Políticos y académicos vascos, descendientes de víctimas de los campos de concentración nazis y representantes de los judíos creen que el BBVA debe pedir perdón “si se confirman” los negocios con el Tercer Reich de antiguos directivos de los bancos que se fusionaron para dar lugar a la entidad. La Amical de Mauthausen cree que la corporación debe investigar también “su oscuro pasado” y darlo a conocer. Esta es la cuarta entrega de una serie sobre el nazismo en Catalunya, después de la primera, la segunda i la tercera.

“Si se demuestra el vínculo de sus antiguos directivos con el Tercer Reich, lo mínimo que podrían hacer los responsables del BBVA sería pedir perdón por colaborar con los nazis”, asegura la vicepresidenta de la Amical de Mauthausen, Concha Díaz Berzosa. Esta organización fue creada en 1962 en Barcelona por víctimas del Tercer Reich para defender los derechos de las aproximadamente 10.000 personas del Estado español deportadas a los campos de concentración. En la actualidad, reúne a cerca de mil socios.

Los vínculos que menciona Díaz Berzosa entre el nazismo y algunos de los principales accionistas de los bancos que dieron lugar al BBVA tras su fusión han quedado probados a través de documentos y testimonios divulgados por El Nacional en reportajes precedentes. En esta entrega, añadimos nuevas evidencias. La vicepresidenta de la Amical de Mauthausen entiende que lo que procedería no sería únicamente solicitar perdón por las responsabilidades, “sino seguir el ejemplo de lo que hicieron muchas empresas de Alemania como Berterlsmann y contratar a una serie de investigadores para conocer en profundidad el lado oscuro de la historia de la empresa que han heredado, incluso si ello diera lugar a responsabilidades. Estamos hablando de crímenes de lesa humanidad que no han prescrito. Es obvio que los directivos actuales no tienen una responsabilidad directa, pero sí un compromiso moral con las víctimas y la historia. Que abran los archivos a investigadores externos es, sin duda, importante, pero ellos mismos tendrían que indagar en su pasado y pagar de su bolsillo la investigación”.

“Se da la circunstancia de que esa misma entidad ha organizado exposiciones divulgativas sobre el nazismo o sobre la Shoah a través de su fundación”, le comentamos a Díaz Berzosa. “Sí, pero eso no me vale”, replica. “Si en verdad quieres hacer algo no me vengas con donativos. En España quedan más cuentas pendientes de ajustar que incluso en Alemania porque la situación es terriblemente compleja, dado que el fascismo no fue derrotado como sucedió en el centro de Europa, de forma que el problema fue mucho más allá de la Segunda Guerra Mundial y eso, hasta el punto de que durante muchas décadas la Península continuó siendo un santuario nazi privilegiado. Lo más triste es que los Aliados lo sabían e hicieron la vista gorda. Yo les culpo a ellos”.

Al igual que la asociación barcelonesa Amical de Mauthausen, los representantes de los judíos creen también que el banco tiene emitir una disculpa pública y aclarar su pasado. “Creemos que honraría al BBVA que pidiera perdón si tal y como indica la investigación llevada a cabo por El Nacional de Catalunya, accionistas de las entidades que se fusionaron para originar el banco actual efectuaron negocios con los nazis”, ha indicado un portavoz de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) en relación a las informaciones divulgadas por este digital.

“De hecho, es que no sería la primera”, prosigue. “BMW, Hugo Boss y otras 6.000 empresas alemanas lo han hecho. El propio gobierno de Alemania pidió perdón en 2000 y estableció un fondo de ayuda para las víctimas del nazismo. Está claro que los actuales directivos, y los anteriores, no tienen responsabilidad, pero si una empresa tiene un pasado oscuro, lo mejor es indagar en él. No hay que olvidar que las personas y empresas que colaboraron con el Tercer Reich contribuyeron a que su maquinaria de crimen y guerra se perpetuara".

