Más de 15 años después de su irrupción en el panorama político catalán, la llama empieza a apagarse lentamente para Ciutadans. No es ninguna novedad afirmar que, desde hace ya tiempo, los naranjas experimentan una lenta agonía hacia la desaparición. Pero la contundente crisis que atraviesa la formación tan solo se ha multiplicado en las últimas semanas, y amenaza con causar estragos precisamente en el lugar donde el partido nació, la región que ha dado razón para existir a los de Albert Rivera, Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa. Y es que la extinción de Ciutadans en Catalunya es ahora un peligro muy real.
El partido nació en 2006, haciendo de la guerra contra el catalanismo y la inmersión lingüística su caballo de Troya para hacerse un sitio en el tablero de ajedrez que es la política catalana. No es hasta el auge del independentismo propiamente dicho que Ciutadans empieza a escalar posiciones. El pináculo llegó en las elecciones del 155, en 2017, cuando los naranjas se impusieron como primera fuerza política de la mano de Arrimadas. El éxito en Catalunya aún permitió al partido marcar músculo en las generales de abril de 2019, convirtiéndose en tercera fuerza, y a extenderse por comunidades autónomas y ciudades de todo el Estado.
Pero, contra todo pronóstico, la crisis empezó aquel mismo año. La derrota en las generales de noviembre hizo suponer una pérdida de una cincuentena de diputados, y ha generado un tsunami que ha salpicado Madrid, Castilla y León, y Andalucía, propiciando también una huida masiva de militantes y representantes. En Catalunya, la bofetada no fue tan violenta, pero sí que dejó a los naranjas en una coyuntura precaria, con solo un puñado de diputados conformando el penúltimo grupo de la cámara. Sin embargo, a pesar de la evidencia, Ciutadans se ha apresurado a reivindicar que la situación en Catalunya es diferente a la del Estado. "Nuestra marca es aún potente", han defendido recientemente fuentes de los naranjas, ante la disyuntiva de la refundación que pretende reimpulsar el partido y evitar su absoluta desaparición. "Aquí no se cambiará nada, Ciutadans seguirá siendo Ciutadans. El partido va como un tiro".
Las encuestas y el motín hunden las expectativas
La realidad apunta en otra dirección. Las encuestas de los últimos meses ya han señalado la inevitabilidad de que los naranjas sigan perdiendo representación en la cámara. Pero es que los análisis demoscópicos más recientes aún hunden más las expectativas. Un sondeo de El Periódico publicado a mediados de octubre, después de la ruptura del Govern, sitúa a Ciutadans fuera de la cámara. La dirección naranja reaccionó a la noticia recalcando su "plena confianza" en el proyecto del partido, y desacreditando los pronósticos. "No nos guiemos por encuestas pagadas y de parte. Tampoco consultamos el horóscopo ni nos tiran las cartas". Eso sí, de aquí un par de semanas saldrán los resultados del último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (y, por lo tanto, público) que podría ser fulminante.
Hay más. Y es que la situación no mejora tampoco en la capital catalana, donde los naranjas consiguieron, de la mano de Manuel Valls, sus mejores resultados, con casi 100.000 votos y seis concejales, antes de que el grupo se rompiera por la mitad. Casi cuatro años después, las encuestas ya tantean con la posibilidad de que la formación desaparezca de Barcelona. Y eso es, incluso, sin tener en cuenta el terremoto que ha sacudido Ciutadans en forma de motín interno. Luz Guilarte, quien parecía destinada a ser la candidata de los naranjas en la capital y encaraba el reto con optimismo, ha acabado abandonando el partido y la política después de que dos compañeros se aliaran para desbancarla, y Ciutadans se ha quedado ahora sin candidato en la capital. La dirección ha intentado pasar página del episodio asegurando que la sustituirán por una "grata sorpresa", pero lo cierto es que será muy complicado fichar a un revulsivo que evite el más estrepitoso de los fracasos.
