¡"Apestas a catalán"! Es uno de los insultos que recibe Josep Musté, uno de los detenidos torturados por la Guardia Civil en el marco de la Operación Garzón, donde se detuvieron 45 personas vinculadas al movimiento independentista en 1992, de las cuales 18 fueron condenadas por pertenecer a banda armada, y después indultadas. El abogado y exdiputado de la CUP Benet Salellas (Girona, 1977) recupera este episodio en su nuevo libro En encesa espera (Tigre de Paper), que provocan sentimientos contrapuestos. Asco y rechazo a un Estado español que se dice democrático y permite la tortura al disidente, y el perdón y el intento de recoser la unidad de unas personas y un movimiento roto por la tortura. Salellas aprovecha el traslado del despacho de abogados, donde aprendió el oficio al lado de su padre, el activista y abogado Sebastià Salellas, muerto en el 2008, para recuperar las carpetas de este caso, que llevaron| hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que en el 2004 condenó España por no investigar las torturas denunciadas por diecisiete activistas. 

El libro es también un homenaje a la abogacía comprometida de finales del franquismo y la de los años 80. Hay descripciones que provocan imágenes bien vivas: un chico cogido por dos agentes y arrastrando los pies, de las palizas que le han dado, es conducido ante el juez Garzón, que ni se inmuta. Salellas nos enseña la cara y la cruz de profesiones vitales ante la defensa de derechos humanos. El Estado represor tiene nombres: el jefe de la operación del 92 de la Guardia Civil era el comandante Ángel Gozalo Martín, el mismo que el 1-O de 2017. En encesa espera es también la muestra de la resistencia del pueblo catalán, que -según Salellas-nunca se acabará porque el Estado español nunca permitirá el derecho de autodeterminación. "No habrá fin de la represión del Estado español al independentismo", afirma el abogado, que añade que la actual amnistía será solo "un calmante porque no resuelve el conflicto real".

Actualmente, Benet Salellas, uno de los defensor de Jordi Cuixart en el Tribunal Supremo, es abogado de varias causas en defensa de la lengua catalana, con Òmnium Cutural, encausados de Tsunamni Democrátic, y a activistas del 1-O, pero también de personas desconocidas que -según asegura- se merecen el derecho de defensa a pesar de haber cometido el delito más grave.

Benet Salellas, antes de la entrevista en Barcelona / Foto: Carlos Baglietto

En su libro  En encesa espera, sobre la Operación Garzón, hay historias de vida de activistas independentistas, de abogados y mucho dolor. ¿Qué ha querido transmitir?
Es una historia colectiva, que al final habla de unas personas concretas, que para mí han tenido una capacidad de compromiso y de generosidad personal y política muy grande. Es una historia represiva, que siempre es de mucho dolor, desfavorable,de perjuicio, però también como personas organizadas con visón política y estratégica, consiguen darle la vuelta y que esta historia de dolor acabe siendo un instrumento de denuncia y un instrumento que acabe haciendo daño al Estado. El libro quiere hablar de eso.

Hacía COU cuando escuchó a Marcel Dalmau en una charla sobre su dura vivencia al ser detenido, y en el 2001 acompañó a su padre al TEDH, como abogado, para denunciar las torturas de los detenidos de la Operación Garzón.
Sí, el libro me da la oportunidad de mirar atrás con perspectiva histórica. Y descubres que este sumario ha ido apareciendo en diferentes momentos de mi vida. Al final, me ha hecho crecer tanto políticamente como nivel de conciencia social y política. En estos dos momentos de mi vida, vistos en perspectiva, tienen este hilo que inconsciente o subconscientemente va apareciendo en el libro, donde también aparezco como personaje.

Las torturas que describe que sufrieron independentistas catalanes en la Operación Garzón en 1992, hielan el corazón y sorprenden que sean en plena democracia
Sí. En un contexto como el nuestro, que ahora hace unos años se habla tanto de memoria histórica y de memoria democrática, y parece que siempre estamos hablando de lo que pasó antes del 78, y es importante y queda mucho trabajo por hacer...El régimen del 78 aporta muchas mejoras democráticas, no quiero decir que es lo mismo. Pero sí que, desgraciadamente, hay unas continuidades, que se mantienen durante el periodo constitucional. Y el tema de las torturas por muchos motivos: porque no se depuró los cuerpos policiales, porque no se instauró una cultura democrática en el corazón del Estado precisamente porque Franco murió en la cama y no conseguimos el proceso constitucional después de un proceso revolucionario, pues estos elementos nos llevan que esté la pervivencia en el año 92 de elementos clave de la dictadura como son la tortura ninguno el movimiento independentista.

