El president Salvador Illa aseguraba el pasado lunes que Catalunya ha entrado en un cambio de etapa después de cuatro meses del PSC en la presidencia de la Generalitat. Más allá de la profundidad que Illa quiera otorgar a su sentencia o de las críticas que ha recogido, hay un hecho que la oposición ha comprobado con alarma y es que con Illa se ha instalado entre las paredes del Palau una manera diferente de actuar y se han roto algunos esquemas que hasta ahora eran considerados intocables. Illa ha asumido gestos desde el Palau que ni siquiera se plantearon sus predecesores del PSC, Pasqual Maragall y José Montilla. Junts no ha dudado en acusar a Illa de españolizar el Govern, mientras que ERC, que le otorgó sus votos para investirlo, le tildó de "delegado de la Moncloa" tras escuchar su discurso en el debate de política general.
Salvador Illa ha hecho bandera sus primeros cuatro meses de gobierno del retorno de la Generalitat a todos los espacios del Estado en que ha sido convocado. Acudió por primera vez después de nueve años a la recepción con el Rey tras ser investido, y acompañó a los monarcas al desfile militar del 12 de Octubre —una festividad que los presidents de la Generalitat han pisado en contadas ocasiones— e, incluso, a los premios Princesa de Asturias. Con el mismo empeño, tampoco ha faltado a ninguna de las convocatorias hechas por el presidente español, Pedro Sánchez, la última, la Conferencia de Presidentes, que reúne al inquilino de la Moncloa y a los titulares autonómicos. El supuesto retorno ha adquirido tanto empuje que Illa incluso ha acabado accediendo a espacios que el president de la Generalitat —como el lehendakari vasco— consideraban hasta ahora ajenos, como fue el caso del encuentro de los presidentes autonómicos españoles previo a la reunión del Comité de Regiones que se celebró en Bruselas a finales de noviembre.
Bandera española
Pero los cambios no se limitan a este supuesto retorno, sino que se han instalado en la misma sede del Govern. Sin duda que uno de los primeros indicadores fue cuando la bandera española entró a formar parte de la decoración del Palau de la mano de Salvador Illa. La enseña rojigualda está siempre izada en el exterior del Palau, porque así lo marca la ley, pero no en el interior de las dependencias del Govern, donde hasta ahora solo aparecía con ocasión de la visita de algún representante del Gobierno.
Con Illa, la bandera ha quedado colgada de manera permanente en el Saló dels Diputats, la antesala del despacho del president de la Generalitat. La primera entrevista formal que celebró al president a las puertas de su despacho fue con el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y aquella fue la presentación oficial de la nueva bandera. Fue toda una declaración de intenciones, que se ha esparcido por otras dependencias de la Generalitat. La bandera española también ha salido a la Galería Gótica, junto con la senyera y la enseña europea, que escoltaron a Illa cuando compareció ante los medios para leer una declaración con motivo de la DANA.
Bruselas
Y más allá. Con el primer viaje oficial de Illa en el exterior, en Bruselas, la delegación de la Generalitat en la capital belga lo recibió con la bandera española en la puerta, junto a la senyera y la europea. La enseña española no había estado antes en la delegación catalana hasta el punto que cuando se colgó por primera vez con motivo de la Diada de este 2024 se tuvo que pedir prestada a la representación permanente de España en la UE, según aseguró la miembro del consell nacional de Junts Erika Casajoana, por lo cual era de diferente tamaño que el resto.
Nuevo look de la Delegación del @govern @Catalonia_EU �������� en la celebración institucional de la #Diada con el consejero|conseller @jduch.
— Erika Casajoana (@ecasajoana) September 12, 2024
¡Han tenido que pedir la bandera �������� prestada a la Reper @EspanaenUE, porque no tenían!
Por cierto, gracias, @Esquerra_ERC. Todo eso también es mérito vuestro. ���� pic.twitter.com/qsLbkCM62E
Para la visita de Illa, no solo todas las banderas ya eran de la misma medida sino que la española estaba también en el escenario desde donde pronunció su intervención el president. Iguallmente lucía bien visible en la solapa de la responsable del catering que se sirvió a cargo de un restaurante de la capital belga denominado Hispania, tampoco habitual hasta entonces la delegación, y con un menú exclusivamente en castellano. El restaurante Hispania de Brussel·les promete a su página web ofrecer una experiencia, que no se limita a un simple restaurante, sino una cata del estilo de vida, la gastronomía y la cultura españolas. "Hispania es España", garantiza.
