Nada más terminar las elecciones municipales, el líder del PSC en el Parlament, Salvador Illa, se apresaba a sacar pecho de la victoria del PSC en las elecciones municipales en Catalunya, restando importancia a la derrota de Jaume Collboni, principal esperanza del Gobierno español para tomar una de las grandes ciudades del estado, opción aún abierta por el pactómetro. Y es verdad que, en contraste con el gran batacazo en España, a los socialistas les ha ido muy bien en Catalunya: han ganado en Girona, Tarragona y Lleida, seguirán al frente la Diputació de Barcelona y han mantenido casi intacto el históricamente conocido como cinturón rojo de Barcelona, periferia metropolitana y trabajadora de la capital que siempre, o casi siempre, vota a los partidos de izquierda no independentistas. Pero ese "casi" no es suficiente como para dormir tranquilos: las manchas azules del PP en el cinturón, en Badalona y Castelldefels, son más fuertes que nunca. La primera, con mayoría absoluta histórica de Xavier García Albiol y batacazo del socialista Guijarro, duele especialmente. Pero, además, Vox va asomando la cabeza, entrando por primera vez en municipios de  una periferia donde En Comú Podem pierde fuelle y donde Esquerra crece tímidamente en algunos puntos y se desvanece en otros. 

El PSC arrasa y se impone con mayoría absoluta en Santa Coloma de Gramenet, Cornellà, Sabadell, Sant Adrià de Besòs, Esplugues,y Sant Boi de Llobregat y gobernará también, aunque sin esa mayoría absoluta que pierde Núria Marín, en L'Hospitalet de Llobregat, y probablemente en Sant Feliu de Llobregat, aunque deberá trabajar la fórmula. El Prat de Llobregat será la resistencia de los comuns en el área metropolitana, mientras que en Montcada i Reixac los socialistas han vencido, pero necesitarán a los comuns para gobernar. Fuera de la ecuación quedan Sant Cugat y Martorell, donde Junts ya era primera fuerza. 

 

Pero lo de Badalona, el gran dolor de cabeza del PSC en la provincia, merece capítulo aparte. El culebrón allí parece infinito: el socialista Àlex Pastor fue detenido por conducir borracho en plena pandemia, dos años después de liderar una moción de censura contra Dolors Sabater de la mano de Albiol y un año después de pactar con la misma Sabater para gobernar y frenar al vencedor Albiol. Dos caminos hacia el poder basados en alianzas a la contra y no en votos ni méritos que acabaron con un final esperpéntico. Tras la dimisión por el incidente, ocupó su lugar Rubén Guijarro, ex-mano derecha de Pastor, hombre de partido con una discreción que parecía darle cierta estabilidad al partido en ese feudo del PP. No ha sido así: los electores han decidido que la mano dura de Albiol vale más que nunca y lo han aupado a una mayoría absoluta de 18 regidores, siete más que en 2019, con 50.000 votos, 13.000 más que en los últimos comicios. 

No solo el PSC ha pagado este golpe encima de la mesa, también lo ha hecho Esquerra, que ha pasado de siete a dos ediles, y JuntsxCat, donde David Torrents, secretario de organización del partido, ha perdido su asiento. El PP ya intentó apoyarse en Albiol para tomar impulso en Catalunya y fracasó en 2017 con los peores resultados de la historia del partido al Parlament, pero del repliegue y el retorno del hijo pródigo a su ciudad ha acabado obteniendo los mejores resultados en la tercera ciudad más poblada de Catalunya. 

 

 

 

Pero, por si el discurso duro y antiinmigración de un Albiol que siempre ha tenido su marca un tanto desvinculada del PP no funciona, el partido de Núñez Feijóo y Isabel Díaz Ayuso tiene ahora otras cartas que jugar para recuperar su fuerza perdida en Catalunya. Más allá de Daniel Sirera, que ha liderado el crecimiento del PP en la capital, destaca el extraño caso de Manu Reyes, en Castelldefels, que se ha quedado a las puertas de la mayoría absoluta con un tono mucho más suave, centrista y conciliador, casi opuesto al del Albiol en Badalona.

Con 10.587 votos, el 42% de los disputados en el municipio costero, necesita solo un regidor más para obtener mayoría absoluta. Si opta por Vox, que ha irrumpido con tres escaños (como en tantos otros municipios periféricos), mostrará su cara más cercana a la extrema derecha y le abrirá las puertas a las instituciones de una ciudad de más de 60.000 habitantes. Con ellos o sin ellos, Castelldefels será junto con Badalona el gran campo de pruebas del PP para volver a pintar algo en Catalunya, partiendo de nuevo desde el cinturón rojo, donde también va asomando la cabeza cada vez más la extrema derecha española.