¿En la actualidad, hay torturas?
Con el 1 de octubre, las agresiones policiales en los colegios electorales, nosotros los hemos planteado como actos de tortura, y algunos tribunales los han calificado de esta manera. Y con el tema de la infiltración policial, que también es un elemento que aparece en el 92 y también en la actualidad. Al final esta perspectiva autoritaria que vive el independentismo como una cuestión de orden público, como una cuestión de delito. Estas investigaciones del juez García-Castellón que al final lo que hacen es ir removiendo al independentismo a ver qué encuentran, es un síntoma del Estado autoritario que ha pervivido, desgraciadamente.

Salellas, con su nuevo libro 'En encesa espera', foografiado en Sants / Foto: Carlos Baglietto

Con el 1 de octubre, las agresiones policiales en los colegios electorales, nosotros los hemos planteado como actos de tortura, y algunos tribunales los han calificado de esta manera.

¿La represión del Estado español al movimiento independentista nunca se acabará?
Creo que no.

¿Por qué?
Porque forma parte de la naturaleza intrínseca con la que está construido el Reino de España. Es una reflexión más global, eh pero es como preguntarnos: ¿No habrá nunca federalismo? Pues, no, no habrá nunca. Y no habrá nunca fin a la represión al independentismo porque este estado de la manera que está construido, de la manera como ha sido creado, de la forma como se transmite la cultura jurídica de una generación a otra, no tiene capacidad para entender dentro de sí mismo el fenómeno independentista, esta diversidad y pluralidad política no puede ser asimilada.

¿Entonces, la amnistía que se ha aprobado ahora, será un parche?
La amnistía que nos viene ahora si no viene acompañada del ejercicio del reconocimiento del derecho a la autodeterminación, y por lo tanto del ejercicio de este derecho en una forma, la que sea, será una especie de calmante, como habla el propio preámbulo de la ley será una forma de pacificar, pero no de resolver el conflicto. La amnistía en este sentido no transforma la propia naturaleza del Estado español. Quizás, si la amnistía, como lo habíamos planteado hace un par de años, fuera realmente un acto de reconocimiento, no solo de la cuestión nacional, sino incluso que los aparatos del Estado no han funcionado bien, que habido un exceso, que se han vulnerado derechos fundamentales...Sí tuviera este elemento, entonces sí que estaríamos viendo un cambio en el corazón del Estado. Sin embargo, ahora la amnistía es en una lógica coyuntural, de necesidad, de barrer el conflicto.

Ahora la amnistía no transforma la propia naturaleza del Estado español. Es en una lógica coyuntural, de necesidad, de barrer el conflicto.

En el libro, además de las duras escenas de vejaciones, hay mensajes, como que 'No hay héroes en la tortura'. ¿Se cumplió esta unión entre activistas? Se delataron a compañeros.
Eso es una reflexión que sale ahora, cuando entrevisto a la gente. Ahora cuando hablan de lo qué vivieron han tenido la capacidad para construir esta reflexión de que no hay héroes, que nadie puede residir a la tortura, que la tortura siempre te rompe, y lo que busca es romper a la gente y que sean un instrumento. Y que los detenidos sean un instrumento al servicio del Estado para tener información, para desactivar...Y por eso, no podemos valorar la reacción de las personas a la tortura. Es inmoral. Es antipolítico e inmoral porque como todo lo que viene de la tortura viene de un acto de crueldad del Estado, nosotros no podemos usarlo como material de crítica, ni de valoración de todos los compañeros. Hagan lo que hagan, digan lo que digan.

¿Sin embargo, eso que dice se ve ahora?
Sí, ahora se ve muy claro.