Sin embargo, lo que monopolizó la atención de aquel primer viaje a Bruselas fue el hecho de que Illa no se reuniera con el president en el exilio, Carles Puigdemont, aprovechando aquella visita. Quien sí acudió a la delegación fue el conseller en el exilio Lluís Puig, que se marchó después de saludar Illa.
En contraste con la contundente presencia de la bandera española, Illa ha tenido que escuchar reproches por episodios en que ha intervenido y donde la senyera ha quedado apartada. La bandera catalana no estaba presente en la intervención del presidente ante el Foro Regional de la Unión para el Mediterráneo, una organización que, por cierto, tiene su sede en el Palau de Pedralbes, actualmente en manos de la Generalitat. Tampoco le acompañó a Asturias, cuando se reunió con el presidente del Principado, Adrián Barbón: las únicas banderas presentes eran la europea, la española y la asturiana.
Òmnium
En su política de extender puentes en todas direcciones, Illa dedicó las primeras semanas tras su aterrizaje en la Plaça Sant Jaume a reunirse con representantes políticos y entidades sociales, culturales y económicas catalanas, a la vez que se ha encontrado en el Palau con numerosos ministros del Gobierno y responsables de diferentes comunidades autónomas. En ningún momento ha escondido la complicidad con el ejecutivo de Pedro Sánchez, hasta el punto que la pasada semana se reunió en el Palau de la Generalitat con el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, asediado por el PP a raíz de la filtración de información de la pareja de Isabel Díaz Ayuso y con una investigación judicial abierta por este motivo.
En el marco de estas rondas de contactos, el president convocó al Palau a Sociedad Civil Catalana, entidad abiertamente contraria a la inmersión lingüística, que lideró la lucha contra el procés independentista con manifestaciones como la de octubre del 2017 a la cual asistió Illa. Además decidió convocar a esta entidad el mismo día que tenía previsto reunirse con el presidente de Òmnium Cultural, entidad nacida los años sesenta para combatir la persecución del franquismo contra la cultura catalana y que, con más de 160.000 socios, se ha convertido en uno de los motores de la reivindicación independentista. Al hacerse pública la agenda del president para aquella jornada i constatar esta coincidencia, Òmnium aplazó la visita. A pesar de evitar crear ninguna polémica al respecto, el malestar no pasó desapercibido. También Puigdemont reprochó a Illa que se reuniera antes con Sociedad Civil Catalana que con el principal partido de la oposición, Junts per Catalunya.
Pero no ha sido este el único episodio entre Òmnium y Illa. El president no acudió el 10 de diciembre a la tradicional Noche de Santa Llúcia, la Fiesta de las Letras Catalanas que organiza Òmnium, y que hasta ahora era una de cita indispensables para el president de la Generalitat, que siempre ha tenido un papel protagonista. Aquella noche en cambio, Illa optó por acudir a la entrega de los premios Pyrénées de la Cambra de Comercio Francesa de Barcelona.
Castellano
Precisamente, la lengua ha sido otro foco de polémica. Illa, que ya fue objeto de críticas a raíz de la traducción que hizo durante la campaña electoral de topónimos catalanes como Lleida o Baix Llobregat, ha recibido un nuevo chaparrón de reproches cuando en la última sesión de control al Govern respondió en castellano en el pleno de Parlament al popular Alejandro Fernández, que como es habitual se le dirigió a él en esta lengua. Los presidents de la Generalitat nunca han usado el castellano en sede parlamentaria. De hecho, José Montilla, que no tenía el catalán como lengua materna a pesar de utilizarlo de manera exclusiva en su actividad pública como president, no escondió nunca que tomaba clases de catalán para perfeccionar el uso.