Casoplones en Neguri

 

“¿Pedir perdón? No van a hacerlo”, dice el político Iñaki Anasagasti. “Pero por supuesto que los empresarios del clan de Neguri deberían solicitar disculpas por sus crímenes. Yo tengo la impresión de que la sociedad vasca ni siquiera conoce los vínculos de cierta derecha de aquí con el nazismo. Decía Dulce Chacón que somos hijos del silencio de nuestros padres y responsables de la ignorancia de nuestros hijos”, prosigue el antiguo senador del PNV. “Cierto es que esta sociedad nunca ha podido hacer un trabajo de esclarecimiento de la memoria. En primer lugar, porque no se ha permitido abrir los archivos. Y en segundo lugar, porque hay mucho tabú. El tema se tocó en el libro Los españoles que dejaron de serlo de Gregorio Morán y te puedes imaginar. Una de las principales responsabilidades que ha tenido ETA en este país es impedir que se puedan estudiar e investigar asuntos como ese. Nosotros queríamos hacer un libro sobre José Félix de Lequerica y pensábamos titularlo Heil, Lequerica. No pudimos seguir con ello porque nos dijeron que los poníamos en el punto de mira”.

 

 
 Iñaki Anasagasti / E.N.

 

 

El llamado “clan de Neguri” que menciona Anasagasti es una denominación coloquial con la que acostumbra a designarse a la oligarquía de industriales y financieros que alumbraron con el tiempo el BBV, resultado de la fusión del Bilbao y el Vizcaya en 1988. Once años después, se le añadiría la “A” de Argentaria, una entidad creada por Felipe González que agrupaba varios bancos públicos. Los de Neguri debían su sobrenombre al hecho de que se concentraban en la margen derecha del barrio homónimo de la ciudad de Getxo, un área donde todavía hoy menudean las mansiones y los ostentosos palacetes (en la izquierda se asentó la industria). El barrio nació en los albores del siglo pasado, pocos años después de la construcción del puente de Vizcaya, como una zona residencial diseñada en consonancia con la tradición anglófila de la alta burguesía de Vizcaya, a imagen y semejanza de las ciudades-jardín inglesas.

Bien es verdad que si los financieros y los industriales vascos buscaron inspiración en el Reino Unido para construirse un barrio a su medida, parte del dinero con el que consolidaron o fundaron sus fortunas procedía de sus negocios con la Alemania nazi y, en parejo, con las oportunidades que les brindaron sus amistades con el régimen franquista, que es la parte más conocida de la espeluznante historia de colaboración con dictaduras sanguinarias de buena parte de la burguesía de Neguri. “El Banco de Vizcaya está vigilando la cuenta de crédito de los alemanes ya que los directivos de la entidad temen que se embarguen activos alemanes”, se lee en un documento secreto de los aliados desclasificado en 1987 y originalmente datado a finales de 1945 (Documento01).

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“Sin embargo, las cuentas estarán camufladas y los directores y responsables del banco sin duda ayudarán en este trabajo ya que todos son germanófilos y totalitarios”. En otro de los papeles desclasificados por los estadounidenses en ese mismo año (Documento03) puede leerse: “Guillermo Ibáñez, director del Banco de Vizcaya, está ayudando a camuflar el capital alemán en España. Este capital se suele poner a nombre de cierta Mdme. Bergarche y enviado a su familia en Buenos Aires”.

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Los siniestros Lipperheide

 

Las potencias vencedoras nunca tuvieron dudas de las simpatías nazis de los principales accionistas de los bancos de Vizcaya y de Bilbao que con los años crearon el BBV y, a falta de documentos españoles que acrediten ese vínculo (escasos, destruidos, perdidos o todavía ocultos), hace años que los norteamericanos desclasificaron papeles que hablan de la implicación de ambas entidades y de sus directivos en negocios que envolvían a empresas como Minersa (fundada, entre otros, por Friedrich Lipperheide Henke, un nazi alemán de siniestro pasado, afincado en el País Vasco y directamente vinculado al Banco de Vizcaya) o a organizaciones comerciales e industriales del Tercer Reich como IG Farben y Sofindus, un conglomerado de empresas alemanas que operó desde 1938 a 1945 y que fue puesto a andar por el empresario nazi Johannes Bernhardt. Pero la información que existe acerca de los vínculos de esas entidades bancarias con los chiringuitos hitlerianos es escasa, fragmentaria o nula. “Es una página de la historia que no ha sido escrita todavía”, coincide Anasagasti.