¿Y en aquellos momentos?
En aquel momento, hay gente quer optó por opciones más individuales y otros, de más colectivas, que decida el movimiento. Y, en aquel momento, generó mucha fricción y eso es lo que hizo que algunas personas de la Operación Garzón aparecieran más en el relato público y otros que quedaran más escondidas. Y uno de los objetivos que quería conseguir con este libro era hacer una foto global, donde apareciera todo el mundo, donde incluso esta gente que había quedado en la sombra del relato del 92 emergiera y sin valorar a nadie hacer una foto completa de la represión. Porque estas personas también són represaliadas y torturadas, y por lo tanto también merecen este reconocimiento que quiere hacer el libro. Ha sido bonito porque cuando hicimos la presentación del libro en Barcelona, hay gente como Carme Porta, que pertenece al relato oficial, que verbaliza y y dice: al leer las vivencias de los otros compañeros, me ha reconciliado con ellos. Ha sido una forma de ver este dolor compartido después de los años. Me gustó mucho oírlo porque era uno de los objetivos del libro. La represión es tan dura...

Con las torturas, el Estado consiguió su objetivo por lo que explica: rompe la persona y al movimiento
Exacto. Es complicado y complejo, pero ante la represión tendríamos que tener más capacidad de unidad estratégica porque lo que busca el Estado y la represión es rompernos. Y la tortura quiere rompernos no ya como movimiento sino como personas, como sujetos políticos. Y nosotros, tendríamos que tener más capacidad de poner más el foco en la represión y no tanto en lo que hacen los represaliados.

Es complicado y complejo, pero ante la represión tendríamos que tener más capacidad de unidad estratégica porque lo que busca el Estado y la represión es rompernos.

¿Y con la Operación Garzón nada del sistema judicial español funcionó hasta que el caso llegó al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH)?
En el libro me centro mucho en hablar del tema de las torturas, no tanto del caso en sí ni de Terra Lliure, que ya se ha explicado por otras personas. Y en el caso de las torturas es evidente que falló todo. Desde la forense, e juez, el fiscal...

Ciertamente, ajusta las cuentas con todos los que intervinieron, como el juez Baltasar Garzón
No quiero ser simplista, pero a veces parece muy fácil ir a perseguir la vulneración de derechos humanos en la otra punta del mundo y qué difícil es garantizar los derechos humanos en tu casa. Es la paradoja de Garzón. En este caso, cuando él tiene la gente delante. Y los que trabajamos en este mundoi sabemos la importancia de la imagen del juzgado de guardia. En el juzgado de guardia, el detenido pasa ante el juez, de forma literal. Y que al juez le lleven a un chico de vintipico años y que lo lleven arrastrando porque no puede andar, o que aparezcan personas con marcas en la cara ante el juez, y el juez, el fiscal ni el forense hagan nada...En este sentido, los mecanismos que están colocados para ser garantía, fallaron. Fallo en la jueza que le toca investigar, y en los tribunales superiores que lo tenían que revisar. Falló todo. Ahora, para ser justo en el sistema judicial, también hay personas que se creen el sistema judicial desde una perspectiva democrática. Y en el libro, aparecen algunos jueces que actúan diferente a Garzón. Y es interesante decirlo. Hay unas inercias y unas mayorías, una hegemonía en la judicatura, pero también hay gente que está comprometida, con los derechos humanos. Y eso es muy importante, para mí.

Benet Salellas, en el barrio de Sants de Barcelona / Foto: Carlos Baglietto

No quiero ser simplista, pero a veces parece muy fácil ir a perseguir la vulneración de derechos humanos en la otra punta del mundo y qué difícil es garantizar los derechos humanos en tu casa. Es la paradoja del juez Garzón.

También ajusta las cuentas con periodistas, con el periodismo que no contrasta.
Habla mucho de la responsabilidad del periodismo y tiene sentido en un momento en que la profesión está en un cambio tan claro. El libro resalta el daño que puede hacer una información mal dada o poco contrastada. Precisamente, los periodistas están llamados a hacer un rol de control del poder y no de portavoces del poder. También aparecen periodistas que tienen muy claro este compromiso ético.

