La tensión es extrema en la política catalana. Y en la española. Horas antes de que el president, Carles Puigdemont, tome la palabra desde la tribuna del Parlament para dar cumplimiento a la ley del Referéndum, los avisos desde Madrid han ido cayendo como auténticas cargas de profundidad. La más ruidosa, la del portavoz del PP, Pablo Casado, advirtiendo a Puigdemont que puede acabar como el president Lluís Companys. La perplejidad que el brutal ataque de la hasta ahora joven promesa popular provocó en la sala de prensa de la calle Génova, saltó inmediatamente a las redes, que la convirtieron en tendencia mundial.
El famoso choque está a punto llegar a su punto definitivo y los actores toman posiciones en una sucesión de acontecimiento que en las últimas horas no hace más que acelerarse. Desde las reiteradas amenazas del Gobierno, con el cierre de filas del poder judicial y la sombra de nuevas detenciones, hasta la multiplicación de voces internacionales que claman por una salida dialogada; sin olvidar el rápido –y anunciado–movimiento con que la alcaldesa Ada Colau ha buscado abrigo en su habitual y acogedora equidistancia.
Después de que la jornada del referéndum y el paro de país situaron la reivindicación en la calle y en la sociedad catalana, hoy el ojo del huracán se concentra de nuevo en la plaza Sant Jaume y, finalmente, en el Parlament del parque de la Ciutadella.
Proclamación formal
No hay excesivo secreto. El artículo 4.5 de la ley del Referéndum fija que si las urnas del 1-O recogían más votos afirmativos que negativos dentro de los dos días siguientes a la proclamación de los resultados, el Parlament tiene que celebrar "una sesión ordinaria para efectuar la declaración formal de la independencia de Catalunya, concretar sus efectos e iniciar el proceso constituyente".
El president ha pedido comparecer hoy a las seis de la tarde y nadie tiene ninguna duda que este es el objetivo. Se da por seguro que la intervención incluirá un llamamiento potente al diálogo, y que tendrá que dar el pistoletazo de salida a varias cuestiones prácticas que señala la ley de Transitoriedad y que habrá que concretar en el ámbito de las Finanzas y la Justicia. De hecho, esta norma ya fija claramente los pasos que hay que activar.
Todo apunta que no habrá ninguna votación y las incógnitas se circunscriben a confirmar si la declaración tendrá carácter inmediato o bien aplazado en el plazo de unas semanas o meses. De momento, se habla de una declaración de carácter progresivo, en que se asuma la soberanía en determinadas cuestiones mientras otras quedaran pendientes de la negociación directa con el Estado o la mediación internacional.
También, se especula con la possibilidad de abordar el calendario electoral, aunque la ley de Transitoriedad fija la convocatoria de elecciones una vez superadas las diferentes fases del proceso constituyente, que incluye una fase participativa de seis meses.
Parlamento blindado
En cualquier caso, la expectación de la prensa internacional que colapsa el Parlament es una muestra lo bastante evidente de la fiabilidad con la que el mundo espera la noticia. La concentración que la ANC, con el apoyo de Òmnium, ha convocado a las puertas del Parlament no hace más que subrayar la trascendencia que las organizaciones soberanistas otorgan al momento.
El Parlament se ha preparado. Ha habilitado accesos especiales para los diputados y ha optado por vaciar a partir de las seis de la tarde sus dependencias de aquellos funcionarios cuya presencia no sea imprescindible para el desarrollo del pleno.
ERC y PDeCAT cierran filas
El portavoz de ERC, Sergi Sabrià, insistió ayer a media mañana en rueda de prensa que el president pondrá esta tarde encima de la mesa la constitución de la república independiente. El PDeCAT no dijo nada. A pesar de que tanto la ejecutiva como una reunión posterior de los electos del partido abordó este tema. En este segundo encuentro se oyeron entre los demócratas alguna voz reticentes, como la del diputado en Madrid, Carles Campuzano, preocupados ante medidas extremas. A pesar de todo, la conclusión fue cerrar filas con el president.
La decisión está en sus manos. Y en las de los consellers del PDeCAT –con los que comió ayer–y de ERC, que serán los primeros, en conocer la forma definitiva de la fórmula escogida por Puigdemont, durante la reunión de Govern que mantendrán esta mañana.
Reuniones constantes
La decisión será resultado de las constantes conversaciones entre el president, el vicepresident, Oriol Junqueras, y los responsables de los respectivos partidos –Artur Mas, Marta Pascal, Marta Rovira...– y de la CUP, así como los presidentes de la ANC, Jordi Sànchez, y Òmnium, Jordi Cuixart, y el grupo de apoyo político, que integran personas de confianza de las formaciones independentistas y que las últimas semanas han protagonizado un trabajo discreto pero permanente. Los diputados de JxSí serán informados en el encuentro del grupo parlamentario convocado antes del pleno.
A las seis de la tarde, cuando el president tome la palabra ante el hemiciclo, muchas miradas estarán sobre él. En Catalunya, en España y en Europa. El espantajo del fusilamiento de Companys que ayer agitó el portavoz del PP no ha pasado desapercibido, como tampoco la ruidosa huida de empresas atizada por el Gobierno. Pero la onda expansiva de estos proyectiles no se limitan en el territorio catalán. La imagen política del Gobierno de Mariano Rajoy cae en picado en Europa, donde los llamamientos al diálogo se convierten en constantes toques de atención, y el FMI ya ha advertido al Ejecutivo sobre el riesgo que la tensión política provocada por este proceso representa para la economía de todo el Estado. De hecho, desde que el PP ha invocado las voces más radicales y oscuras de la derecha española, la tensión ya no solo está en las calles catalanas. El ojo del huracán seguirá en la plaza Sant Jaume pero la tormenta se derrama ya por toda la Península.