Existen varios ensayos académicos sobre las relaciones comerciales hispano-alemanas que mencionan los vínculos con el nazismo de los Lipperheide u otros accionistas del Banco de Vizcaya. Entre los catedráticos que mejor han documentado estas relaciones se halla la profesora Nuria Puig Raposo. No obstante, sus estudios no ahondan en los vínculos con el Tercer Reich de los propios bancos cuya fusión dio lugar al BBV. “Seguí la pista de Lipperheide hace casi veinte años, cuando su hijo todavía vivía. No logré entrevistarlo y la información biográfica que me mandó era poco relevante. Ahora me dedico a otros temas, pero las colonias alemanas en España siguen pendientes de estudio. El entramado social y empresarial tuvo bastante continuidad y me hubiera gustado explorar los archivos de los colegios y de las iglesias católica y evangélica, entre otras cosas”, nos dijo Puig Raposo en un breve mensaje de correo electrónico, al tiempo que se niega a responder nuestros mensajes y nuestra petición de una entrevista. Al menos uno de los trabajos de esta catedrática de la Complutense sobre las redes comerciales hispanoalemanas fue financiado parcialmente por la Fundación BBVA.

A diferencia de lo ocurrido en otros países como la propia Alemania, ninguna empresa o banco ha aclarado públicamente, investigado o, menos aún, ha pedido perdón en el Estado español por su contribución a mantener en el poder al Führer gracias, entre otras cosas, en el caso de la Península, al comercio con el Tercer Reich y al suministro de productos y minerales estratégicos para su esfuerzo bélico, asunto al que El Nacional ha dedicado tres reportajes anteriores de una serie de investigación que arranca con el hallazgo fortuito en Sant Feliu de Guíxols — por un librero de Badalona, Marçal Font— de un diario escrito por un soldado de la Wehrmacht. Y son precisamente varios apellidos asociados al clan de Neguri los que más a menudo reverberan a medida que uno se zambulle entre los documentos y los estudios académicos que tratan de contar la historia de esas conexiones.

Blanqueando la timba de Neguri

 

“¿Pedir perdón?”, añade Iñaki Anasagasti. “Esa gente no pide perdón. Esa gente considera que no hay que mirar al pasado sino al futuro, y esa es la gran trampa. La ley de punto final y la amnistía del 77 crearon un paraguas de impunidad. Y una vez más eso ocurrió porque existía ETA. Si no hubiera estado la organización, los hubiéramos puesto en el punto de mira. Lo primero que hizo ETA tras las elecciones del 77 fue asesinar de una forma inmisericorde a Javier Ybarra, que había sido alcalde de Bilbao. También a José Lipperheide lo secuestró ETA y, de ese modo, lo convirtió en una víctima. Y cuando uno es una víctima, es de muy mal gusto hurgar en su pasado”.

“No solo no han pedido perdón, sino que todo ese mundo y sus personajes han sido blanqueados”, sostiene el antiguo senador del PNV. “Lo de Neguri se ha ido desmontando poco a poco porque la mayoría de los grandes negocios los hicieron en connivencia con el régimen. Entre que unos se han ido; entre que otros pagaron el impuesto revolucionario; entre que son pocos... al final, han gozado de muchas dádivas y, en un momento dado, han llegado a creer que el PNV era su mayordomo. La mayoría han muerto y solo quedan sus hijos y sus nietos. Muchos han dilapidado las fortunas familiares. Por culpa de sus paraísos fiscales, Emilio Ybarra, que fue concejal del Ayuntamiento de Bilbao, ha perdido la joya de la corona, que era el Banco de Bilbao y de Vizcaya. Antes, normalmente, se dedicaba el hijo tonto a la política y el listo a la economía, pero con Ybarra fue al revés, lo que explica que haya hundido el barco. Nosotros llevamos mucho tiempo luchando para que se abran los archivos aunque imagino que lo que debe quedar es muy poco porque los interesados en que no se conozcan esos hechos habrán hecho su trabajo”.

