En plena vorágine informativa sobre los atentados de Barcelona y Cambrils, en medio del fortísimo choque emocional ocasionado por los 16 muertos, y con la operación antiterrorista aún en marcha, se colaron en los medios especulaciones, cábalas e imprecisiones. Algunas son comprensibles: la presión en las redacciones era altísima y la confusión, descriptible. Otras, sin embargo, no se explican sin el marco mental del independentismo golpista y violento, con los Mossos a su servicio, fijado por editoriales y columnas menos de 48 horas después de la tragedia. En ese contexto, algunas informaciones parecen forzadas para relacionar el procés con negligencias antiterroristas, mostrarlo en connivencia con el radicalismo islamista o desacreditar a los Mossos como la “policía indepe”.
El caso más famoso es el presunto aviso de la CIA a los Mossos. Menos de dos horas después de los atropellos en la Rambla, el director de El Periódico, Enric Hernández, tuiteaba: “EXCLUSIVA: La CIA avanzó hace dos meses a los Mossos que la Rambla era objetivo del yihadismo”. El presunto aviso era menos claro y alarmante que el tuit, pues atribuía la alerta a “información sin fundamento de fuentes desconocidas”, es decir, no apoyada en evidencias ni pruebas.
Pero el asunto se enredó. El conseller Forn y el major Trapero desmintieron tajantemente que la inteligencia de EE. UU. contactara con los Mossos. En radios y teles, Hernández se mostró confuso sobre el origen y el tratamiento del aviso. Wikileaks sospechaba que la nota había sido fabricada. El diario la republicó, esta vez completa, el 31 de agosto. Más desmentidos.
La nota se desinfla
El caso de “The Nota” se desinfló en las semanas siguientes. El exsecretario de Seguridad del gobierno del PP, Francisco Martínez, explicó que ese aviso era “demasiado genérico” y que notas así se reciben constantemente. El presidente de la Asociación de Archivistas-Gestores de Documentos de Catalunya demostró que “nada en el presunto original indica que provenga de la CIA”. La inteligencia norteamericana aseguró que no le constaba comunicación alguna entre el National Counterterrorism Center (NCTC) y los Mossos, ni tampoco con el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo español. El cónsul de EE. UU. en Barcelona, Marcos Mandojana, afirmó que “no teníamos ninguna información sobre la Rambla. Nunca he visto este modelo de nota porque no era inteligencia y no la tengo documentada”.
En enero de 2018, El Periódico se defendió publicando el presunto original, procedente de la documentación incautada por la policía española a los Mossos cuando la llevaban a la incineradora donde periódica y rutinariamente la destruyen. Son los mismos papeles que han servido para fabricar el relato de la conspiración indepe golpista y violenta que aparece en los controvertidos sumarios sobre el 20-S y el 1-O instruidos por los jueces Carmen Lamela y Pablo Llarena.
Hoy, “el aviso de la CIA” es apenas un recuerdo que enarbola regularmente El Periódico. El último homenaje al respecto que se ha dado el diario se publicó el pasado 12 de agosto.
Sin información concreta
El relieve adquirido en su momento por el presunto aviso tiene menos relación con su contenido o su importancia que con el encono de los medios unionistas en desprestigiar al independentismo y la reacción de los responsables de Interior y de los Mossos. El 18 de agosto, el tabloide monárquico ABC publica, de “fuentes de la lucha antiterrorista” que “no había información concreta alguna de que se estuviera planificando un ataque terrorista en España. Ayer mismo se reunía en el Ministerio del Interior la Mesa de Evaluación de la Amenaza, en la que participan los Mossos, y no se puso sobre la mesa dato alguno concreto en ese sentido. Las fuentes consultadas explicaron que ‘siempre hay informaciones genéricas, algunas procedentes de servicios de inteligencia extranjeros, que hablan de que puede haber un atentado’”. Es decir, no dieron valor al dichoso aviso de la CIA.
El día 31, las cosas cambian. En otra información, ABC dice que “Antiterrorismo confirma que la CIA avisó a los Mossos de que se preparaba un atentado en la Rambla. El aviso también llegó al CNI, la Policía, la Guardia Civil y el CITCO. La Policía Nacional lo desvió a los Mossos, que ya lo tenían de la CIA [sic]. La Generalitat admite que recibió el aviso, pero no le dio credibilidad […]”. El aviso que trece días antes habían descartado los expertos oficiales en contraterrorismo era ahora de crucial importancia.
