El exprimer ministro británico Tony Blair aseguraba en una reciente entrevista que, ante el crecimiento de los populismos y la fragmentación política, el centro ya no está en un punto medio entre derecha e izquierda, sino allí donde se ofrecen "soluciones". El president Salvador Illa ha aplicado su propia fórmula en la búsqueda de esta centralidad política, que ubica en encontrar soluciones para enterrar la tensión vivida los últimos años entre Catalunya y el Estado y, al mismo tiempo, aprovechar las horas bajas de las formaciones independentistas para intentar acercarse a sus votantes más moderados. Después de convertir palabras como reencuentro, diálogo, normalización o pacificación en el mantra del discurso socialista, Illa ha querido transformar la teoría en imágenes. Desde que aterrizó en la presidencia de la Generalitat, el 10 de agosto, ha desencadenado una cascada de reuniones con representantes del mundo político, municipal, económico, social y eclesiástico, de Catalunya y del Estado.

Sin ir más lejos, este martes Illa se reunió con el president Jordi Pujol y al día siguiente se reencontró en el palacio de la Zarzuela con el rey de España, Felipe VI, al cual ya había saludado como president con motivo de la America's Cup a finales de agosto en Barcelona. Dos citas de calado y con una carga política y simbólica innegable.

20240917 Reunió Salvador Illa i Jordi Pujol / Foto: Montse Giralt
Salvador Illa y Jordi Pujol en la Galeria Gòtica del Palau de la Generalitat  / Foto: Montse Giralt

Pujol y Felipe VI

Aunque Pujol había acudido en diferentes ocasiones al Palau y había participado en actos en la sede del Govern, no había sido recibido formalmente en una reunión agendada públicamente con el president desde 2014, cuando reveló la existencia de la herencia de su padre y fue desposeído de los honores de president. Al acabar el encuentro de este martes, y en un evidente guiño a los nostálgicos del discurso convergente más moderado y pragmático, Illa describió a Pujol en una publicación en la red X como "una de las figuras más relevantes de la historia política de Catalunya". Y el gesto no pasó desapercibido entre la vieja guardia pujolista.

Por lo que respecta al monarca, no solo no había recibido la visita de ningún president de la Generalitat desde el último encuentro que celebró en la Zarzuela con Artur Mas en julio del 2015, sino que además, a raíz del discurso del 3 de octubre del 2017, en qué avaló las cargas policiales contra los votantes del 1-O, llegó ser considerado persona non grata en el Govern. Felipe VI no solo ha sido rechazado durante años en las calles de Catalunya, sino que Quim Torra dejó de acudir a los actos donde estaba presente. Con Pere Aragonès, la Generalitat volvió a asistir a las convocatorias donde estaba el monarca, pero intentando mantener las distancias, lo cual provocó episodios de todo tipo.

La sonriente encajada de manos con bromas incluidas que protagonizaron Felipe VI e Illa tenía que ser la fotografía más evidente del mantra de la "normalización" de relaciones entre Catalunya y la monarquía.

Al día siguiente de visitar al Rey, Illa se reunió con Artur Mas, dando seguimiento a la ronda de contactos con sus predecesores que había empezado con José Montilla el 12 de septiembre y dentro de la cual el Govern no descarta un encuentro con el president en el exilio, Carles Puigdemont. Al ser interrogada al respecto, la portavoz del ejecutivo, Sílvia Paneque, aseguró que la voluntad del jefe del ejecutivo era reunirse con "todos" los presidents. Illa quiere subrayar el peso institucional de la presidencia de la Generalitat y desde que ha tomado posesión no ha desperdiciado ninguna ocasión para reconocer el trabajo que todos sus predecesores han llevado a cabo.

Foment y la Iglesia

Los socios de investidura de Illa, ERC y Comuns, han avalado la etiqueta del nuevo gobierno como un ejecutivo de izquierdas. Con este sello bajo el brazo, el president se ha encargado de abrir el perímetro enviando mensajes claros y diáfanos a los sectores más moderados y conservadores. Entre otras cuestiones, no ha tenido inconveniente en saltarse tabúes de los socios para anunciar la apuesta por la ampliación del aeropuerto o el incremento de las partidas presupuestarias dedicadas a la escuela concertada. Antes de cumplir el primer mes en el Palau de la Generalitat, Illa ya se había convertido en el primer president de la Generalitat que participa en una junta directiva de Foment del Treball.

Ha apuntado incluso a un ámbito tan abandonado por la izquierda catalana como es la Iglesia. El president, que tanto en la investidura como a la hora de definir su gobierno, ha enmarcado su discurso en el progresismo y el humanismo cristiano, decidió celebrar las primeras jornadas de convivencias para fijar las prioridades del nuevo ejecutivo en el Monastir de Poblet, donde se guardan los archivos de Josep Tarradellas, uno de sus principales referentes políticos; una semana más tarde encabezó la inauguración del milenario de Montserrat; y este sábado estaba en la ordenación del obispo coadjutor de Urgell.