“Una excepción entre los de Neguri fue la familia de don Ramón de la Sota, cercana al PNV, y que fue forzada a exiliarse mientras los Aznar le robaban la flota”, continúa Anasagasti. En efecto, Ramón de la Sota y Llano falleció en Getxo el 17 de agosto de 1936, poco después del comienzo de la Guerra Civil española. Tres años después, el Tribunal de Responsabilidades Políticas condenaba a sus descendientes al abono de una sanción de cien millones de pesetas “por conspiración para la rebelión militar”, de tal suerte que sus entonces cuantiosos bienes fueron embargados y, entre ellos, cuarenta buques de sus compañías que habían sido usados para evacuar Bilbao.

Licencia para robar de los Aznar

 

Detrás de esa operación política se hallaban, entre otros, los herederos de su primo carnal y antiguo socio Eduardo Aznar y de la Sota, marqués de Bérriz, quienes terminaron apropiándose de todos sus activos con la ayuda de sus amigos franquistas. Fue un atraco en toda regla.

La Compañía Naviera Sota y Aznar pasó a llamarse tras la Guerra Civil Naviera Aznar y terminó por convertirse en la mayor flota mercante de España, con 44 buques y más de 175.000 toneladas de registro bruto. Al frente de ella se hallaba José Luis de Aznar y Zavala, nieto del fundador y una de las personalidades más ricas de la época. Tal y como cuenta Jesús María Valdaliso en un libro sobre La familia Aznar, “hubo de esperarse al relevo generacional en ambas familias para que las relaciones, al menos en lo personal, volvieran a normalizarse”.

La germanofilia e inclinaciones totalitarias de los Aznar está bien documentada, del mismo modo que existen pruebas irrefutables del modo en que se usó su naviera como parte de la logística de las ratlines o rutas de huida a América Latina de los nazis perseguidos tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El periodista José María Irujo documentó en su libro La lista negra cómo el espía Reinhard Spitzy logró escapar desde España en el barco Monte Urbasa, propiedad de esa familia. “Toda esa gente como los Aznar de la naviera o los Ybarra son una vergüenza”, afirma Iñaki Anasagasti. “Se da la circunstancia de que hace algún tiempo se hizo “ilustre de Bilbao” a uno de sus descendientes, Alejandro Aznar, y yo me indigné con eso pero, claro, mi palabra era la voz que clama en el desierto”.

El Nacional ha proporcionado pruebas adicionales en una serie de reportajes de investigación sobre el Tercer Reich en la Costa Brava de cómo José Luis de Aznar ayudó a ocultarse en su finca manchega de Cabañeros al nazi Friedrich Lipperheide Henke, quien, — según la investigación llevada a cabo por este digital junto al librero badalonés Marçal Font, Miriam Noheras y Francisco Muñoz— , fundó parte de su fortuna, al igual que sus hermanos, en la venta a Hitler de fluorita o wolframio mediante sociedades como Somimet o la todavía viva Minersa, y mediante la comercialización y explotación en España a través de Unicolor de las patentes de IG Farben. IG Farbenindustrie AG o IG Farben fue un conglomerado nazi de compañías químicas creado el 25 de diciembre de 1925 como resultado de la fusión de BASF, Bayer, Hoechst y Agfa, entre otras. Inicialmente, producían colorantes, pero pronto comenzaron a investigar otras áreas de la química. Durante la Alemania nazi, produjeron Zyklon B.

El banco “germanofilo y totalitario”

 

Los Lipperheide son también otra de las familias legendarias de Neguri e incluso a día de hoy, sus herederos siguen siendo los accionistas mayoritarios de Minersa (una empresa creada por un desalmado nazi para comerciar con nazis y que operó también en Catalunya), junto a Alejandro Aznar, presidente de Marqués de Riscal y descendiente de José Luis Aznar, el autor material y el cerebro del atraco a la naviera de los de la Sota. Documentos desclasificados de los aliados llaman igualmente la atención acerca de la implicación del Banco de Vizcaya en la creación de esa sociedad de explotaciones mineras, nacida senso stricto al calor del Tercer Reich. Con frecuencia, allí donde había un miembro de la burguesía industrial de Getxo aparecen, tarde o temprano, los nombres del Banco de Vizcaya o de Bilbao, y en ocasiones, no muy lejos, el de un nazi, junto al de los apellidos clásicos de la corte franquista de la época afincada en las provincias vascongadas. “El Sr. Heiler opinó que el Sr. Lipperheide (Unquinesa) continuaría como en el pasado trabajando con IG Farben si los campos de interés estuvieran claramente definidos”, se asegura en otro informe desclasificado de los servicios de espionaje norteamericanos escrito durante la Segunda Guerra Mundial (Documento04).

