No hay que esperar al bloque electoral de la televisión pública para darse cuenta de que Catalunya está en campaña electoral. Basta poniendo los titulares de cualquier telediario catalanes y también españoles. El de este lunes por la noche, arrancaba con un comunicado de La Moncloa a las 20:56: despenalizarán los delitos de expresión que han acabado con condenas de prisión como la del rapero catalán Pablo Hasél. Tan sólo dos horas antes había salido un manifiesto de 200 reconocidos artistas españoles. Y tan sólo una hora antes el grupo de Unidas Podemos anunciaba una rueda de prensa para el día siguiente en el Congreso, justamente para abordar esta carpeta caliente. El rap más polémico no ha sido el de Ada Colau y los comunes.
Y al día siguiente, como era previsible, se desencadenó una nueva batalla campal entre los socios en La Moncloa. La mañana empezó con la formación de Pablo Iglesias presentando su propia proposición de ley, clara ante la inconcreción de los socialistas, señalando los delitos que se tenían que suprimir del Código Penal (entre ellos el de injurias en la Corona). La respuesta del PSOE llegaba desde la sala de prensa de La Moncloa. La portavoz María Jesús Montero avisaba de que se gestionaría todo desde el gobierno, no desde el parlamento, y que lo harán dos ministerios en manos socialistas: Justicia e Interior. También enfriaba la inminencia, enmarcándolo en la reforma global del Código Penal (donde también hay la sedición y la rebelión). Y acusaba a Podemos de "querer capitalizar algunas cuestiones porque el domingo tenemos elecciones".
En tan sólo un año de gobierno de coalición los españoles han visto todo tipo de fricciones, maniobras, discursos paralelos y zancadillas. Esta campaña electoral, que tiene una onda expansiva en Madrid, no ha hecho más que amplificar todo eso. Es mucho lo que tienen en juego las dos formaciones. Pedro Sánchez ha hecho un 'todo o nada' apartando Salvador Illa del Ministerio de Sanidad para situarlo al frente de la candidatura socialista catalana. Pablo Iglesias va a salvar los muebles, después de las elecciones vascas y gallegas, y se arriesga su ya limitado poder de influencia en la mesa del Consejo de Ministros. Y los enfoques sobre Catalunya, sobre el conflicto político y sobre los presos políticos, son sustancialmente diferentes.
Ya en precampaña, Pablo Iglesias destapó la caja de Pandora en una entrevista en el programa Salvados, donde comparó la situación del presidente Carles Puigdemont con la de los exiliados republicanos. En los días posteriores no sólo no retrocedió, sino que avisó de que él no participaría de una campaña de "criminalización" del independentismo como otros. Fue el mismo presidente Pedro Sánchez quien desautorizó a su vicepresidente segundo, desde Barcelona, donde inéditamente trasladó el Consejo Federal del PSOE. "El PSOE ha sobrevivido al verdadero exilio", le respondió. La portavoz Montero remachaba el clavo: Puigdemont "quebrantó la legalidad".
Aquello sólo fue un preludio, que se ha repetido en los últimos días, después de que el líder de Podemos denunciara en una entrevista al diario Ara que no hay "una situación de plena normalidad democrática" en el Estado español como consecuencia de la existencia de presos políticos y exiliados. Lamentaba la "situación de excepcionalidad" en el momento en que "los líderes de los dos partidos que gobiernan Catalunya, uno está en la cárcel y el otro en el exilio". Como en anteriores ocasiones, la encargada de enmendarle la plana fue la vicepresidenta primera Carmen Calvo, que le respondía que "todo el mundo que puede y quiere" está participando de la campaña del 14-F con plena normalidad democrática. Quien no lo hace, rebatía a la dirigente socialista en referencia a Puigdemont, "es porque huyó de su país".
En medio, otras cuestiones han acabado de crispar las relaciones entre los dos socios en La Moncloa, como la ley trans que enfrenta diferentes visiones del feminismo, como la de Irene Montero y la de la misma Carmen Calvo. Después de las elecciones catalanas, las profundas diferencias seguirán allí. La campaña del 14-F las ha amplificado y los resultados de las urnas las pueden acabar de profundizar. Sin tener en cuenta las correlaciones de fuerzas que salgan y las posibles alianzas de gobierno que se dibujen para el Palau de la Generalitat. Pedro Sánchez lo ha apostado todo a desbancar a ERC; Pablo Iglesias, a tejer alianzas con el soberanismo. Los comicios catalanes tienen y tendrán su eco en La Moncloa.