueda adjudicar a principios de otoño. Una vez se haga esto, se prevé que el sistema se pondrá en marcha deprisa, así que antes de acabar el año los diputados tendrían que poder presentar escritos al Congreso únicamente en catalán.
Los deberes pendientes en Europa
En paralelo a la posibilidad de hablar catalán al Congreso, hay una batalla que todavía continúa en marcha: la oficialidad del catalán en la Unión Europea. En agosto, Junts consiguió que el ministro José Manuel Albares registrara en el Consejo de la Unión Europea la solicitud formal para que el catalán, el vasco y el gallego se incorporen como lenguas oficiales de pleno derecho de la UE. Era un primer paso imprescindible, pero todavía no se ha encontrado la solución. Para empezar, dos jarras de agua fría: primero Finlandia expresó sus reticencias y después Letonia y Lituania se negaron. Y desde entonces se han ido encadenando fiascos: una propuesta enviada de manera torpe y una renuncia a incluirlo en el orden del día por parte del Gobierno dieron paso a la presidencia belga, que no ha priorizado esta cuestión. Ahora, bajo el mando de Hungría, tampoco parece que se tenga que resolver. El recorrido europeo del catalán es más empinado.