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Unquinesa fue la sociedad en torno a la cual los Lipperheide refundaron en 1940 parte de su negocio. Concretamente, el que aglutinaba todas sus industrias químicas del país (las actividades mineras giraban en torno a la citada Minersa). Pues bien, en ese mismo año, fue cuando Unquinesa firmó un acuerdo comercial con Unicolor, la franquicia española de IG Farben, que le garantizaba un 12% de las ventas de Unicolor en España".

El informe de los servicios secretos norteamericanos prosigue: “Entre los otros intereses de Lipperheide, se hallan las minas de Osor [la Selva]. En 1943, el Sr. Lipperheide le informó al Dr. Hailer que las acciones se repartían de la siguiente manera: 41% de la familia Lipperheide; 19% de amigos de Lipperheide (Konsorten); 40% de españoles (Banco de Vizcaya, etc)”. En esa mina se explotaba con usos militares fluoritas que luego era enviada a Alemania de forma clandestina con la colaboración de varios industriales catalanes, ciertas empresas pantalla y navieras como los del Aznar. Los detalles de este tráfico también están contados en dos de los tres reportajes de investigación publicados por El Nacional en los domingos precedentes.

Friedrich Lipperheide fue incluido en la lista de 104 nazis reclamados a España por los aliados que hace algunos años dio a conocer el periodista de El País José María Irujo. Cuando el reportero le preguntó a su hijo —quien fue también vicepresidente del Banco de Vizcaya— acerca de los trapicheos de Friedrich, su padre, Federico Lipperheide Wicke alegó una ignorancia y una amnesia inverosímil acerca de las supuestas relaciones de su familia con la Alemania nazi.

Oxígeno para el Führer

 

Ese mismo documento de los Aliados prueba de forma inequívoca cómo los Lipperheide y sus amigos de Neguri (el resto de accionistas de Minersa, la empresa que explotaba, entre otros yacimientos, las minas catalanas de Osor) contribuyeron a sostener el esfuerzo bélico del Führer de un modo determinante: “Las entregas de fluorita a Alemania se pagaron a través de la oficina de compensación hispanoalemana. La empresa, es decir, el presidente del Banco de Vizcaya, ha recibido una propuesta muy ventajosa de los estadounidenses que ofrecieron efectivo. Dado que algunos de los miembros de la junta directiva se sintieron inclinados a aceptar la oferta, el Sr. Lipperheide temió perder el control de la sociedad. Por lo tanto, sugirió que IG Farben adquiriese una participación de 1/4. Lipperheide e IG Farben tendrían entonces el 55% de las acciones. Considerando que los extranjeros no están autorizados a poseer más del 40 por ciento del capital de una mina, IG Farben debería comprar las acciones a través de Unicolor”.

En otras palabras, a Lipperheide le inquietaba que la fluorita se vendiera a los norteamericanos y apostaba de manera entusiasta por incluir en su sociedad a los fabricantes del gas Zyclon, el citado IG Farben, que a menudo ha sido descrito por los historiadores como el “conglomerado industrial más notorio del Tercer Reich”. Fue una de sus subsidiarias, Degesch, la que fabricó el pesticida con el que se gaseó a un millón de hebreos en campos de concentración como Auschwitz II y Majdanek. Otra de las empresas del grupo, la famosa Bayer, realizó experimentos médicos con prisioneros en Mauthausen. Friedrich, sin embargo, se sentía mucho más cómodo con ellos en el accionariado que vendiendo fluorita a los Aliados. Y según se dice en ese informe, para no incumplir la ley franquista que obligaba a mantener la mayoría de las acciones de las sociedades en manos españolas, sugirió realizar la compra de las acciones a través de Unicolor, que venía a ser la forma española maquillada de IG Farben. Eso nunca ocurrió finalmente, pero da una idea muy precisa del modo en que se articulaban las inclinaciones políticas de ese tétrico individuo que solía honrar las visitas a Bilbao del caudillo saludando con el brazo alzado, al estilo falangista.

