Un anuncio del centro cultural del barrio del Born de Barcelona despierta críticas en Twitter. Concretamente, se trata de un mensaje publicado esta semana donde aseguran que "esta parte de la ciudad quedó interrumpida de forma repentina por el desenlace de la guerra de Sucesión", una manera de explicar los hechos que ha sorprendido a algunos tuiteros, como al periodista y exdiputado Antonio Baños. En reacción a este anuncio, Baños ha ironizado sobre el lenguaje elegido y ha reprochado el uso de eufemismos "cuando no gusta la historia". Curiosamente, uno de los principales atractivos del centro es explorar y conservar las ruinas de la guerra, y depende de la Dirección de Memoria, Historia y Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona. Tal como indica su nombre, el Born Centre de Cultura i Memoria "es un espacio polivalente de conservación y valoración del patrimonio y un espacio de transmisión de conocimientos en torno a las expresiones memoriales. [...] acogemos manifestaciones artísticas que tengan como eje conceptual la reflexión sobre la memoria y los efectos del olvido", indica el sitio web del centro.
Memoria
Este pequeño lapsus en la cuenta de Twitter del BornCCM ha despertado la ironía característica del exdiputado Baños: "... interrumpida de forma repentina por el desenlace de la guerra de Sucesión... ¡ups! Así, de repente. Por un desenlace... ¿cuanto eufemismo cuando no gusta la historia, eh?", ha tuiteado. Otros usuarios también han criticado la elección de las palabras que parece que busque suavizar la caída de Catalunya en manos de las tropas borbónicas. "La República Española quedó interrumpida de forma sorprendida por el desenlace de la Guerra Civil", ha bromeado uno, "Parece que expliquéis una serie de Netflix", ha señalado otro.
La guerra de Sucesión (1705-1714)
Hace 317 años, se iniciaba formalmente la guerra de Sucesión (1705-1714). El pretendiente Carlos de Habsburgo juró las Constituciones de Catalunya, un privilegio reservado únicamente a los condes de Barcelona y reyes de Aragón. En aquel acto se le reconocía como futuro rey de las Españas. El propósito era recuperar el modelo político confederal de los Habsburgo amenazado por la llegada al trono del Borbón –con un polémico testamento– cinco años antes. Los Borbones en los países de la corona catalano-aragonesa encarnaban la representación de todos los males. La historia los perseguía. Con su maña característica –diabólicamente sanguinaria– años antes habían socarrado Occitania en la revolución social y nacional de las Jacqueries. Y en Catalunya durante la revolución de los Segadores y en la negociación del Tratado de los Pirineos habían mostrado su cara más despóticamente supremacista y más repulsivamente traidora. Elementos que les elevaba a la categoría totémica de la muerte. Lo que más pesó, sin embargo, en aquel paso decisivo fue la relación subordinada que el Borbón de Madrid tenía con respecto al de París, que perjudicaba notablemente el crecimiento económico de Catalunya y su proyección: los tradicionales mercados, Inglaterra y Holanda –enfrentadas secularmente a Francia y a la España castellana.