Si ya entraban divididos, la sesión de investidura no ha hecho más que ampliar un poco más la grieta abierta entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. El pescado del día estaba vendido, Pere Aragonès sabía ya de entrada que hoy no sería proclamado president, pero ha salido con la certeza de que será casi imposible que le invistan en la segunda votación del martes. Los 42 votos a favor de los diputados de ERC y la CUP han sido hoy insuficientes. Y lo seguirán siendo si, como todo apunta, los 32 de Junts mantienen su abstención en segunda vuelta. Pesarán más los 61 votos en contra que suman PSC, comunes, Vox, Cs y el PP. Si este martes vuelve a fracasar el objetivo de aglutinar los 74 escaños independentistas.empezará la cuenta atrás de dos meses hasta la repetición de elecciones.
"Tenemos la obligación, después de un mes y 14 días, de ponernos de acuerdo," ha sido la respuesta del todavía vicepresident a la petición de Junts para que no se precipite y renuncie a presentarse a la segunda votación para dar más tiempo a madurar el pacto. Si bien lo han envuelto de buenos propósitos, en el cuerpo a cuerpo entre Aragonès y el presidente del grupo parlamentario de JxCat han saltado chispas. Hace seis meses que Catalunya funciona con un gobierno en funciones y un president substituto que ha exigido poner fin a la interinidad.
Las formas como ERC ha pilotado las negociaciones, empezando antes con una alianza "con quién será socio parlamentario" y no con quien tiene que ser socio de Govern, han molestado a los junteros. Así se lo ha recriminado Albert Batet, argumentando que se han sentido invitados a una mesa ya parada y teniendo que pagar la factura. Junts no cuestiona, tal como ha arreciado hoy, que Aragonès tiene que ser el 132.º president de la Generalitat, pero pide tiempo para "un buen acuerdo" que ahora mismo no se avista. Es más, avisa de que difícilmente llegará en cuatro días.
Condenados a entenderse
Aunque Aragonès ha optado por no hacer sangre con Junts, desde su entorno critican en privado la actitud de sus todavia socios, a los que acusan de querer hacer pagar -en diferido- la no investidura de Puigdemont el 30 de enero de 2018. De hecho, el propio Batet se ha referido durante su intervención. Por su parte, el candidato republicano ha replicado que las diferencias que puedan existir ahora entre ERC y Junts "son más pequeñas de las que ha habido en investiduras anteriores". Una forma de recordarles que, en el pasado, ERC ha votado siempre en primera vuelta tanto a Mas como a Puigdemont y Torra.
Del debate se desprende que si los dos principales partidos independentistas acaban repitiendo coalición no será por ganas, sino por necesidad. Saben que tendrán que hacer lo imposible por recuperar la confianza. Escarmentado de las turbulencias del gobierno Torra, Aragonès ha pedido enterrar "desconfianzas" y "maximalismos" y generar espacios de coordinación que garanticen la lealtad entre socios. Sobre programa, Junts compra la mesa de diálogo con el Estado a regañadientes, como la CUP, pero reivindica el rol del Consell per la República para marcar el paso. ERC, en cambio, quiere reformularlo y reserva a la entidad presidida por Puigdemont la tarea de internacionalización.
La CUP, socio estable
Durante su exposición inicial, Aragonès ha focalizado en su apuesta por un gobierno de izquierdas que, más allá de trabajar por la amnistía y un nuevo referéndum, se centre en las políticas sociales y la reconstrucción de la crisis derivada de la Covid. Lo ha hecho poniendo el acento en algunos de los compromisos pactados con la CUP, como evitar por ley los desahucios, revisar al modelo policial o aumentar el presupuestos en sanidad. Incluso ha citado a Karl Marx, que "advirtió que precio y valor no eran lo mismo" para reivindicar que hay que revalorizar el sistema de atención social y curas, "históricamente infravalorados en el sistema capitalista".
La alianza con los anticapitalistas da alas a ERC a pesar del fracaso en el primer intento de investidura. Los de Junqueras se sienten acompañados y entienden que quien queda arrinconado es Junts per Catalunya. Aragonès ha aprovechado para alabar el papel de los cupaires, su "generosidad y empatía". "Hemos encontrado el camino para centrarnos en aquello que tenemos en común e ir puliendo las diferencias", ha remarcado, recordando que el acuerdo suscrito es "de mínimos" y que tiene que servir para desarrollar la acción de gobierno.
