Cuanto más se acerca el día D, más minutos y espacio ocupa el debate sobre las posibles alianzas que se dibujarán a partir del 15 de febrero, en función de cuál acabe siendo el resultado de las elecciones. De salida, ya hay una colección de vetos que los partidos que se presentan han puesto encima de la mesa para que sus votantes sepan a quien puede acabar apuntalando su voto y con quien no se alineará el candidato que escojan.
El compromiso más reciente, el de todos los partidos independentistas que han prometido por escrito lo que ya han ido afirmando a lo largo de toda la campaña, que no pactarán con el PSC. Aquí, el matiz es importante, porque una cosa es cerrar el paso a los socialistas para que no puedan entrar a formar parte del gobierno y la otra servirse de los diputados del PSC para conseguir sumar los apoyos necesarios para una investidura. El acuerdo rubricado no dice nada, de esta segunda posibilidad. Una fórmula, la del apoyo externo, que evita descartar Salvador Illa con Vox, aunque se lo han preguntado del derecho y del revés.
La suma más plausible, según las encuestas, apunta a que el independentismo tendría la mayoría necesaria. Falta que sea capaz de entenderse. Y es que la demoscopia contempla la posibilidad de que solos, ERC y Junts no tengan bastante. Y aquí, la CUP, PDeCAT o comunes tendrían la llave de la gobernabilidad. Menos factible parece una suma de los partidos no independentistas. La opción de una repetición de elecciones no se puede descartar.
ERC y PSC, agua y el aceite
Uno de los mantras que más se han repetido a lo largo de la campaña es que, si suman, ERC, PSC y comunes volverán a hacer un tripartito. De los tres interpelados, sólo los de Jèssica Albiach defienden abiertamente la reedición de un gobierno de izquierdas. En cambio, y a pesar de las acusaciones constantes de sus respectivos rivales -Junts y Cs- republicanos y socialsitas descartan esta posiblilidad.
Hay, eso sí, una diferencia entre la posición de cada uno de ellos. Salvador Illa garantiza que no se integrará a un gobierno donde haya independentistas, pero no cierra la puerta a que, si lo quieren, no se opongan a su investidura y la faciliten aunque sea con una abstención.
Por el contrario, la candidatura que lidera Pere Aragonès desestima incluso esta opción. El cabeza de lista de ERC ha declarado públicamente que no aceptará los votos del PSC para ser investido. En la práctica, eso quiere decir que si la ecuación para llegar a la presidencia sólo puede resolverse con la colaboración de los escaños del PSC -ya sea con una abstención o un voto favorable- Aragonès renunciará a presentarse a la investidura. Técnicamente esta es la única manera de no aceptar los votos de algún otro grupo parlamentario. Este jueves, preguntado directamente ha preferido responder que no contempla este escenario porque cree que los partidos independentistas serán lo bastante fuertes. De hecho, es lo que pronostican la inmensa mayoría de encuestas.
La sombra de Vox sobre Illa
El discurso sobre las hipotéticos pactos para hacer gobierno son, a menudo, el arma arrojadiza preferida de los candidatos para desacreditar a sus adversarios. ERC se ha abonado durante la última semana de campaña a la advertencia a los electores del PSC que su candidato puede acabar entendiéndose con Vox. "Si suman, lo harán", afirman los dirigentes republicanos, que se dirigen directamente a los votantes socialistas para que eviten este riesgo cambiando de papeleta y escogiendo la de ERC. Lo han bautizado como el voto útil para parar al fascismo.
Durante el debate de TV3, Salvador Illa respondió saliendo por la tangente a la pregunta de Aragonès sobre si aceptará los votos de la extrema derecha para llegar a la presidencia de la Generalitat. Se limitó a decir que no negociará, "ni por activa, ni por pasiva ni por perifrástica". Desde de ERC advierten que eso deja abierta la posibilidad de que haga como hizo Colau con Valls en el ayuntamiento de Barcelona. La líder de los comunes revalidó la alcaldía gracias al apoyo externo de Manuel Valls. Entre ellos no negociaron nada, fue el PSC que hizo de intermediario, para vetar un alcalde independentista.
Sobre este escenario hay que tener en cuenta que los comunes han avisado de que no colaborarán en una operación para investir a Illa si es sumando los votos de Vox.
La misión imposible: casar a Junts y ECP
Ya antes de arrancar la campaña Aragonès se descolgó con una propuesta para liderar un gobierno en cinco para la próxima legislatura. Se trataría de un ejecutivo que incorporara todas las fuerzas soberanistas favorables a la amnistía y la autodeterminación. Es decir, ERC, Junts, comunes, la CUP y el PDeCAT, dejando aparte la cuestión ideológica. Aunque la mayoría de sondeos indican que matemáticamente los números saldrían de largo, la cuestión es que dos de los actores imprescindibles para que la suma sea posible, los comunes y Junts, se vetan mutuamente.
La llave: ¿CUP o PDeCAT?
En las dos anteriores legislaturas, la CUP ha tenido la llave de la investidura. Primero, con Artur Mas el año 2015. El veto de la CUP para investir al expresident forzó a un cambio de candidato y acabó convirtiendo Carles Puigdemont en president. Tres años después, el año 2019, los anticapitalistas volvieron a tener el poder en las manos. Y bloquearon la investidura de Jordi Turull por su pasado convergente, provocando así un cambio forzoso de candidato, que acabó llevando a Quim Torra a la presidencia de la Generalitat.
Ahora, el PDeCAT reivindica su papel. Si conseguirán o no el apoyo suficiente como para entrar en el Parlament es todavía una incógnita. Precisamente, los de Ángeles Chacón piden el voto para poder ser ellos los que tengan la llave de la próxima investidura y puedan poner sus condiciones y no la CUP.
Con respecto al resto de formaciones, Ciutadans y PP sólo se oponen a posibles acuerdos con partidos independentistas.