Ese mismo día, todas las portadas de los diarios impresos madrileños abrían, en sincronía, acusando a la Generalitat y a los Mossos de ignorar la nota —que los expertos antiterroristas oficiales habían descartado dos semanas antes. Esa prensa, sin añadir nueva información ni confirmarla, se pronunció a favor de El Periódico. Simplemente, eligieron un bando y vistieron las sospechas y desmentidos como un ataque a la libertad de prensa. Nadie cuestionó la incongruencia principal. Si los atentados no proceden de una meticulosa preparación sino de la improvisación posterior a la explosión de Alcanar, ¿cómo se encajan esos hechos con el “aviso de la CIA” y se presenta todo como una negligencia de los Mossos? Parece un temerario ejercicio de fabulación.
El imán ausente
Un tratamiento parecido se dio al correo electrónico que un policía belga envió a un mosso, fuera del circuito oficial (ambos se conocían de un seminario), preguntando por el imán de Ripoll. El hecho se transformó en titulares como “Los Mossos fueron informados por los belgas de las sospechas sobre el imán de Ripoll”, de El País, que se asegura de que lo entiendas bien con este subtítulo: “Las comunicaciones se produjeron exclusivamente entre la policía local de Vilvoorde y la catalana”. Exclusivamente.
Los contactos del imán con el CNI y sus andanzas aparecerían días más tarde, pero los Mossos no disponían de esa información, ni de acceso directo a la de Europol, por decisión del gobierno español. Así lo veían hasta el PSC y Cs, o el director de Europol. Pero este asunto no tuvo mayor relieve —apenas lo tiene hoy— en la información de estos medios sobre los atentados del 17-A.
Los bolardos
Otro asunto empleado para desacreditar el entorno independentista es menor y tiene un nombre peculiar: bolardos, esas esferas metálicas que se usan como defensa ornamental para impedir el tráfico. El día 19 de agosto, El Mundo explica que Colau y los Mossos esquivaron el consejo policial de poner bolardos, como había recomendado la Comisaría General de Seguridad Ciudadana en un escrito. “Ni los Mossos ni el Ayuntamiento atendieron estas recomendaciones”, dice, en un tono que induce a pensar que, con bolardos, los atentados no se habrían producido. De nuevo, el absurdo: no se habrían producido en la Rambla. Los terroristas, que improvisaban, ¿no habrían elegido otro lugar?
La Razón también entra al caso, pero aporta la explicación: “En el caso concreto de la Rambla, la Junta [de Seguridad de Barcelona] decidió que, en lugar de colocar bolardos, habría ‘una presencia policial continua’ en este punto de la ciudad”. El Mundo, como para remachar el clavo, cierra esa salida: “Los expertos en seguridad de la Policía Nacional y de la Guardia Civil consultados por este periódico se mostraron sorprendidos por el despliegue que la policía autonómica tenía en uno de los puntos turísticos más relevantes”. Un ladillo de esa información dice, como concluyendo: “Los Mossos no pudieron frenar al terrorista”.
Torcer a Puigdemont
Un ejemplo final del tono con que los medios españoles de referencia trataron el 17-A son las declaraciones del president Carles Puigdemont a Onda Cero la mañana del día 18. El entrevistador, Carlos Alsina, pregunta si el atentado cambiaría “de alguna manera” los planes del Govern “respecto del proceso independentista”.
Respuesta: “Es que no entiendo que tenga absolutamente nada que ver. Lo que no cambiará en absoluto será nuestra política de seguridad pública. Me parece que mezclar una cosa que debe ser una prioridad de respuesta a la amenaza terrorista y la atención a las víctimas con otras cosas es literalmente miserable”.
Titulares: “Puigdemont afirma que los atentados de Barcelona no cambiarán la hoja de ruta del desafío independentista” (La Sexta), “Puigdemont afirma que los atentados no modificarán su “hoja de ruta” (El País)… y así casi todos, incluida la viñeta de Peridis, con palabras que Puigdemont no había dicho. Curiosamente, el más esforzado es Libertad Digital, un digital ultranacionalista español: “Puigdemont ve ‘miserable’ mezclar independentismo y terrorismo y no cambiará su hoja de ruta”. El daño, sin embargo, ya estaba hecho.
Seguramente, la viñeta de Peridis en El País puede calificarse de mezquina –o no. Sobre todo, radiografia la actitud y el estado de ánimo con que Madrid (concepto) abordaba –o acometía, más bien– los atentados de Barcelona y Cambrils: una ocasión de seguir la campaña contra el soberanismo, no vaya a ser que el 17-A sea para el referéndum del 1 de octubre lo los atentados del 11-M fueron para las elecciones de tres días después. La buena gente lloraba y se dolía por los muertos, pero qué son unos cuantos cadáveres al lado de la unidad de la patria.