A pesar de saber que el veto de Junts le hará tropezar en el primer asalto, Pere Aragonès ha imprimido una sobredosis de energía a su primer discurso de investidura. El líder de ERC ha desgranado su programa de gobierno de izquierdas, independentista y comprometido con la autodeterminación. Sin perder la esperanza de que la negociación con la formación que encabeza Carles Puigdemont llegue a buen puerto en los próximos días, ha optado por tragarse el enfado, evitar reproches y volver a extender la mano. Eso sí, poniendo el acento claramente a la izquierda, huyendo de la unilateralidad. Una frase sintetiza la esencia del mensaje a Junts: "Reescribamos el guion. Si optamos por la comodidad del maximalismo, sólo contribuimos al bloqueo". De momento, la cosa seguirá atascada, como mínimo hasta el martes, cuando se celebre la segunda vuelta de la investidura.
En la votación de esta noche, sólo 42 diputados —los de ERC y la CUP— votarán a favor de investir a Aragonès. El candidato ha agradecido "profundamente" a los anticapitalistas, con mención especial para Dolors Sabater, "la empatía y la generosidad mostrada para llegar a un acuerdo", a la vez que ha reconocido que "el paso que han dado no es fácil".
Con los cupaires en el saco, se ha centrado en convencer a Junts para que den "un paso adelante". En paralelo, y por si acaso, ha vuelto a abrir la puerta a los comunes. "Hoy extiendo de nuevo la mano al resto de formaciones con quien compartimos los objetivos de afrontar con toda la fuerza y sin más demora todas las urgencias sociales, la reconstrucción económica del país y la resolución del conflicto con el Estado. Especialmente a Junts, pero también a En Comú Podem, a quien espero convencer a lo largo del día de hoy", ha señalado.
La desconfianza con Junts
En la línea de lo que ha venido haciendo desde la noche de las elecciones, Aragonès ha pedido a Junts —y de paso a los comunes— "salir de la zona de confort", "evitar los diálogos de sordos que no aportan nada" y centrarse en "los denominadores comunes, que los hay". Y una vez más, la enésima llamada a "superar desconfianzas con quien compartimos trayecto". Precisamente la desconfianza cultivada a lo largo de la pasada legislatura es el gran obstáculo que enturbia las conversaciones entre los dos principales actores independentistas. Y aunque desde su entorno más próximo reconocen a ElNacional.cat que no son optimistas de cara a que Junts se mueva de aquí al martes, Aragonès ha querido ser positivo. "Si hay voluntad, estamos a tiempo, hoy mismo, ahora mismo", ha concluido.
El objetivo de los republicanos es construir "un gobierno amplio, fuerte, cohesionado, plural y con una mayoría parlamentaria sólida". Si finalmente acabaran gobernando juntos, ERC y Junts estarían en minoría, con 65 diputados. Por lo tanto, en la frase iba implícita la invitación a la CUP para que entre al ejecutivo, una opción remota, cuando menos de entrada, pero que no se descarta que pueda producirse a lo largo de la legislatura. En este sentido, Aragonès ha afianzado su compromiso, suscrito en el acuerdo con la CUP, para someterse a una cuestión de confianza a medio mandato, en el año 2023.
Catalunya, 'un sol poble'
La estructura del discurso de investidura ha situado como indisociables la justicia social y la lucha nacional. El primer capítulo lo ha dedicado al giro a la izquierda que quiere impulsar. "Somos una mayoría inapelable de izquierdas y de progreso", ha apuntado Aragonès, añadiendo que el 14-F ha dejado, también, "una mayoría inapelable a favor de la amnistía y la autodeterminación" y "a favor de la República catalana".
Por eso, ha fijado tres objetivos prioritarios para el gobierno que aspira a presidir: "Afrontar con total determinación las urgencias y desigualdades agravadas por la pandemia", "sentar las bases de un nuevo modelo productivo" y "encaminar la resolución del conflicto político con el Estado haciendo inevitable la amnistía y la autodeterminación. Todo eso, con "cuatro transformaciones inaplazables" en el horizonte: la socioeconómica, la feminista, la verde y la democrática.
En un nuevo guiño a los comunes, Aragonès ha llamado a "revitalizar el viejo eslogan de Catalunya, un sol poble," admitiendo que "el concepto de catalanidad no es exclusivo de nadie". Como ya hizo durante la campaña electoral, ha apostado por combatir "los discursos del miedo y de la exclusión que tanto daño han hecho estos últimos años". Un emplazamiento a suavizar la imagen del independentismo para hacerlo más inclusivo y seductor delante de aquellos que todavía no han dado el paso.
El giro a la izquierda
Entre las propuestas concretas que ha anunciado, destaca el plan de rescate que arrancará en los primeros 100 días de gobierno, movilizando 700 millones de euros para hacer frente a la emergencia social, para fomentar la contratación de jóvenes, de mayores de 45 años y de personas en situación de vulnerabilidad, pero también para rescatar familias y reducir las listas de espera de los programas de atención a la dependencia.
Asimismo ha resaltado los compromisos adquiridos con la CUP para promover una renta básica universal, evitar por ley los desahucios de familias vulnerables, reformar el modelo policial y mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de la sanidad y aumentar significativamente el presupuesto en Salut, con hasta 5.000 millones de euros adicionales.
Referéndum y diálogo sin renuncias
Con la voluntad de arrastrar a los comunes y exhibir la mayoría de 82 diputados soberanistas del Parlament, Aragonès ha anunciado que convocará un Acuerdo Nacional para la Amnistía y la Autodeterminación, "que agrupe a todas aquellas formaciones políticas, instituciones y entidades que están de acuerdo con una solución: el conflicto político con el Estado se resuelve con la libertad de los presos y presas y los exiliados y exiliadas y con un referéndum para decidir nuestro futuro en libertad". Y en este apartado ha dejado claro que "querer la amnistía y la autodeterminación no es ninguna renuncia".
Consciente de que la apuesta de ERC para resucitar la mesa de diálogo con el Estado genera rechazo tanto en la CUP como en JxCat, Aragonès ha reconocido que "es cierto que ha empezado con mal pie". Un mal inicio que ha atribuido a la pandemia y al clima preelectoral. Con todo, ha admitido que entiende "el escepticismo de algunos", porque tiene "la certeza de que será una negociación dificilísima", la más difícil, ha dicho, que ha afrontado nunca la Generalitat. Por eso, y reconociendo que no puede garantizar que salgamos adelante", ha pedido "afrontar la negociación con el Estado recuperando la unidad estratégica". La alternativa, ha dicho, "lleva a continuar bloqueados como hasta ahora en una etapa de represión e impotencia".
Aragonès ha cerrado el discurso pidiendo la confianza a la cámara para ser "el presidente de todo el mundo". De momento, tendrá que esperar.