"Para evitar polémicas", Ifema, la empresa de la Feria de Madrid, pidió a la galerista Helga de Alvear que retirara la obra de Santiago Sierra de su stand de la feria de arte contemporáneo ARCO. La obra en cuestión, Presos políticos en la España contemporánea, que consideraríamos de estilo conceptual, ha abierto heridas y ha levantado las polémicas que se querían evitar.
Como historiadora del arte, me reconforta ver cómo la sociedad civil se sitúa al lado del artista y en defensa de su libertad de expresión. Que la misma semana se condene al rapero Valtonyc a prisión, que se secuestre un libro y se censure una obra de arte por motivos políticos son obviamente ejemplo de los ataques a las libertades individuales que vivimos y que despiertan una respuesta colectiva.
Pero si hablamos de arte y de censura hay que cuestionar si quienes defienden la obra de Sierra, nuevos garantes en la defensa de la libertad creativa y de expresión, lo hacen simplemente porque esta obra es una muestra de apoyo al independentismo y hacen así un uso político de la censura.
Hay que recordar cómo voces importantes del independentismo presionaban hasta conseguir la retirada del Cementerio de una exposición diseñada por estudiantes de Bellas Artes
Podemos decir, pues, que muchos de los que hoy critican la retirada de la obra de Sierra, ahora hace un año pedían retirar del Fossar de les Moreres una instalación artística que se enmarcaba en el festival Llum BCN 2017.
Hay que recordar cómo voces importantes del independentismo levantaban entonces polémica y presionaban hasta conseguir la retirada del Cementerio de una exposición diseñada por un grupo de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes. Quizás también, hace falta contextualizar las declaraciones del diputado Sergi Miquel, que consideraba una "injerencia política" la retirada de la obra de Santiago Sierra pero, en cambio, no debe considerar injerencia política la censura que protagonizó el ayuntamiento convergente de Figueres en 2015 contra la obra de Núria Güell y Levi Orta Ideologías oscilatorias.
¿No era censura entonces? ¿Es ahora peor que cuándo censura el PDeCAT, o cuándo las voces más importantes del movimiento independentista hacen retirar del Fossar una instalación? ¿Es más censura si es "de los nuestros" que si lo organiza un ayuntamiento de los comunes? Aviso a navegantes: el arte es libre y no vale disfrazar vuestra ineptitud de censura. La gente tiene memoria.
Estos días escucho y leo debates sobre el papel del arte, su objetivo y sus formas. Debates y opiniones que cuestionan obras como la de Sierra porque carece de "buen gusto", "de estética" y, sobre todo, porque sus motivaciones son políticas y no artísticas.
El tema del buen gusto y el mal gusto en arte está superadísimo desde que aceptamos e introdujimos en el canon artistas que hacían de aquello abyecto, siniestro y feo su motivo principal. Considerar que sólo es arte aquello que es bello, es una idea que tendríamos que ir atrás, en el siglo XIX más concretamente.
El arte tiene que ser un espejo que nos devuelva la imagen de lo que no queremos saber (que en España hay presos políticos), o que preferimos no saber (la indefensión de la gente sin techo)
Otra cuestión a raíz de la censura de ARCO: ¿cuál tiene que ser el motivo de las obras artísticas?
Son muchos los que defienden que el arte no tiene que hablar de política, aunque la política es y ha sido uno de los temas y motivos principales a lo largo de toda la historia del arte. Ramon Casas presentaba en 1902 La Carga, una pintura que no es más que una denuncia de la represión de la Guardia Civil. ¿Sería juzgado en esta España Ramon Casas por delito de odio?
La implicación de los artistas e intelectuales en la vida política, cívica y social es y ha sido continua. Picasso retrató los horrores de la Guerra Civil en el Guernica, Miró dedicó un tríptico al asesinato de Salvador Puig Antich. Incluso el fascismo fue introducido en España por el artista e intelectual Ernesto Giménez Caballero, representante de la vanguardia literaria española y fundador de La Gaceta Literaria. El arte y la política se necesitan y retroalimentan, desde la estatuaria imperial romana al arte activista actual.
Margarita Robles, portavoz parlamentaria del PSOE, aplaudiendo la decisión de Ifema, decía que la censura "contribuía a tranquilizar el ambiente y la crispación". Señora Robles, en las universidades catalanas no se enseña a que el arte contribuya a tranquilizar el ambiente. Al contrario. El arte de hoy tiene que ser incómodo, tiene que decirnos cosas y no sólo dejarnos embelesados por la belleza. El arte tiene que ser un espejo que nos devuelva la imagen de las cosas que no queremos saber (que en España hay presos políticos), o que abra la ventana a una realidad que preferimos no saber (como la instalación en el Cementerio, que representaba la indefensión de la gente sin techo).
El fervor, la rabia, la intolerancia se está constituyendo como una práctica transversal tanto en el Estado español como en aquellos otros que reclaman la libertad de un pueblo. No vale recriminar una censura y reclamar otra. Porque el país que yo quiero se aleja de la oscuridad censuradora del franquismo. Por lo tanto, que viva la libertad y acabemos con todos aquellos que tapan su ineptitud con la censura.
Gina Driéguez i Mallen (Sant Boi de Llobregat, 1993), es historiadora e investigadora en estudios comparativos de literatura, arte y pensamiento.