Por primera vez en muchos años, la CUP no es el actor desestabilizador. Y Dolors Sabater lo ha querido poner en valor. "Esta vez llevamos los deberes hechos. Hemos sido los primeros en hacer los deberes". Eso sí, ha dejado claro que el documento sellado "no es un cheque en blanco".
La alternativa de los comunes
A medida que han ido pasando las semanas, la voluntad de ERC de formar una gran coalición de gobierno con Junts, la CUP y los comunes se ha ido deshaciendo. Ahora mismo, En Comú Podem es quien está más descolgado. El acuerdo por la Mesa del Parlament, que llevó Laura Borràs a la presidencia de la cámara, fue determinante para que los de Jèssica Albiach saltaran a la oposición. De momento.
Fuentes de los comunes reconocen que están al acecho, por si las conversaciones con Junts fracasan y ERC decide prescindir para explorar un cambio de socios. "Con nosotros, mañana mismo habría gobierno", ha dicho Albiach, que ha hurgado en la herida, alertando a Aragonès de que Junts lo está humillando y lo ha instado a atreverse a romper con el pasado.
La alternativa parece difícil, no tanto por falta de ganas, sino porque un tripartito de ERC, CUP y ECP aritméticamente quedaría muy lejos de la mayoría, con sólo 50 diputados. Es decir, necesitaría contar con el aval desde fuera, en forma de abstención, o bien de Junts o bien del PSC.
Por si acaso, Aragonès no ha perdido la ocasión de lanzar un guiño a los comunes, rogándoles que "dejen de ser espectadores" y suban al carro, por un gobierno de izquierdas que luche por la amnistía y la autodeterminación que ellos también defienden. La CUP también les ha interpelado, invitándolos a sumarse al acuerdo y recuperar el espíritu del 15-M.
Illa, como Arrimadas
La legislatura arranca repitiendo el patrón de la anterior. Con el ganador de las elecciones en Catalunya sin posibilidades, siquiera, de presentarse a la investidura. En el año 2017, Inés Arrimadas renunció de entrada, a pesar de tener tres diputados más de los que ahora tiene el PSC. Con 33, Salvador Illa lo ha intentado hasta el último momento, solicitando a Borràs que lo propusiera a él para la investidura. Ante la falta de apoyos exhibidos por el socialista, la presidenta optó por Aragonès.
Durante su discurso,que ha hecho medio en castellano, el exministro ha sido agrio, expresando su decepción con el discurso del candidato y ha criticado que sea "rehén" de la CUP. ¿"Hace falta este sometimiento a los antisistema"?, ha preguntado. A pesar del tono airado de Illa, Aragonès le ha pedido responsabilidad y le ha extendido la mano para llegar a acuerdos puntuales a lo largo de la legislatura.
Desplante a Vox
El cordón sanitario en Vox consensuado entre ERC, Junts, CUP, comunes y el PSC ha tenido su primera escenificación en el debate de investidura. Cuando su líder, Ignacio Garriga, ha subido al atril, la mayoría de diputados independentistas, de ECP y algunos socialistas se han marchado del auditorio.
El diputado de ultra derecha ha terminado su discurso con una amenaza, que los independentistas se preparen para una colección de querellas al Tribunal Constitucional.
En este punto, el de las querellas al TC, Ciutadans ha querido recuperar el protagonismo. Primer pleno, primer recurso. El partido naranja impugnará la delegación del voto de Lluís Puig tramitada por la Mesa del Parlament con el voto de todos los miembros independentistas menos Jaume Alonso-Cuevillas, que se ha abstenido alegando que es parte implicada como abogado del exconseller. También recurrirán la decisión de aceptar el voto delegado del exconseller Vox y el PP. El portvoz de los populares, Alejandro Fernández, se ha exclamado porque "seis años después, Catalunya sigue en manos de la CUP" y ha criticado que el pacto con los anticapitalistas supone un "efecto llamada a la delincuencia".
Más de 12 horas después, el primer debate de investidura ha sido fallido. La segunda oportunidad, martes, en plena Semana Santa. Por ahora, todo apunta que seguirá la penitencia.