El libro también es una homenaje a la abogacía comprendida. ¿Y parece que ahora la echa de menos?
En verdad, empecé a escribir este libro para hacer un homenaje a la abogacía de finales de la dictadura y de los años 80. Y al final, pensé que la mejor manera de hacerles un homenaje era explicando una historia  en la que ellos hubieran participado. Una de las cosas que me gusta de la abogacía de los 80 es como iba intrínsicamente ligado la cuestión de la lucha política con la lucha social. Uno Mateu Seguí, por ejemplo, no lo puedes desvincular de defender a anarquistas, a todo tipo de delincuentes políticos, con toda la gente que hay en la Modelo con temas de drogadicción, marginalidad, y como la conciencia política no separa estos dos sectores. Ahora, la abogacía ha evolucionado, se ha especializado y a veces me da miedo que la abogacía más comprometida políticamente no está tan presente en los ambientes más marginales. Tiene que ver con muchas cosas, que la izquierda hoy es diferente y no está tan presente en los barrios. Es un tema que tiene muchas aristas pero lo que me preocupa es que la abogacía deje de preocuparse por la gente más vulnerable, y deje de ver de nuestra lucha política defender a los más desfavorecidos.

A veces me da miedo que la abogacía más comprometida políticamente no esté tan presente en los ambientes más marginales.

El libro es también un reconocimiento a su padre, Sebastià Salellas
Es de las cosas últimas que añado en el libro, que seguramente estaba, que hablo de nuestra discusión de cómo entendemos la abogacía, como garantizamos que todo el mundo tenga derecho a la defensa, incluso las personas más rechazadas. Nuestro compromiso es un compromiso con el derecho. No solo de las personas que nos caen bien o los perfiles que nos gustan, sino que estamos convencidos que para que haya justicia tiene que haber derecho de defensa.

¿Hablando de los más desfavorecidos, que opina de las últimas protestas de los funcionarios que bloquearon las prisiones catalanas?
La población presa son los grandes olvidados de este país hasta el punto que seguramente debe ser el último colectivo con el cual nos atrevemos como sociedad- Con lo que ha pasado, de tenerlos encerrados en las celdas durante días y que eso se considere normal. A cualquiera otra ciudadano a quien se le hubiera encerrado en su casa durante 24 o 48 horas, todos los jueces del mundo lo estarían investigando y habría provocado el estado de alarma. En cambio, con la población reclusa parece que todo se vale, que se queden sin ir al médico, sin actividad, sin ir a juicio. Es espectacular. Todo el mundo tiene derecho a luchar por sus condiciones laborales, y hay unos mecanismos como es el derecho a huelga y derecho de protesta, pero eso se pondera con otros derechos, y siempre hay unos servicios mínimos para garantizar los derechos básicos. En las prisiones eso no se ha respetado y me parece muy grave. Es muy grave porque viene de las personas encargadas de velar por los derechos de estos presos. Si ellos, que los conocen y que están con ellos cada día, no tienen la capacidad de ver la gravedad de los hechos que han protagonizado las últimas horas, tenemos que reflexionar sobre el conjunto del sistema penitenciario. Y todo eso, sin perder de vista que es muy grave lo que ha pasado y que han matado a una cocinera. No querría relativizar la gravedad de la situación y todos tenemos que pensar en cómo mejorar la seguridad de toda las personas del entorno penitenciario. Pero eso no se hace privando de derechos a los presos, como una especie de castigo colectivo como se ha hecho estos días. El colectivo de funcionarios de prisiones es muy diverso, pero como en los sindicatos policiales, hay una hegemonía de la visión de la extrema derecha, que intenta utilizar estos espacios contra el gobierno desde una óptica de la extrema derecha. Tenemos que ser conscientes de que este problema existe y que tenemos que trabajar.

El colectivo de funcionarios de prisiones es muy diverso, pero como en los sindicatos policiales, hay una hegemonía de la visión de la extrema derecha. Tenemos que ser consicentes que el problema existe

Finalmente, en el libro hay pinceladas de su estima a la cultura catalana, con citas a Carles Riba, Salvador Espriu, los lazos de Catalunya y Grecia...
Hay gente que me ha dicho que está muy de acuerdo en una cosa que digo en el libro, que es que a los catalanes nos gustaría hablar de literatura y siempre tenemos que acabar hablando de política (Ríe). El libro recoge esta pulsión: tenemos una cultural, tenemos gente que escribe, tenemos ganas de soñar, de escribir, de disfrutar de la lengua, del país, y siempre tenemos que acabar discutiendo de cómo defendemos nuestra lengua, el país, de como podemos avanzar. Los catalanes estamos colocados permanentemente en esta posición de resistencia.

Benet Salellas, en la entrevista / Foto: Carlos Baglietto