Bandera española

Un elemento clave de su estrategia de moderación ha sido la drástica rebaja de la carga reivindicativa  para centrarse en el discurso de gestión. El ejemplo más evidente fue el mensaje institucional el 11 de septiembre, primera Diada del nuevo Govern, en la que Illa desactivó cualquier posible burbuja de efervescencia reivindicativa, ni siquiera la mínima evocación del motivo histórico de la celebración, siempre presente en este discurso de los sucesivos presidents, incluido el socialista José Montilla. Illa se ahorró hasta el habitual Visca Catalunya que acostumbraba a cerrar este mensaje del president y que quedó sustituido por un aséptico y navideño Muy buena Diada.

salvador illa discurs diada
Salvador Illa durante el mensaje institucional de la Diada / Foto: Govern

La víspera del 11 de Setembre, el busto de Josep Tarradellas observaba a Illa mientras pronunciaba su discurso en el Pati dels Tarongers. De nuevo Tarradellas. Tampoco en este caso era casual. La ubicación se escogió con el objetivo de hacer visible la imagen del president que volvió del exilio para restaurar la institución en 1977 tras negociar con el gobierno de Adolfo Suárez.

Por el contrario, no parece contar con el mismo predicamento el president Francesc Macià, el busto del cual ha sido discretamente reubicado en el Palau, después de que las últimas legislaturas aparecía vigilante en las fotografías oficiales hechas en la antesala del despacho del president, conocida como Sala dels Diputats.

El protagonismo que tenía Macià en este espacio se lo ha arrebatado ahora la bandera española instalada por el nuevo Govern. La rojigualada, que nunca había formado parte de la decoración interior del Palau con ninguno de los anteriores inquilinos, ha quedado ahora permanentemente colgada a las puertas del despacho oficial del president, justo el lugar donde recibe las visitas, y al lado de la senyera y la bandera de Europa. Así se pudo constatar en la primera de las visitas que recibió Illa, la del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, también del PSC, que atravesó la plaza Sant Jaume el 23 de agosto para darle la bienvenida al vecindario. Allí apareció la enseña y allí se ha quedado. Un movimiento más que explícito dirigido a la parroquia más españolista que pudiera sentirse inquieta ante los gestos contemporizadores del president.

Reencontrar al Estado

Illa no esconde que recoser las relaciones con España es uno de sus primeros y principales objetivos. No solo eso. También es una de la principales apuestas del PSOE de Pedro Sánchez, que confía en apuntarse el triunfo de la famosa agenda del reencuentro en Catalunya para apedazar sus maltrechas defensas políticas. El desembarque de representantes del Gobierno en la toma de posesión de Illa en plenas vacaciones de agosto hizo evidente la importància que la Moncloa concede a la posición conseguida en la Plaça Sant Jaume. La vicepresidenta María Jesús Montero y cuatro ministros Félix Bolaños, Jordi Hereu, Ernest Urtasun y Diana Moran, batieron los récords de asistencia de representantes del Gobierno en este tipo de actos. Una semana más tarde, Illa se paseaba con Pedro Sánchez por Lanzarote.

En apenas seis semanas como president, Illa se ha reunido en el Palau de la Generalitat con el ministro de Transformación Digital y Función Pública José Luis Escrivà -justo el día en que se conocía que era designado gobernador del Banco de España-; con la presidenta de Navarra, María Chivite; con la presidenta del Congreso, Francina Armengol; con la presidenta de la Asamblea de Extremadura, Blanca Martín Delgado; y con al vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz.

"Catalunya ha vuelto"

Por si alguien tenía alguna duda sobre el sentido de estos movimientos, este miércoles, con motivo de la celebración de la Diada en Madrid, Illa ha proclamado un explícito "Catalunya ha vuelto". El president hizo un breve parlamento en castellano en los jardines de la delegación del Govern en Madrid al cual habían acudido seis ministros —nuevo récord—, y en el que anunció que tiene la intención de "recorrer España y sus comunidades autónomas de forma regular".

A favor de la estrategia del president juega la situación de reflexión interna —por describirlo de alguna manera— en la que se encuentran sumergidos ERC y Junts, en pleno debate precongresual y de reflexión sobre su futuro, después de la ruptura de la mayoría independentista y de la no aplicación de la amnistía a los principales líderes del procés. Aprovechando la coyuntura, Illa se dedica a construir puentes en todas direcciones, en un intento de delimitar una centralidad política en Catalunya que le permita consolidar una mayoría que todavía es demasiado débil con solo 42 diputados.

De momento, sin embargo, todo se reduce a imágenes y gestos, el reto del president será cómo traducir esta apuesta en acuerdos concretos y decisiones en torno a cuestiones que le obligarán a tomar posición, como la lengua, la financiación o los incumplimientos del Estado en materia de inversiones. De momento, sin embargo, Illa ha marcado sin problemas el ritmo de su aterrizaje en el Govern y su centralidad tapizada de soluciones y reencuentros.