Es interesante precisar que tanto el wolframio o tungsteno —denominaciones sinónimas— como la fluorita eran indispensables para los planes militares de Hitler. El wolframio era utilizado para endurecer el acero y reforzar el blindaje de los tanques y aumentar la capacidad de penetración de sus proyectiles. Los principales exportadores de tungsteno eran China y Birmania, pero en previsión de que se cortaran las vías de suministro, el Führer decidió cobrarse parte de la deuda que había contraído Franco con el mineral esencialmente procedente de Galicia. Y lo mismo sucedía con la fluorita, usada, entre otras cosas, para la fabricación del aluminio y en ciertos procesos necesarios para blindar sus vehículos militares.

A última hora, el espato de flúor se reveló también fundamental en la industria nuclear para el enriquecimiento del uranio y el plutonio. La parte del león procedía de la cornisa cantábrica y fue comercializada a través de Sofindus, entre otros, por un codicioso e inmoral oportunista llamado Ángel Pérez de Leza. Sin embargo, se extrajeron y exportaron de forma clandestina varios miles más de toneladas de otras minas catalanas como El Papiol (Baix Llobregat) u Osor (la Selva). Lo de El Papiol pertenecía a Sofindus pero los fluoruros de Osor — en parte extraídos por los “rojos” durante la época de la Guerra Civil en la que la mina estaba colectivizada— fueron vendidos por Lipperheide y sus amigos banqueros. Hay informes de los Aliados que sugieren incluso que Pérez de Leza llegó a trabajar también para Somimet, sociedad predecesora de Minersa fundada, entre otros, por el propio Friedrich y por otro directivo del Banco de Vizcaya, Guillermo Ibáñez.

El conglomerado nazi Sofindus llegó a acaparar cerca del 80% de los intercambios comerciales hispanoalemanes. Fue en el 20% restante donde los Lipperheide consolidaron su fortuna. También Friedrich, como accionista, ocupó cargos de la máxima responsabilidad en el Banco de Vizcaya. Murió, al igual que todos sus amigos de Getxo, como un empresario respetable. Su familia de origen alemán había acabado convirtiéndose en una de las dinastías de referencia del clan de Neguri y también en un notorio ejemplo del modo en que cierta burguesía vizcaína se lucró haciendo negocios con el Führer y trapicheando a la sombra del caudillo. Eso sí, su apellido había quedado perfectamente blanqueado, y no exclusivamente por el franquismo. La Historia les había absuelto hasta la fecha por desidia, desconocimiento, oscurantismo en la gestión de los archivos, falta de recursos de los especialistas en Humanidades o, en otros casos más notorios, por pura mala fe y por la deliberada ocultación de información por parte de los herederos de los criminales.

En el punto de mira de ETA

 

¿Tuvo que ver también la indulgencia y el silencio incluso de una parte de la propia prensa vasca con algunos de esos apellidos con la actividad de ETA? Eso es justamente lo que sostiene Anasagasti, para quien “la presencia indeseable” de esa organización en la vida política de Euskadi contribuyó de forma especialmente relevante a enrarecer la atmósfera social y a impedir la restauración de la memoria y alguna forma póstuma de justicia.

Neguri y sus miembros filonazis fueron siempre objetivos preferentes de ETA. En 2008, la organización atentó directamente contra el corazón de la vida social del clan, el club marítimo del Abra, en Getxo. Y con ese eran seis los coches bomba que habían estallado en tan solo ocho años en el barrio de Neguri y las Arenas. El primero de esos atentados tuvo lugar el 25 de junio de 2000 en la calle Manuel Smith con un coche bomba estacionado delante del chalet de un miembro de la familia Delclaux, otro apellido clásico vinculado a los de Neguri. Dieciocho años antes, en 1982, fue secuestrado por ETA y posteriormente liberado tras el pago de un rescate el hermano de Friedrich, José Lipperheide.

