"El catalán se encuentra en una fase absolutamente recesiva", "estamos en situación de emergencia lingüística" o "estamos tan abajo que difícilmente remontaremos" son algunas de las respuestas de los expertos al preguntarles sobre el futuro del catalán. Los datos son claros: hay una disminución generalizada del uso de la lengua catalana y está retrocediendo cuantitativa y cualitativamente en nuestra sociedad. Llegados a este punto, los expertos no confían en poder revertir la situación ni siquiera si se disfrutara de un gobierno con plenas competencias.
Este retroceso se produce especialmente entre las generaciones más jóvenes —que a pesar de haberlo aprendido no la utilizan— y, en consecuencia, en los ámbitos de uso más nuevos y de futuro, como internet y las nuevas tecnologías. Que en los institutos de zonas urbanas sólo el 14,6% de las conversaciones del patio sean en catalán —tal como demuestra el estudio de Plataforma per la Llengua—, quiere decir que la base y la educación se tambalean y así difícilmente el catalán podrá salir de la dinámica acelerada de sustitución en que se encuentra.
La verdad de la ley Celaá
Ahora, el Gobierno quiere huir de la ley Wert (LOMCE) del PP y pretende recuperar la LOE de Zapatero con la conocida popularmente como ley Celaá. El principal cambio de la enmienda de ERC, aprobada con el PSOE y Unidas Podemos, es que se elimina la referencia a las lenguas vehiculares, pero eso no significa que el catalán se impondrá por encima del castellano en las escuelas. Lo cierto es que en el redactado queda reconocido el derecho de los alumnos a recibir la enseñanza en castellano y en las otras lenguas cooficiales a partes iguales.
Según el artículo 18 del proyecto de ley, el castellano y el catalán, el gallego o el vasco están al mismo nivel desde primero de primaria hasta segundo de bachillerato y, además, los centros tendrán que poner a disposición de los alumnos "medidas necesarias para compensar la falta que pueda existir en la competencia en comunicación lingüística, en lengua castellana y, en caso que haya, en las lenguas cooficiales".
A raíz de años de gobiernos españoles que querían "españolizar a los alumnos catalanes", tal como aseguraba directamente el exministro José Ignacio Wert, y de homogeneización y sustitución lingüística en nuestro país, la comunidad educativa se muestra cada vez más preocupada por el retroceso de esta lengua en las aulas y en los patios que, en definitiva, no deja de ser el espejo de la disminución generalizada del uso del catalán en la sociedad.
¿Más allá de la nueva y controvertida ley Celaá, que ha dividido incluso a los grupos independentistas, cuál es el futuro de nuestra lengua, si es que tiene? ¿Qué papel juegan los gobiernos y nosotros?
Los datos hablan
Según datos de la Plataforma per la Llengua de este 2020, el catalán está en situación de "emergencia lingüística" y preocupa especialmente el bajo uso social de la lengua en las grandes ciudades de los territorios de habla catalana. En Barcelona y su área metropolitana, solo el 35% de la población habla el catalán habitualmente, un porcentaje similar al de la región metropolitana de València (34,8%), aunque si tenemos en cuenta solo la ciudad, los datos son dramáticos: menos del 15% de los habitantes. En Palma los hablantes habituales de catalán son el 41,3% de la población.
Eso, para el presidente de la Plataforma, Òscar Escuder, pone en evidencia que "nos tenemos que preocupar, y mucho" y destaca que hace falta poner la mirada más allá del Principat, porque todos los lugares de habla catalana, como las Balears, el País Valencià, la Franja, l'Alguer o la Catalunya Nord, también se encuentran en máxima alerta.
Un futuro bien oscuro
Para Josep Murgades, catedrático de Filología Catalana de la Universidad de Barcelona, el catalán se encuentra en una fase "absolutamente recesiva" y no celebra en absoluto los "gestos simbólicos" del actual Gobierno con la lengua. "La ley Celaá es una concesión de cara a la galería para obtener el voto de ERC a los presupuestos. Juegan con la lengua para hacer política. Pero la realidad es que, del franquismo acá, el Estado solo ha despenalizado el uso del catalán, pero nuestra lengua no está ni mencionada en la Constitución", explica.
Sin embargo, Murgades afirma que el decrecimiento del catalán va más allá de políticas de gobiernos y se atreve a augurar que ni siquiera la independencia o un gobierno catalán con plenas competencias podrían llegar a asegurar la supervivencia del catalán: "Sólo hay que mirar qué pasa en Andorra, o en Irlanda con el gaélico. La lengua está en la sociedad y aquí solo hay que aguzar el oído para ver la hegemonía del castellano".
En esta misma línea, no más optimista, se posiciona la profesora de Lingüística de la UB Carme Junyent, que asegura que cualquier ley en el ámbito educativo llega tarde y critica la "inacción y poca voluntad del Govern", que, a su entender, ha llevado a esta situación. Sin embargo, destaca que si los hablantes no tomamos conciencia, "ya puede aplicarse cualquier política lingüística, que desaparecerá igualmente".
"Ya se pueden pactar las leyes que quieran, que ya estamos tan abajo que difícilmente remontaremos. Al inicio de la Transición, el porcentaje de catalanohablantes estaba en torno al 50% y ahora estamos al 36%. Podemos seguir picando la misma piedra y seguir modificando las mismas leyes que ya hemos visto que no funcionan, pero después de tantos años tenemos que buscar otras alternativas", lamenta.
Estamos avisados: queda poco tiempo
Los augurios quedan lejos del optimismo. Ahora, instituciones y expertos reman a contracorriente para volver a posicionar el catalán en el entorno, un hecho que, según Junyent, solo se conseguirá creando más referentes en catalán, especialmente en el ámbito audiovisual y del ocio. El objetivo, pues, pasa por fomentar la lengua catalana en espacios de uso espontáneo y que la sociedad la sienta como un mecanismo para convivir y socializar.
Las políticas lingüísticas cambian según el gobierno y el intento de imponer y homogeneizar la lengua no se detendrá por parte del Estado, pero la clave, para Junyent, es que los catalanohablantes no se comporten como hablantes de una lengua subordinada y modifiquen la actitud. Nuestra lengua se encuentra en peligro y depende de nosotros decidir si el futuro habla catalán.