Un trasvase de afiliados que la refundación no detiene
Detrás de la crisis que atraviesa el partido hay una cascada de militantes y representantes políticos que están huyendo en masa del inevitable desastre. Desde las segundas elecciones generales de 2019, el partido ya ha perdido a tres de cada cuatro afiliados, y decenas de figuras de renombre como el exvicepresidente madrileño Ignacio Aguado y su homólogo andaluz Juan Marín han acabado rompiendo su vínculo con el partido, encontrando fortuna en otros lugares. Y el transfuguismo tampoco ha ignorado a Ciutadans. En Catalunya, la aparición de Valents en el ámbito local ya ha empezado a tener su efecto: semana sí, semana también, el joven partido españolista anuncia el fichaje de algún representante territorial de los naranjas. También el PSC se ha hecho con un puñado de figuras naranjas en Girona, Tarragona y Vila-seca. Son nombres poco conocidos, y que la formación ha intentado disimular restándole importancia, pero que denotan una tendencia irremediable que señala en una sola dirección.
Para intentar detenerlo, la dirección nacional ya ha iniciado un denominado "proceso de refundación" que pretende salvar al partido. Eso sí, sin cambiar personas ni ideología: tan solo modificando el nombre y el color, y poca cosa más. Arrimadas conseguiría así apuntalarse al frente del partido hasta acabar la 'pseudotransformación', en contra de lo que querría el sector crítico de los naranjas, que a principios de septiembre ya presentó más de 400 firmas para forzar la salida de la presidenta. El colectivo, bajo el nombre SomosCs, ya ha cargado con dureza contra la dirección actual, tachando el proceso de refundación de "farsa" y "engaño". "Después de 5.000 horas de trabajo, lo único que han concluido es un 'copia y pega' de las ideas y propuestas que Ciutadans siempre han defendido". Sin una profunda renovación, la formación tiene imposible sobrevivir.
Figuras pasadas del grupo también lo ven así. Una voz crítica y antigua militante de los naranjas asegura a ElNacional.cat que Ciutadans "ya lo ha perdido todo" y que no hay ninguna solución posible para solucionar su problema. "Yo ya me despedí del partido diciendo que estaba muerto, y ahora lo está más", lamenta. Reconoce, también, que no se siente sorprendida por la crisis en Catalunya y Barcelona, ya que la formación parece aún obsesionada con el procés independentista y no tiene proyecto más allá. Responsabiliza a Arrimadas y a Carrizosa por no haber cambiado de estrategia. Y los efectos se notan. "Me han dicho que quedan muy pocos afiliados. En Sarrià-Sant Gervasi hay unos 15; en el Eixample son 7 u 8. La situación es tremenda".
La nueva sede podría cerrar más pronto que tarde
A pesar de todas las evidencias en contra, en Catalunya los líderes de Ciutadans se siguen haciendo el sordo. Lejos de la necesaria autocrítica, el partido sonríe ante las cámaras y nada en un optimismo artificial. Hace ahora un mes y medio, la plana mayor inauguraba la nueva sede de los naranjas en Barcelona (un año después de cerrar la anterior), cambiando así Sarrià-Sant Gervasi por las puertas del Raval y consiguiendo un alquiler más barato. Un desplazamiento, eso sí, que no tiene nada que ver con las finanzas, según los dirigentes. "Las cuentas son buenas y el estado del partido es bueno", alegaban el día de la apertura. "Aquí hemos abierto una sede en la cual no le falta nada para desarrollar nuestra política los próximos años". Pero quizás no se llegará tan lejos. A modo de anécdota, el partido ha empezado a convocar periodistas los lunes para una rueda de prensa, pero a duras penas atraen uno o dos medios para que se acerquen a escucharlos. No es precisamente una señal de fuerza. Ahora, con la ruptura del Govern, Carlos Carrizosa ya se ha apresurado a clamar por un adelanto electoral, que previsiblemente tan solo aceleraría el fracaso de Ciutadans. La nueva sede parece destinada a cerrar más pronto que tarde.