“En cierta manera comparto la percepción de que el hecho de que algunas personas fueran objetivo o incluso víctimas de ETA ha ayudado a no profundizar o a no investigar su pasado, pero creo que esto va mucho más allá”, asegura el diputado de EH-Bildu, Jon Iñarritu. “Que tuvieran una vinculación con el nazismo deriva también de que estuvieran cerca del poder franquista y debido al mito de la transición ejemplar y pacífica, muchos de ellos se levantaron de la noche a la mañana tras la muerte del dictador convertidos en demócratas con pedigrí. Seguían siendo influyentes, especialmente, en la economía. Y eso contribuyó a que no se quisiera hurgar en los orígenes de todas esas grandes dinastías de renombre relacionadas con la dictadura [y el Tercer Reich] o que se hiciera de una forma muy parcial. Sucedió en Euskadi pero también en España”.

 

 

 

Jon Iñarritu / E.N.

 

Iñarritu es de la opinión de que las empresas y los descendientes de los personajes relacionados con la Alemania nazi deberían, de forma prioritaria, esclarecer esos vínculos. “Ciertamente, los responsables directos de esas actividades, quienes medraron con los nazis, no están ya vivos. Pero sí que lo están sus herederos, tanto en la política como en la economía. No sé hasta qué punto son directamente responsables de algo, más allá de haber heredado, pero aun así, creo que las sociedades y las compañías que comerciaron y colaboraron con los nazis deberían entonar un mea culpa, tal y como se ha hecho en Alemania. Y de igual forma deberían proceder las que se hicieron de oro con los bienes expropiados por el franquismo, las que usaron mano de obra esclava republicana —en mi casa tengo el caso cercano de mi abuelo— y, en general, todas las vinculadas con la dictadura”.

“En cuanto a los bancos de Vizcaya y de Bilbao, ambos evolucionaron hasta fusionarse y convertirse en lo que hoy en día es el BBVA. En aras de la transparencia y por una cuestión de reparación histórica y de justicia, deberían asimismo abrir sus archivos y esclarecer sus relaciones con el Tercer Reich”, añade el diputado. “Durante el proceso de industrialización vasca del siglo XIX, grandes familias hicieron cuantiosas fortunas y se establecieron en la margen derecha de la ría, en Getxo, y más especialmente en Neguri. Hay que tener en cuenta que las grandes zonas de industrialización fueron Catalunya y Euskal Herria, así que no resulta sorprendente que aquellos miembros de la burguesía que tenían relación con Alemania o Austria utilizaran esos vínculos para hacer negocios con Berlín o para promover las ideas abyectas del nazismo en el clima propicio del franquismo. Tras la Guerra Civil, quienes no simpatizaban con el régimen se fueron al exilio, pero el resto medró y muchos aún conservan su poder. Cierto es que ya no viven en Bizkaia, sino que se les encuentra, sobre todo, en lugares como Madrid, Marsella o Londres”. El diputado de Bildu cree que ni siquiera la sociedad vasca conoce bien el pasado nazi de esas familias fuera de los restringidos círculos políticos y académicos.

Crímenes impunes

 

A juicio del historiador Xabier Irujo, presidente del Centro de Estudios Vascos en Reno (Nevada, Estados Unidos), la vinculación con el Tercer Reich de ciertos bancos y cierta burguesía vasca son episodios de la historia todavía inexplorados. “No se hizo justicia en su día ni siquiera en Alemania y dudo de que se haga nunca, pero la única forma de reparación a la que podemos aferrarnos es la recuperación de la memoria histórica. Por supuestísimo que el BBVA debería pedir perdón por sus actividades comerciales del pasado. En Alemania existen todavía un montón de empresas que colaboraron con el Eje, claro que algunas tuvieron que responder en Nuremberg y otros momentos históricos. Bien es verdad que aquello fue simbólico y se juzgó a una insignificante minoría de implicados. Por lo demás, la mayoría de las conocidas colaboraron con Hitler. Hablo de Mercedes Benz, Bayer, Hugo Boss, Opel, Audi o tantas otras. La sociedad que fabricó los hornos de Auschwitz estaba abierta hasta hace cinco o seis años, pero abonó reparaciones. Aquí, las empresas no solo se lucraron comerciando durante la guerra, sino gracias a los expolios. Y entre ellos, los propios bancos. Conozco buenos ejemplos de ello en mi familia”.