Con todo, la polémica más contundente en torno a la lengua fue provocada por la noticia que la conselleria de Educació, Esther Niubó, había decidido situar las asignaturas de literatura catalana y castellana como optativas en segundo de bachillerato. Ante de la tormenta desatada, la consellera tuvo que garantizar al Parlament que esta propuesta se revertiría y se atribuyó a un error su publicación.
Precisamente, la lengua es uno de los grandes retos que tendrá que encarar el gobierno de Salvador Illa, no solo por el declive evidente del uso del catalán, especialmente entre los jóvenes, sino también por la batalla legal que hace décadas afronta la inmersión lingüística y que se encuentra a la espera de la sentencia del Tribunal Constitucional. De momento, y aunque el gabinete de Illa cuenta con un conseller de Política Lingüística, no se ha podido ahorrar la polémica incluso con motivo de la Navidad después de que la Delegación de la Generalitat en Perpinyà, que encabeza Christopher Daniel Person envió felicitaciones solo en francés, lo cual provocó una nueva tanda de reproches en las redes sociales hasta que la delegación las envió también en catalán.
No al Barça
Aunque Illa no se cansa de hablar del retorno de Catalunya a foros en que la Generalitat ha estado ausente, la de la Noche de Santa Llúcia no ha sido la única silla que Illa ha dejado vacía. La conmemoración de los 125 años del Barça, que se celebró a finales de noviembre en el Liceo de Barcelona, tampoco contó con la presencia del president de la Generalitat, a pesar de la carga simbólica que representa el club blaugrana y la potencia que ha demostrado como uno de los principales focos de proyección de Catalunya en el mundo. La primera autoridad catalana presente fue el presidente del Parlament, Josep Rull, y había cuatro expresidents de la Generalitat —Jordi Pujol, Artur Mas, Quim Torra y Pere Aragonès—, pero no se presentó el actual responsable del Ejecutivo ni tampoco el conseller de Empresa, Miquel Samper, que también había sido invitado. El Govern solo estuvo representado por el conseller de Deportes.
Pero la mancha más aparatosa del álbum de recuerdos de Illa de estos cuatro meses seguramente la provocó el aceite, cuando el mismo fin de semana que se celebraba la feria del Oli Verd de Maials, optó por acudir a un acto de promoción del aceite de Jaen. Este hecho desencadenó un alud de reproches mientras el PSC i el Govern intentaba justificar el gesto. Pocos días después el Consell Executiu aprobó la creación de la marca de los Premis Millors Olis d'Oliva Extra Verge de Catalunya.
Mossos
En cambio, el reproche más contundente llegó del ámbito policial. El president tuvo que hacer marcha atrás en la decisión de no aceptar que los Mossos asuman la seguridad ciudadana de puertos y aeropuertos después de la reunión de la Junta de Seguridad en que sí aceptó que Guardia Civil y Policía Nacional hayan entrado en Emergencias de la Generalitat, lo cual desató autentica indignación entre la oposición. En el Parlament solo el voto de PP y Vox se alió al PSC y la abstención de los Comuns para evitar que se exigiera al Govern hacer marcha atrás a la decisión de dejar entrar a los cuerpos estatales en el 112. No obstante, el Govern para apagar el incendio se vio obligado a rectificar y anunciar una nueva Junta de Seguridad a principios de año para abordar la presencia de los Mossos en puertos y aeropuertos.
Los últimos días del año tuvieron todavía espacio para una última polémica, después de la decisión del Govern de nombrar el exministro y exresponsable de la política exterior de la UE, Josep Borrell, como nuevo presidente del CIDOB. Borrell, que ya fue recibido por Illa en el Palau a finales de octubre, se convirtió en una de las bestias negras del independentismo por su furibundo activismo españolista y declaraciones en que incluso defendió la necesidad de "desinfectar" Catalunya, con lo cual su nombramiento no solo causó sorpresa sinó que se interpretó como una provocación.
En cuatro meses de Govern se ha hecho evidente que la "normalidad" que defiende Salvador Illa, no deja de ser su versión de una normalidad que va mucho más allá de deshacer la dinámica de actuación del gobiernos independentistas. En algunos puntos incluso se distancia, y mucho, de lo que ha sido la normalidad del Govern de la Generalitat desde su restauración en 1980.