El bisabuelo de Xabier fue el navarro Manuel de Irujo Ollo, diputado del PNV y ministro con los gobiernos de Largo Caballero y de Negrín durante la Segunda República. Tras la Guerra Civil Española se exilió en el Reino Unido. “A todos los hermanos les metieron en la cárcel y a alguno de ellos incluso lo condenaron a muerte”, precisa el historiador. “Lo que hacían era embargarles y sacar a subasta los bienes robados. Hasta no hace mucho, los documentos judiciales de esos procesos estaban bajo candado, pero recientemente, al menos, en Navarra, han salido a la luz y, con ellos, han aparecido libros. En el inventario que hicieron de la farmacia que le robaron a mi abuelo incluyeron hasta un tubo de pasta de dientes abierto. ¿Quién o quiénes se hacían con esas propiedades? Las clases medias no podían permitírselo así que, en la mayoría de los casos, grandes empresas. Y a mí no me sorprendería que entre ellas estuvieran los bancos que dieron lugar al BBV y que, como en el caso del Vizcaya, formaban parte de esa urdimbre de negocios de franquistas y nazis”.

“Una de las fórmulas de los nazis para la evasión de capital puede ser denominada 'exportación de expertos técnicos'. Los alemanes ya tenían las conexiones necesarias con el Banco Alemán Transatlántico de España y durante 1942 convirtieron todas sus posesiones en acciones y títulos extranjeros enviándolos a España e invirtiéndolos en préstamos en los siguientes bancos: Banco de Vizcaya, Banco Hispano-Americano, Banco Exterior de Crédito y Banco Urquijo Catalán”, puede leerse en otro documento de los servicios secretos de los Aliados datado en Tánger el 25 de abril de 1946 (Documento02).

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El texto lleva por título Capital enemigo oculto en España y prosigue de este modo: “El Banco Alemán Transatlántico de España era el canal de todas las transferencias de patentes y capitales de la industria automotriz alemana: Daimler, Opel, Mercedes Benz, etc. Había un grupo que se ocupaba especialmente de las patentes de máquinas para la industria textil. Es decir, se formó una sociedad de cartera y tenía su oficina principal en Düsseldorf. Los patronos de este grupo son industriales catalanes y bilbaínos que se hacen pasar por refugiados o tienen pasaporte español”.

El Nacional ha identificado al menos otros doce documentos desclasificados más que proporcionan pruebas e indicios consistentes de la colaboración con el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial de los responsables del Banco de Vizcaya y de Bilbao. Los propios Aliados tenían problemas a menudo para desentrañar las verdaderas relaciones de esos y otros bancos con la maraña de empresas y sociedades urdida en España por los nazis para ocultar sus actividades. “En el intento de clarificar el informe, se utiliza un diagrama en la página once, que se cree simplifica demasiado las relaciones muy complejas entre Farben, Unicolor, Sefanitro y Unquinesa y, por lo tanto, distorsiona la situación real”, se afirma en otro documento desclasificado hace diez años (Documento05).

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“Dicho eso, hablar del “control” de IG Farben sobre Sefanitro y Unquinesa es excesivo porque la evidencia acumulada hasta ahora muestra colaboración entre Farben y las corporaciones españolas, pero poco más que eso. Unicolor es accionista de Unquinesa pero no se ha demostrado que tenga una participación financiera mayoritaria. También se informa que son accionistas el Banco de Vizcaya, el Banco Español de Crédito y Lipperheide y Guzmán. Sefanitro tiene un extenso contrato con IG Farben pero decir que Farben controla la Corporación Española es ambiguo y posiblemente no sea cierto. Los accionistas, según la Embajada, son Altos Hornos de Vizcaya, el Banco de Bilbao, el Banco de Vizcaya y el Banco Urquijo”.

Consultados acerca de estos supuestos vínculos con el nazismo, fuentes del BBVA señalaron a El Nacional: “Carecemos de información, dado el tiempo que ha transcurrido. ¿Que si no tenemos archivos? No tenemos más información”.

 

En la fotografía principal, Adolf Hitler y Francisco Franco en la estación de tren de Hendaya, en Euskadi Norte / Archivo

 

Ferran Barber es un periodista independiente de investigación especializado en conflictos internacionales y asuntos sociales.